24.3.21

Pandemia (08) ¿Cambiará nuestro ritmo de vida y consumo tras el COVID?

Sin duda con la llegada de la pandemia del COVID la vida nos ha cambiado a todos
, no tanto por las mascarillas obligatorias, como por la cantidad de “cosas” que —de momento— ya no podemos hacer. Desde abrazar o hablar con amigos a la cara, a poder movernos con libertad o entrar en espirales de pérdida de poder económico personal y sin duda también con modificaciones en los hábitos de consumo, de compra, de ocio y cultura. Eso sin entrar a valorar de momento los cambios aparentemente imperceptibles en nuestra psicología social y personal.

En algunas Comunidades de España o en algunas provincias hemos y han estado meses confinados en ciertas horas durante este otoño, sin poder acceder a todos los comercios que no fueran imprescindibles, y sin salir de su ciudad o de su provincia. Algo similar a un ligero encarcelamiento domiciliario que sin duda deja huellas. Sumado al de la primavera de 2020 han logrado hacernos cambiar aunque de momento no lo notemos pues tampoco tenemos libertad para ese cambio.

En Granada han estado en la ola del otoño durante 20 días sin comercios, bares, locales abiertos, y levantado parcialmente este cierre forzado para equipararse como toda Andalucía y a las 18 horas tenían que cerrar todo. Esas semanas el miedo social ha tenido que crecer, y aunque se supere con la salida del confinamiento, siempre deja huellas sobre todo en tus decisiones posteriores. 

Durante mes y medio en este principio de 2021 no se ha podido salir de las ciudades de Zaragoza, Huesca y Teruel, excepto para ir a trabajar o por motivos considerados muy esenciales. No se podía visitar a familiares que incluso vivían en localidades muy cercanas a Zaragoza. Estos procesos se asumen y admiten, pero suponen un cambio de paradigma en tus decisiones futuras. ¿Hacia dónde? Iremos viendo con el tiempo qué decisiones tomamos cada uno de nosotros, aunque algunas ya se visualizan.

A las 11 de la noche hay Toque de Queda en toda España, que a veces varía entre Comunidades entre desde las 22 y las 24 horas. Hay un pequeño margen para que cada territorio puede demostrar que manda y ordena, que son ellos los que gestionan el caos. 

¿Eso no es una Libertad Vigilada, una situación similar a un Arresto Domiciliario?

Por otra parte han existido en estos meses diversos recursos hacia la Justicia desde partidos políticos o desde personas más o menos anónimas, que en algunos casos han tumbado con sus recursos algunas de las órdenes de confinamiento dictados sin atenerse totalmente al Derecho. Pero la duda persiste ¿No había otro tipo de medidas que restar libertad individual que solo han cumplido las capas sociales con menos recursos para saltárselas?

En la misma medida en que en España no hemos sido capaces de gestionar mínimamente unidos este problema, siendo constantemente utilizado para la pelea política. La sociedad simplemente observábamos atónitos las peleas políticas que no conducen a ninguna solución. 

¿Más libertad y más control para evitar que se salten las normas los listillos? 

¿No existe otro mecanismo de defensa contra la pandemia que el de restar libertad individual o de grupo, pues somos incapaces de entender algo tan simple como que hay que auto defenderse del COVID cambiando parte de nuestras costumbres?

Ante el cierre de la hostelería, sobre todo la que no puede atender en la calle, la pérdida del turismo y de toda la enorme actividad económica que mueve, la sociedad ha respondido comprando más elementos de hogar para convertirlo en una cueva cómoda, pero muchas veces recurriendo a la compra por internet, lo que supone dejar de hacerlo en los comercios tradicionales, lo que supone también una dependencia mayor de economías ajenas al propio país. 

Más debilidad económica, más dependencia de otras zonas de producción.

Y a su vez hay detectado un gran aumento del ahorro de los españoles que se estima cercano a los 60.000 millones en estos 12 meses, dinero no gastado y que está detectado en un aumento en los bancos. 

¿Se mal gastará en su momento, de forma compulsiva? 

¿Sirven esos ahorros para pagar las deudas privadas que también ahogaban la economía del país? 

¿Si se gastan en el momento de la salida de la pandemia no supondrá una aumento del IPC, una inflación alta?

Los nuevos ritmos de vida privada afectarán a los cambios sociales de los que hablaremos en otra entrada y que parecen previsibles. 

Estamos dejando de hacer la vida anterior, y eso supone cambios que pueden haber llegado para quedarse. 

¿Qué sucederá con los bares españoles una vez que hemos descubierto decenas de tipos de cerveza para tomar en casa? 

¿Volveremos al cine tras comprarnos para el hogar una televisión de 65 pulgadas con sonido mejorado? 

¿Qué tipo de turismo desearemos hacer cuando salgamos de la pandemia, el lejano “por si acaso volvemos a quedar confinados” o el “cercano para saborear lo ya conocido”?

Se habla de un turismo que se va a reinventar con ofertas —y no de precio— de más tiempo de viaje si se quiere acceder a ciertos países. ¿Quieres ir a New York? Pues por lo menos tendrás que comprar un paquete de15 días para que dejes beneficio pues habrá menos turistas que antes. ¿Quieres una oferta en Benidorm? pues tendrá que ser de 10 días como mínimo. 

Esto está por ver, sin duda, pero todos se replantean qué hacer ante la salida, mucho antes de que esta se produzca.

23.3.21

Pandemia (07) ¿Sabemos dominar las situaciones de la pandemia?


En todo proceso de gestión habitual y más si es de una crisis
, hay que estar preparado para dominar, controlar todo proceso de cambio en todas las situaciones posibles, tener esa cintura en la gestión que nos permita decir e incluso hacer una cosa y la contraria si las condiciones cambian de forma drástica. Eso supone tener muy controlada la información para ir siempre por delante de ella, y tener un margen de tiempo entre los datos reales e inamovibles y los datos que hemos ido entregando a la población.

Dominar la situación no supone aparentar ese dominio, sino tener cartas sobre la mesa que nos permitan en un momento de transformación poder seguir demostrando que se dominan todas las posibles alternativas. Y efectivamente, esto no es sencillo y sobre todo requiere de un equipo potente y un modelo de comunicación eficaz, para no aparentar mentiras donde solo hay gestión del tiempo para tener espacios para reaccionar.

Entramos de lleno en el aspecto psicológico de masas, en la inteligencia social y emocional de todos los que conforman la situación, entramos sin duda en la necesidad de disponer sin duda de técnicos sanitarios o de investigación de pandemias, pero también de sociólogos, psicólogos sociales, expertos en comunicación, agentes que sepan transmitir confianza y seguridad.

Uno de los errores más absurdos que cometió España en marzo y abril del 2020 fue empezar las comunicaciones a la sociedad con unas formas ajenas al siglo XXI y al problema real, gravísimo y nuevo, pero que requería demostrar una capacidad de seguridad no solo para el momento que se vivía sino para cualquier otro posible y futuro cambio del proceso de la pandemia.

Aparecer en Ruedas de Prensa de cinco miembros donde constantemente al menos tres de ellos eran Capitanes Generales vestidos de militar era la manera más sencilla de explicar la gravedad del momento sin tener que escuchar qué se decía, solo con la imagen, pero también suponía asumir unos riesgos y equivocaciones no previstas pues se enfrentaba a militares a periodistas muy duchos en saber preguntar, y ellos no estaban preparados para esa labor compleja de saber qué se puede y qué no se puede decir, y sobre todo de qué manera hay que decir las medias verdades y las pequeñas mentiras.

A eso hay que sumar que aparecer con las planas mayores de los ejércitos supone poner en sus manos la gestión teórica de cara a la sociedad. ¿Y si va mal el asunto… qué nos queda? ¿A quién podemos recurrir si nos obliga el virus a dar el salto hacia arriba?

Si a eso le añadimos las frases militares utilizadas en algunas de aquellas Ruedas de Prensa como: “sin novedad en el frente”, “todos somos soldados” o “en la guerra todos los días son lunes”, estaba dando la sensación —el Gobierno de izquierdas de PSOE y Podemos— de estar ya en una situación de guerra. De estar en manos de los militares que además se fueron desplegando por la grandes ciudades para labores de apoyo y control junto a la policía y de desinfección en zonas públicas.

El problema eterno de sacar a los militares a la calle, a las Ruedas de Prensa, el mismo desde hace siglos, es que es muy complicado retirarlos y volverlos a los cuarteles. En España en aquellas semanas nos lo pusieron a todos muy fácil, pues ellos mismos se fueron equivocando, cayendo en esos errores lógicos de comunicación al no estar preparados para actuar como políticos siendo militares. El vestido militar en las comparecencias y el no saber plantear una única figura de comunicación hacia la sociedad alentaron una imagen bestialmente antigua, ajena a lo que se necesitaba.

Era pues sin duda, un descontrol y un NO saber dominar la situación, al menos en cuanto a comunicación hacia la sociedad. Aquellas imágenes tristes, duras, excesivamente serias, producían una sensación que en nada servían para que la sociedad percibiera que se estaba dominando la situación.

Es curioso comprobar la enorme diferencia entre países con unas culturas o con otras a la hora de informar y asumir los casos de contagios y fallecimientos. Con independencia de lo transparentes que sean a la hora de informar. Las culturas orientales, más vividas en dictaduras, asumen sin repensar todas aquellas órdenes que vienen desde el poder instituido.

El mundo occidental y su sociedad lo medita, le busca la vuelta sobre todo en culturas del Sur de Europa, o literalmente no las obedece al faltar mecanismos de control y represión. Que no es eso lo que pido, sino constatar las distintas maneras de cada sociedad para asumir lo que está entre todos. 

Para cualquier Gobierno el no poder dominar las situaciones es un grave problema, pues todas las medidas que se tomen están mediatizadas antes con el convencimiento de que no producirán la respuesta adecuada. Eso supone tenerlas que aplicar de más tamaño, para que al final lo que quede sea lo que se necesite.

Si necesitamos que baje un 50% los movimientos de personas para controlar la pandemia, hay que ordenar el confinamiento del 100% de la sociedad y así poder estar seguros de que al menos será un 50% efectivo. Y los perdedores son ese 50% “de más” que se ha tenido que confinar, por culpa de la desobediencias asegurada de una gran parte de la sociedad. 

Si se necesita que confinar una Comarca, hay que confinar una provincia, si necesitamos que a las 10 no se circule, hay que ordenar el cierre a las 9. Y todas estas medidas no son aplicables en otras culturas, donde la seguridad de la obediencia es casi total, y se puede dominar mucho mejor la cantidad y calidad de las medidas.

En España por ejemplo ha sido imposible poner en funcionamiento la App Radar Covid pues nadie se la ha querido poner en sus teléfonos. Las excusas han sido de muy variado calibre y el gobernante no ha tenido los arrestos de ponerla obligatoria. 

¿Se puede? Si, claro, es tan sencillo como exigir que sea mostrada al subir a un autobús urbano, a un tren o para entrar en un Centro Comercial. Si no se tiene activa, no se entra.

En otras culturas ha funcionado muy bien, aquí ya se está pensando en implantar cartillas de vacunación para los mismos fines. Necesitamos desde la gobernanza ir un poco más lejos en el control pasivo de las aptitudes personales, si queremos resultados admisibles en salud y que no afecten brutalmente a la vida común que sin duda suponen un enorme lastre en la economía y funcionamiento de los países.

En otros países lejanos se toma la temperatura por voluntarios en plena calle y (casi) nadie se queja. Eso es impensable en España. Ni si lo hicieran los policías municipales. Se admite en las entradas a los ambulatorios médicos porque acudes tú a buscar ayuda pública. En otros espacios privados sería complicadísimo excepto en algunos lugares muy concretos y en donde la saturación de personas es ya un hecho constante.

Tras el inicio declarado en Europa de la pandemia, en las primeras semanas de marzo 2020, se empezaron a tomar medidas de una forma altamente dudosa y sin tino, pues no fueron capaces de medir la importancia del problema, algo que es entendible aunque hacía un siglo que algo así no sucedía y en el mundo occidental todos pensábamos que éramos mucho más capaces de lo que realmente éramos, para defendernos e incluso para atacar. Enseguida se demostró que nuestro sistema sanitario no era tan robusto ni se había construido con la preparación idónea para estas situaciones.

Se creció muy rápido con medidas de confinamiento totales, con salidas del hogar solo para asuntos imprescindibles y una sola persona, manteniendo esta situación durante varias semanas según países. Se logró vencer la curva con la llegada del verano y sin haber detectado que el contagio por aerosoles era el fundamental una vez que ya todos íbamos con mascarilla, se rebajaron las medidas de confinamiento casi hasta la nada.

Y llegó septiembre con una Segunda Ola tan feroz como la primera (menos fallecidos, muchos más contagios), más preparados para defendernos, para mitigar el número de fallecidos, pero aprendidos ya de que relajarnos era una muy mala situación y rebajar de forma rápida las medidas de confinamiento lo peor que se podía hacer. 

La situación que se pensaba dominada en junio se tornó descontrolada en septiembre, lo que llevó a tener todo congelado hasta la entrada del 2021. Se rebajaron drásticamente los números de media sobre afectados en 14 días hasta los 25 por cada 100.000 habitantes para entender que esa era la cifra para poder salir de la pandemia.

Cuando esto se impuso se estaba en algunas ciudades de España en números superiores a los 1.500 como Burgos, y en muchas comunidades con cifras superiores a los 1.000, alejadísimos de esos 25. 

Al ser tanta la distancia entre lo que había y el objetivo, no toda la sociedad quiso entender el reto, y lo que en la Primera Ola costó bajar los contagios un par de meses, en el otoño se tardó cuatro meses. El reto era mayor, el frío no ayuda a la autodefensa, y el cansancio social (no reconocido o literalmente negado) no ayuda a la obediencia.

¿Existe o no existe cansancio social entre la sociedad que no puede entrar a los bares en España, no puede estar fuera de su casa desde las 11 de la noche, no puede salir fuera de la ciudad de Zaragoza, no puede viajar a su Segunda Residencia o a visitar a sus nietos en otra localidad? 

Se muestran estudios que dicen que NO ¿nos los debemos creer o es una argucia para dominar precisamente ese cansancio social, para negarlo? Tal vez el crecimiento de fiestas privadas descontroladas sea precisamente un síntoma de esa fatiga pandémica.

Para que exista cansancio social por el COVID tienen que entrar dos factores: el de las medidas que nos restan libertad y el temor a contagiarse. 

¿Crees probable contraer la enfermedad tanto tú como tu núcleo familiar más cercano? 

¿Crees que de contagiarte las secuelas y la enfermedad va a ser grave para tí o para tus familiares más cercanos? 

Estas respuestas, o la percepción que hagas a estas cuestiones sí crean fatiga ante la situación pues producen miedo. La falta de libertad se puede reemplazar por otro tipo de libertades, pero si entra el miedo no hay sustituto, simplemente hay que superarlo y no tenerlo… lo que a veces produce más miedo.

Pero además hay algunas realidades que no queremos decir, contundentes y duras pero reales. Menos del 4% de los españoles habían cogido la enfermedad a finales de noviembre de 2020, casi un 7% a finales de marzo de 2021. En la misma fecha de noviembre 2020 un 0,4% del total de españoles han necesitado ingreso hospitalario por la pandemia. Y hasta esa misma fecha un 0,1% de los españoles han fallecido, la inmensa mayoría mayores de 70 años. 

Esos números hace que una gran parte de la población entienda que “no es para tanto” el problema de la pandemia, pues no quieren ver más allá. Pero tal vez haya que analizar otros números históricos de fallecidos.

Casi unos 20 millones de personas enferman de cáncer diagnosticado en el mundo, en España unos 280.000 cada año. Cerca de unos 10 millones mueren al año de cáncer. En España unos 110.000 enfermos fallecen. De tuberculosis fallecen cada año en el mundo sobre 1,4 millones pero casi todos ellos en ocho países (Bangladesh, China, Filipinas, India, Indonesia, Nigeria, Pakistán y Sudáfrica). Pero de diarreas todavía mueren más personas en el mundo superando los 2,5 millones y de SIDA casi 1,8 millones.

Es necesario conocer estos datos y ponerlos encima de la mesa para entender también en qué punto del COVID estamos para valorar sus consecuencias, brutalmente duras… en el mundo occidental, al contrario que la tuberculosis, las diarreas, el hambre, el bajo peso al nacer o el SIDA. 

En ese noviembre 2020 que utilizamos como primera referencia, es verdad que ya tenemos 60 millones de contagiados por el COVID y sobre 1,4 millones de fallecidos en todo el mundo (casi 130 millones de contagios y 2,8 millones de fallecidos declarados a finales de marzo 2021), pero siendo una cifra muy alta, lo es sobre todo porque se da en ciertos países. EEUU con 13,5 millones de contagiados en noviembre encabeza la lista con 270.000 fallecidos. 

Para ver más números: en la Guerra del Vietnam fallecieron unos 56.000 soldados americanos, en la Guerra de Corea unos 36.000 americanos y en la II Guerra Mundial murieron unos 116.000 soldados americanos (unos 170.000 si contamos a civiles o desaparecidos), así que debemos entender con claridad que este problema actual de una pandemia sin dominar, representará para el futuro un punto de inflexión enorme en todo el mundo.

No es lo mismo contemplar las soluciones a finales de 2020 que reflexionar sobre un 2021 que todavía no es capaz de llevarnos hacia la normalidad nueva, hacia un cierto control de la pandemia. Si a la llegada del verano de 2021 no hemos sido capaces como civilización de doblegar la enfermedad y nos sigue dando curvas que suben y bajan, Olas que se van acumulando, sin haber encontrado una vacuna eficaz…, sin duda entonces, sí que habría que ir pensando en un problema mucho más contagiante, y sobre todo en unas desigualdades entre países que complicarían mucho el futuro.

Julio M. Puente Mateo

Ramón Acín y el gesto rebelde de un carpintero


Siempre me gustaron los gestos anónimos, silentes y pausados que son más rebeldes que los gritos,
manifestaciones puntuales y ¿ganas de vanidad? de los grandes defensores de proclamas que, al fin y al cabo, siempre se sustentan en ansias, más o menos disimuladas, de poder y ostentación. Pero retomemos, sin entrar en discusiones sobre qué es el poder, quién lo enarbola, cómo afecta al resto de la población y si, en definitiva, todo es un eterno retorno nietzcheniano que nace y renace con sus virtudes y defectos, la idea inicial: esos pequeños gestos como pequeños tesoros de tozudez y dignidad.

Estos dos últimos conceptos son los que tenía el carpintero que se enfrentó de manera silenciosa al poder franquista de esta España mía, como diría Cecilia, y el lugar donde ocurrió este milagro ateo, se me permitirá la contradicción, es en Huesca. A priori, muchos dirán: ¿cómo pudo un simple carpintero derrocar durante años al poder omnipotente y opresivo del clero y el ejército franquista? Pues, precisamente, a través de un pequeño símbolo tallado en madera con mimo e intuyo que con lágrimas de rabia, coraje y amor.

El carpintero no era José. Dije que se obraba un milagro ateo, pero no que la que escribe estas líneas se extasié como si fuera Pitita Ridruejo.

El carpintero es un ser anónimo del que seguro no querría que su nombre se supiera. Vale su gesto. Ya lo dijo Cervantes a través de su inmortal Quijote: Dad crédito a las obras y no a las palabras

Este gesto, esta obra de rebeldía se halla en el Santuario de San Úrbez. En su iglesia de muros de piedra, que han visto desfilar tanto la pompa como la humildad, la penitencia sincera como el perdón hipócrita, esconde, de manera silenciosa y anónima, la rebeldía de un leal carpintero que, homenajeando y rindiendo tributo a la muerte violenta e injusta de Ramón Acín y su mujer, talló una pajarita de madera y la colocó en uno de los retablos con un sencillo tornillo de quita y pon.

Se ponía todo el año. Se quitaba cuando se celebraba alguna festividad y acudían demasiadas sotanas, medallas pomposas en pechos militares y trajes planchados con esmero de los que formaban parte de esa administración obediente y cobarde. Nunca una batalla ideológica tuvo tal triunfo; no solo durante aquellos cuarenta años de dictadura, sino actualmente. Ahí está la pajarita de madera colocada en un retablo de manera discreta, pasando desapercibida para los visitantes porque ¿los triunfos tienen que publicitarse?

Si alguna vez van al Santuario de San Úrbez, busquen la pajarita de Ramón Acín. Solo daré una pista. Diríjanse a la nave lateral izquierda. Observen sus retablos y, entre uno de ellos, descúbranla porque es el mejor ejemplo del triunfo ad extremum temporum sobre el fanatismo, la violencia, la mendacidad y la injusticia. Los de las medallas, sotanas, trajes impolutos son polvo y huesos olvidados. Por contra, Ramón Acín, con el gesto noble, tozudo y digno de un rebelde carpintero, se convierte en un ser inmortal en San Úrbez gracias a una pajarita atea y rebelde.

Olga Neri

22.3.21

Pandemia (06) ¿Habrá revolución juvenil por la pandemia?

Todos los modelos de sociedad se agotan en algún momento de la historia
, todos tienden a ser sustituidos por otros. Es cuestión de tiempo, de oportunidad, de motivación, de un acelerante que sea capaz de producir la combustión de lo viejo. Hay momentos históricos en los que todo parece acelerarse, en los que notamos que el cambio es necesario, previsible, incluso imparable pues se unen diversas situaciones en diversos lugares y a la vez en una misma dirección o en direcciones complementarias. 

Cuando esto sucede —y se nota casi siempre con anterioridad— se acelera el cambio propulsado además por los mismos que lo están notando y que no se atreven a pararlo. Lo admiten, lo aceptan y quieren participar en el tiempo nuevo a ser posible como protagonistas.

Es como si cada pequeño elemento del cambio formara parte de un proceso organizado hacia el cambio. 

El COVID es uno más de entre muchos procesos que se mueven y de momento tampoco es seguro que vaya a propiciar un cambio histórico de Sistema, pero intervienen el cambio climático, la debilidad de los EEUU, el posicionamiento de China o el declive del comunismo del Este de Europa. Influye el BREXIT y la debilidad de la Europa del siglo XXI e incluso los problemas sin resolver de Corea del Norte o Irán, del terrorismo internacional o de la inmigración descontrolada. 

Son en realidad la suma de varios elementos dispares los que inflaman la herida mundial.

Entre los años 2010 a 2012 estuvimos a punto de vivir un momento muy similar excepto sin el detonante de una pandemia que acelerara la combustión. Las Primaveras Árabes de los países del Norte de África se incendiaron pero de forma controlada en muchos de los casos. No hubo un descontrol real a la vez, no hubo una inflamación o un contagio real, pues se trabajó bien la separación por países. Líbano, Kuwait, Libia, Túnez, Argelia, Omán, Arabia Saudí, Sudán, Yemen, Somalia, Sahara, Mauritania, Jordania, Siria, Egipto, Irak, Irán, Palestina, Líbano y en pequeña cantidad Marruecos iniciaron una ola de movilizaciones con muy diversos fines y objetivos, aunque todos sonaran similares.

Más libertad, cambios profundos, hambruna, cansancio de unos gobiernos déspotas, etc. Y aunque entre todos los países se calcula entre 120.000 y 200.000 fallecidos, sobre todo en Libia y Siria, no fue un proceso que incendiara de verdad otras zonas del mundo. 

Faltó para un Cambio de Era esa chispa que a veces surge casi por combustión espontánea. Tuvieron un papel importante las Redes Sociales, y fueron acciones de los jóvenes de estos países que en mayor o menor medida reclamaron cambios profundos, pero todo fue (casi) perfectamente asumido y controlado de forma interna. 

Era el “Tiempo del Cambio” pero tal vez era demasiado pronto para el cambio de verdad.

Este fue el ejemplo más claro de que un incendio es muy complejo de parar en sus alrededores más cercanos, y que hay que formar defensas sobre un espacio de influencia superior creando caminos libres de combustible alejado del núcleo del fuego. 

Por eso la actitud de Marruecos fue fundamental, que Europa se callara fue muy importante, que no interviniera ninguna de las grandes potencia fue imprescindible para que todo se fuera consumiendo dentro de unos territorios delimitados para que el fuego se consumara sin contagiarse, dentro de unas fronteras decididas por muchos. Curiosamente casi todos ellos son países con presencia militar más o menos declarada de los EEUU.

¿Alguien se imagina esa misma situación si se hubieran implicado en esa Primavera Árabe más o menos manipulada, los países o las sociedades de Israel, Irán y Turquía?

Muchas veces tenemos que analizar, sopesar, revisar a quien le interesa cada movimiento de rebeldía. Y sobre todo si es el momento del estallido. Nada se produce por casualidad, o lo que sería lo mismo, casi siempre se produce por causalidad. 

Casi nada es casual, casi todo es por alguna causa. Excepto que como en ese 2020 tan cercano y lejano a la vez nació un detonante no controlado en forma de virus mundial, que puede además crecer o decrecer sin poderlo dominar, y que es un simple virus que se mueve sin control, y casi sin conocimiento suficiente para vencerle. Un mal enemigo al que no vemos.

La capacidad de la persona para aguantar momentos complicados en asuntos alejados de su propio “yo” es enorme, por eso aunque haya confinamientos y se resten libertades individuales, mientras eso no afecte a uno mismo no hay ningún peligro de estallido social. 

Otra cosa es que los cambios te afecten en tus ingresos por pérdida del trabajo, de la empresa, o por restarte la capacidad de tener ingresos sin bajar la de tener gastos. Mientras exista la esperanza de que sea algo muy temporal no sucede nada descontrolado. Si los tiempos de reacción gubernamental se eternizan o no producen el efecto positivo que se necesita, la situación se puede descontrolar. 

Los procesos de control sobre lo descontrolable son también muy eficaces y están muy estudiados desde el Poder. 

Por eso ha sido necesario construir toda una nueva arquitectura de ayudas directas o de cambios laborales, para evitar que el descontento salga a la calle de forma organizada. Los ERTEs o incluso los créditos sin interés pueden servir durante un tiempo, pero sin duda las ayudas directas y sin devolución son el único camino de apaciguamiento si la situación se eterniza. 

La capacidad de poder ir cambiando las formas de apoyo es fundamental, pues ninguna de ellas es en sí misma suficiente para calmar los ánimos y hay que ir intercalando diversos procesos, entre los que sin duda para algunos sectores muy afectados debe estar el abrir y apoyar con modelos de discriminación positiva.

En cuanto a los propios procesos de la enfermedad pandémica, tienen ese punto sociológico que entra dentro de la pirámide poblacional, para que no sea algo a provocar en sí mismos ningún proceso de cambio permanente. 

Lo pueden producir las medidas que se tienen que tomar para controlar los contagios, pero no las consecuencias directas de esos procesos graves en la salud. El hecho de que de forma grave y mortal sobre todo, afecte en mucha mayor medida a las personas ya jubiladas, mayores de 65 años, hace que la sociedad lo contemple de una manera muy distinta a si afectara a otro segmento por edad. 

Si la terrible pandemia afectara a los niños o a los adultos jóvenes por encima de todos los demás cortes de la pirámide poblacional, produciría unas tensiones brutales para tomar medidas mucho más contundentes que pondría contra la pared de las soluciones a cualquier que gestionase los tiempos.

Pero los fallecidos son —en el mundo occidental— en la mayoría de los casos personas de más de 70 años y con enfermedades previas que los enfrenta al COVID19 ya debilitados. Parte de la sociedad entiende incluso que es un proceso lógico de selección natural. 

Y si a eso añadimos que de los fallecidos mayores, un porcentaje enorme estaban previamente internos en Residencias para Personas Mayores que es en donde se han contagiado, entenderemos mejor la incidencia sobre las reacciones sociales de la propia pandemia.

Julio M. Puente Mateo