25.3.21

¿De qué tamaño será la vida exterior a nosotros?


El tamaño depende de la comparación, una cosa es grande o pequeña si la comparamos. ¿Qué somos nosotros más que una mota de polvo entre un planeta enorme que flota de forma diminuta en un espacio que no sabemos abarcar? Así que esta imagen me viene que ni al pelo. Una excavadora de las de verdad, enormemente diminuta comparada con este buque en el Canal de Suez. Somos esto mismo, unos "depende" de con quién nos comparamos. Incluso a veces ni eso, pues podría ser que ni se nos viera. Y si la vida exterior, esa que buscamos en ovnis fuera tan pequeña que no la podemos ver? ¿O tan grande que no somos capaces de imaginar?

Pandemia (11) ¿Por qué somos tan torpes con la pandemia del COVID?


Parecería absurdo intentar comprender en marzo de 2021 que una vez que ya supiéramos la forma más potente de que el virus del covid se multiplicara para contagiar, no fuéramos capaces de buscar soluciones, de tomar medidas, de crear protocolos eficaces. No tendría sentido que hubiera que comprende algo que suena a lógico, de sentido común, de simple decisión de preescolar de Política.

Pero estamos casi en abril del 2021, y seguimos en Europa igual que cuando la pandemia comenzó en todo el mundo, sin hacer caso a lo que incluso indican los países que ya casi tienen dominado el problema. Hay dos elementos básicos que son muy sencillos de gestionar. Uno es el de las vacunas que parece una tontería de una Europa incapaz. Y el otro es el de gestionar la ventilación eficaz y potente, y los contactos físicos.

Sobre la vacuna no voy a decir nada, iremos viendo de qué manera salimos de este claro error de lentitud. pero sobre la ventilación sí quiero hablar.

En todas las escuelas tenemos espacios abiertos al aire libre y sin usar. Aunque sabemos que ni los niños son grandes contagiadores y que la altura de muchas clases funciona bien junto a la desinfección y ventilación constante. Ventanas abiertas y si es necesario ventilación forzada.

En los comercios grandes estamos en la misma situación, pero en los pequeños tampoco hemos sido capaces de articular que las puertas estén siempre abiertas. En New York ya hace meses que se alentó que los comercios que desearan pudieran sacar sus servicios a la calle, a la acera. 

Hoy sabemos con seguridad que los aerosoles son el proceso más contaminante de todos los posibles. Espacios cerrados con poca ventilación donde se permanece más de 10/15 minutos. Pero no hemos sabido transmitir esto a la población, a la que seguimos insistiendo con la limpieza de manos para evitar el contagio por contacto, cuando es el medio menos peligroso de los estudiados.

No sabemos si tener ventiladores encendidos en las casas es positivo o negativo, no sabemos el papel del aire acondicionado, tampoco el tipo de filtros mejores para controlar el virus en estos aparatos, ni si el ozono no sirve para nada, o si los medidores de CO2 deberían ser obligatorios en los comercios, colegios o bares.

No hemos dictado normas para que las comunidades de vecinos tengan las ventanas comunales siempre abiertas, ni hemos explicado con claridad para todo el mundo los tiempos mínimos y máximo de ventilación de las viviendas según su ubicación, altura, horas del día, etc. Tampoco se nos dice qué papel pueden jugar en los contagios los sistemas de ventilación interna de los baños sin ventana.

En algunos medios de transporte urbano la orden es tajante. Las ventanillas siempre abiertas, pero han tardado mucho, no siempre se cumple y no en todas las ciudades o sistemas de transporte es la orden tan clara. ¿Que hace frío? ¿Que es molesto el aire? ¿Y no somos capaces de mitigar esa molestia? ¿Y hace más frío en el interior de un bus que en la propia calle?

Los bares y restaurantes se tuvieron que cerrar en sus interiores sin dar la opción de que quien pudiera demostrar excelente ventilación pudiera abrir. Cambiar las cristaleras de la entrada por ventanales abiertos es una opción posiblemente más barata que estar meses cerrados.

Nos prohibimos viajar, movernos, cuando en realidad lo grave es el contacto cercano y por mucho tiempo con personas que puedan contagiar. No entiendo bien qué relación tiene el viajar o moverse entre pueblos con estar cerca de muchas personas en un espacio cerrado. En Renfe te dan los billetes todos juntos dejando enormes espacios de los vagones sin ocupar, que enseguida son cubiertos por personas que se van cambiando de lugar. ¿No es posible tener algunas ventanas abiertas en los trenes convencionales, como hace unas décadas? 

Los espacios al aire libre rodean nuestras localidades pero no somos capaces de potenciarlos. Una discriminación positiva en estos meses hubiera supuesto convertir grandes avenidas en peatonales, acercar a las personas a los grandes parques urbanos o periurbanos, movilizar con nuevos sistemas urbanos a las personas para que no se juntaran el las escaleras mecánicas de los Centros Comerciales y se movieran por zonas verdes naturales al aire libre, sin techo y con más distancia.

Otro error de libro ha sido concentrar horarios. El comercio esencial debería abrir a las 7 de la mañana como en Europa y cerrar a las 10 de la noche para alargando los tiempos lograr menos persona por hora en sus espacios. Es cierto que eso supone cambiar horarios a trabajadores de estos espacios, en los que por cierto el número de ERTEs han sido muy altos

En un país con 4 millones de desempleados, tener una actividad a bajo nivel es mucho peor que provocar su subida para que alargue tiempos y servicios. El dinero de los ERTE podría haber ido en parte para compensar esos horarios.

Dentro de unas décadas será imposible entender que en España no haya funcionado un sistema de control telefónico de los contagios, de la pandemia, de las personas. Es un absurdo de tamaño increíble. 

Ayer mismo con una aplicación en mi teléfono móvil (habrá varias, seguro) estuve jugando a localizar aviones que pasaban por encima de mi cabeza. Los detecta la aplicación y puedes saber de donde viene, a donde se dirigen, qué tipo de avión es y si cumple sus horarios o va con retraso. Sabes además la altura a la que va y su velocidad. E incluso puede acercarte y en mi caso pude observar en directo como aterrizaba en Zaragoza. E incluso observé en el teléfono una avioneta particular que circulaba a unos 12 km de mi casa y que venía desde Francia hacia Valencia.

Pero en cambio y ante una pandemia que es casi una guerra con más de tres millones de contagiados en España y casi 100.000 fallecidos entre oficiales y estimados, no hemos sido capaces de hacer funcionar en el mismo teléfono móvil una aplicación útil para que todos sepamos si nos movemos entre contagiados, entre personas de riesgo. En otros países ha funcionado perfectamente, pero entre nosotros nos hemos asegurado que es coartar la libertad. Parece ser que no poder ir a otra localidad a ver a los padres o a tus hijos, o tener que dejar que se mueran tus padres solos… ¿no es coartar la libertad?

Julio M. Puente Mateo

Pandemia (10) ¿Seremos otra vez una sociedad similar a la del pasado?


Bienvenidos al futuro del pasado, pero no a un futuro para el año 2021, como cabría esperar, sino a un futuro como poco para el año 2030, aunque ya vayamos viendo ahora y en los próximos meses cambios pequeños, y aparecer nuevos modos mientras otras formas de vida que considerábamos asentadas van a ir quedando relegados. Nunca el Futuro llega de repente, tampoco en casos de Guerras Brutales. Nos moveremos a costa de abrazar nuevas técnicas de relación social, nuevas formas de trabajar, de comunicarnos, de viajar, de estar en la calle, de entender qué sucedió en el año 2020 y porqué no fuimos capaces ni de detectarlo ni de resolverlo en pocos meses.

Y eso nos llevará a tener que poner métodos de control para evitar su repetición vírica, o de producirse que nos encuentre mejor preparados para defendernos. Y para ello tendremos que entender todos que la Globalización es inevitable, pero tiene sus formas y sus tamaños, su forma inteligente de ser gestionada, para bien o para mal.

Si nos fijamos en algo tan simple como la adopción de nuevos comportamientos tecnológicos para responder a la pandemia, desde las videoconferencias para comunicar abuelos y nietos hasta las compras online, el teletrabajo y el control de la movilidad fuera del hogar, vemos que el uso de ciertos hábitos ya han alcanzado niveles que no se esperaba hace unos meses. Todos los cambios previstos se han acelerado como primer paso del cambio.

Hemos adaptado nuestras viviendas en oficinas o en talleres, hemos asignado una habitación a espacio de trabajo, hemos aprendido a utilizar programas de vídeo, a poner mejor luz alrededor de la cámara del ordenador y a utilizar las bibliotecas como fondos para los vídeos. Cambios menores pero que significan que ya hemos abrazado el inicio de nuevas formas.

Hemos entendido también que podemos dejar de trabajar y quedar en el desempleo sin motivo y además sin despedirnos ni cobrar indemnización; que nuestros derechos civiles básicos como salir de casa a la hora que nos de la gana son relativos y pueden cambiar durante meses sin preguntarnos, o verse suspendidas las actividades culturales, comerciales o de servicios básicos no imprescindibles.

Y hemos aprendido a crearnos un ocio alternativo en casa mientras veíamos como a nuestros hijos les atendía la escuela de forma digital desde el ordenador, sin poder acudir los niños a la escuela durante meses en uno de los errores  más idiotas que algún día señalaremos en su tamaño

Incluso hemos entendido y no muy bien, que no es lo mismo ser madrileño que de Burgos, de Zaragoza o de Granada, de Ainzón que de Vigo. Y que aunque la Constitución sea la misma, a la hora de perder libertades civiles hay matices. 

Y que perder la Sanidad Universal que funcionaba (creíamos) como las mejores del mundo, es algo que ha sucedido en días para convertirse la Atención Primaria como un ejercicio de explicación telefónica en busca de un diagnóstico que no siempre sabes explicar, en una nueva modalidad de Servicios Básicos a la sociedad donde los días de espera son altísimos, meses si es para una especialidad.  

Han sido 10 meses duros, cambiantes casi siempre a peor con semanas o meses de valle, con miles de datos y de apariciones por los medios de comunicación para liar las normas, para no lograr bajar los miedos, para constatar que como sociedad somos muy desobedientes, para ver peleas y malas caras, pero muy pocos soluciones, y todas ellas pasando por que la población no se moviera de sus casas más que para lo más básico. 

E incluso creíamos que si a principio de 2021 llegaban las ansiadas vacunas y estas funcionaban, serían los primeros síntomas de que algo distinto a quedar confinados habíamos sido capaces de edificar durante 10 ó 12 meses de nada. Pero la vacunas han llegado llenas de polémicas en una Guerra muy mal gestionada por Europa. Lentas, con problemas de ladronzuelos, demostrando que el Sistema de Libre Comercio es una mierda para procesos graves, y dejando claro que quien más poder tiene también posea más vacunas para sus defensas.


24.3.21

Pandemia (09) ¿Qué conocemos de la enfermedad COVID19?


El síntoma mas común en los pacientes de Covid19 en el momento del ingreso hospitalario en España es la fiebre
(la tienen un 83,9% de los ingresados), seguido de la tos seca (73,1%), dificultad respiratoria (57,5%), fatiga (43,2%), diarrea (24%), anorexia (19,7%) y pérdida del olfato (7,4%). El perfil de las personas hospitalizadas por COVID19 se compone en más de la mitad de los casos de hombres (57,2%) y con una edad media de 69 años que ha ido bajando en las sucesivas Olas de la pandemia. Son datos del Registro Clínico SEMI-COVID-19, en el que analizaron más de 19.000 pacientes por 686 profesionales médicos de 150 hospitales. 

El día 9 de enero de 2020, el centro de control de enfermedades de China ya había identificado a un nuevo coronavirus como responsable de esta enfermedad. Y pocos días después varios grupos de investigación lograron secuenciar el primer genoma del patógeno y la publicaron en abierto para que todo el mundo pudieran acceder a esa información. Ha pasado más de un año pero no es suficiente lo que ya sabemos, y además el conocimiento de la enfermedad ha sido lento por mucho que se diga que se ha trabajado a velocidades de vértigo, que no lo dudo pues no es incompatible lo uno con lo otro.

Toda la comunidad científica del mundo se puso a trabajar con presupuestos extraordinarios para saber de qué tipo de problema estábamos hablando y qué soluciones se podían lograr o tener ya para controlarlo. 

Más de un año después son casi más las dudas y lo que no se conoce de la enfermedad que lo que de momento podemos dar por seguro, admitiendo que incluso una parte de esto tampoco lo será según se vaya demostrando con estudios posteriores. 

Pasado un año se ha avanzado mucho en la detección de la enfermedad, en la fabricación de EPI para todo el mundo, pues en el momento del inicio de la pandemia no había suficiente material de defensa ni para los sanitarios, incluso se han cambiado mucho los protocolos hospitalarios para evitar que se llegue a las UVI o para salvar a los pacientes que están dentro de ellas. 

No hay todavía a principios de 2021 un tratamiento preventivo, tampoco hay un tratamiento claramente eficaz para los casos graves aunque se han realizado intentos con diversos fármacos que a veces funciona bien pero otras no. 

No hay un antiviral aunque los tratamientos que se utilizaban en marzo y abril ya no se usan, cambiados por otros mejores que dan más porcentaje de recuperaciones. Corticoides, Remdesivir, fármacos contra las inflamaciones internas, sistemas de prueba y error que no siempre funcionan, en espera de otros tratamientos nuevos que se siguen investigando sin descanso.

Pero si bien la enfermedad se conoce poco, ya está demostrando que además de sus efectos graves en el corto plazo deja una secuelas que todavía es pronto para evaluar aunque ya preocupan a los profesionales de la sanidad. La fatiga, el cansancio crónico o el dolor de cabeza inespecífico parecen síntomas que duran semanas o meses en un número importante de personas que han superado el COVID.

Pero hay también otros síntomas de mayor gravedad que producen una cierta incapacidad por falta de capacidad pulmonar para respirar como antes. Unido en algunos pacientes casi recuperados, a unos ciertos problemas psicológicos de miedo y temor a no volver a la situación anterior y a enormes dudas de su capacidad de tener anticuerpos para salvarse de recaídas por la misma enfermedad. 

Es pronto para saber cuanto duran los anticuerpos en los que ya han pasado la enfermedad, como lo es saber la duración de las vacunas cuando todavía no se han ni aprobado todas, quedando las mejores todavía en un periodo largo de espera.

Y aunque hemos admitido hace pocos meses que el contagio por aerosoles en ambientes poco ventilados es superior a ningún otro tipo de contagio, incluso mucho más que el contagio por contacto aunque sigamos priorizando el uso de guantes e hidrogel cuando por contacto tenemos que tocar primero una superficie que contenga virus y después tocarnos con esa mano los ojos, la nariz o la boca de forma casi interna, son muchas las cosas que no sabemos todavía del COVID.

Vamos por ciclos y a finales de año 2021 todavía todo el mundo estaba analizando los procesos de los aerosoles, dónde se producen, donde se acumula CO2 del aire ya respirado por personas y por mala ventilación puede estar ese aire lleno —y flotando en el aire— de virus que esperan ser respirados. 

Esto nos lleva a la conclusión de que en estos lugares mal ventilados el efecto de la mascarilla es relativo, pues respirar tenemos que respirar aunque estemos con mascarilla. ¿Nos filtran el aire las mascarillas? Pues no del todo, si acaso impiden que nos entren o salgan de forma directa las gotículas de otras personas que están cerca de nosotros y que con su respiración pueden lanzarnos virus antes de caer por la gravedad. 

Pero curiosamente las mascarillas con filtros no se aconsejan, pues dicen que ofrecen una falsa seguridad. ¿Sirven las recomendaciones de abril 2020 para marzo 2021? Claramente no aunque no se intenten actualizar.

La ventilación (cambio) del aire, sea de forma natural o forzada por máquinas o los filtros de aire en espacios cerrados parecen imprescindibles en diciembre cuando no lo eran en marzo. 

Lo cierto es que con casi todas las personas utilizando mascarillas excepto en sus domicilios particulares, los contagios se mueven en cifras similares a la primavera de 2020 y en cifras a veces descontroladas excepto que el miedo o el respeto a la enfermedad que actúa sobre los modos de comportarse de las personas. 

Somos cada uno de nosotros los que tenemos que tomar las decisiones correctas de relación con otras personas, con los espacios, con nuestras decisiones.

Sabemos ya que tan importante es con quién nos relacionamos, como el lugar en donde se produce esa relación y el tiempo en minutos que estamos en una situación de riesgo. 

Claramente es un proceso acumulativo, donde las matemáticas y la estadística tiene mucho que hablar. Se habla ya de 2 metros de distancia, de valores de CO2 inferiores a 700 partes por millón y estando menos de 15 minutos en espacios de riesgo. Y sin dejar de usar mascarilla, de lavarnos las manos con hidrogel primero y con agua y jabón una vez llegamos a casa. 

Y yo añadiría algo lógico y de sentido común.

Si el contagio se produce por inhalación y se queda en las zonas de entrada de nuestro cuerpo esperándose a multiplicarse poco a poco, sería lógico recomendar un lavado interno de las fosas nasales al llegar a casa (el clásico “sonarse con fuerza”) y un lavado de boca con enjuague bucal al llegar al hogar, tan importante como lavarse las manos.

Sabemos que los confinamientos hacen bajar los contagios, por lógica al no relacionarnos se frenan aunque no desaparecen pues los contagios son entre personas, pero ese proceso lleva a una paralización total de algunos sectores y el frenazo muy alto en algunas actividades de ocio, cultura, turismo, relaciones entre familiares, etc. 

No sirve el confinamiento eterno, no sirve tampoco observar olas que suben y bajan, no sirve seguir en el tiempo eterno sin disponer de un tratamiento paliativo o preventivo al menos para evitar algunas gravedades que surgen sin saber tampoco por qué motivos. 

Se sabe del COVID19 menos de lo que ya se ha demostrado y aunque eso se intenta paliar con mucho más trabajo del personal sanitario, no es posible mantenerlo de forma eterna. Sobre todo porque la Sanidad en España no está a la altura de lo que creíamos todos antes de la pandemia.

Un ejemplo de que los problemas sanitarios en España nos han mostrado brutalmente la realidad de nuestra Sanidad la han dado los profesionales sanitarios de Huesca a través de sus organizaciones colegiales y sindicatos, denunciando los "muchos errores" cometidos durante la pandemia y solicitando una auditoría sobre la gestión de la crisis desde marzo del 2020. El Colegio Oficial de Médicos y el de Enfermería de Huesca se lamentan de que nadie escuchara las voces dadas años antes, alertando de la falta de profesionales, para reforzar el sistema sanitario a nivel estructural y de recursos humanos que ya era desde hace una década algo fundamental a mejorar.

Recuerdan además el durísimo trabajo en Atención Primaria y en Hospitales durante los primeros meses de pandemia sin suficiente material de protección ni planes de actuación bien elaborados, con centros sanitarios desbordados también en las siguientes oleadas tras el verano. 

Innumerables protocolos e instrucciones cambiantes y a veces contradictorias han llevado a un cansancio sumado al del propio trabajo, cuya suma no es lógica.

En la Atención Primaria se quejan además y de forma constante sobre la dedicación de los profesionales a excesivas tareas administrativas por el COVID hoy —pero por otros motivos ya antes— lo que en estos momentos de estrés laboral imposibilita el adecuado seguimiento del resto de las patologías agudas y crónicas. 

Se necesitan planes de actuación más participativos y desde diversas ópticas, diálogo fluido entre las partes, garantías de seguridad en su trabajo, recuperación de la accesibilidad de los pacientes a los Centros de Salud y aumentar la labor de prevención y la atención al resto de patologías, mejoras en la atención telefónica de los centros de salud y "liberar a los profesionales de la ingente labor burocrática y administrativa que devora su tiempo asistencial".

Además, en los hospitales debe haber planes de contingencia y mantener la atención al resto de patologías. 

Es imprescindible hacer una Auditoría de todo lo acontecido y la forma en que se ha tratado este proceso crítico, para hacer protocolos válidos para otras ocasiones similares en el futuro. 

Hoy sabemos que la Sanidad en España se asentaba en exceso sobre el día a día, con falta de profesionales que en muchos casos se iban a otros países con mejores contratos laborales y sueldos más altos, con alta movilidad profesional, con un uso de la medicina privada en algunos casos irregular y sin controlar, y son una división clara y excesiva de los profesionales entre la Atención Primaria y la Atención Hospitalaria.

No conocemos tanto de la enfermedad COVID como de las debilidades del actual sistema sanitario. 

Incluido el sistema de investigación, la mala relación entre Farmacia y Sanidad, entre Veterinaria y Sanidad o entre Atención Primaria y Atención Hospitalaria. 

Hay detectado un egocentrismo excesivo en algunos sectores sanitarios, que llevan a una compartimentación excesiva entre los distintos grupos de trabajo, que afecta a todo lo que rodea a la Sanidad española. 

Ese corporativismo excesivo —pues no es uno sino varios— hace mucho daño a las posibles soluciones, a optimizar los recursos.

Y si es una enorme debilidad del Sistema de Salud en periodos normales, es un drama en periodos como este. No sabemos tanto de la enfermedad porque no se han puesto a trabajar conjuntamente todos los compartimentos sanitarios, donde se incluyen muchos más que los médicos de personas.


Julio M. Puente Mateo