21.5.21

Madrid bien vale unas tónicas, aunque esté vacía la Cultura


Hemos estado unos días en Madrid, como quien dice: "En la Capital" de la nada o del vacío. A mi marido le encanta ir de museos, íbamos con mochila, pues resulta que las consignas están cerradas tanto en la Estación como en los museos, por la pandemia nos decían, todo lo malo es por la pandemia, así que todo el Museo Reina Sofía nos lo recorrimos con la mochila a cuestas. 

Pero yo me pregunto como es que antes… en situaciones normales… no te dejaban entrar con mochila y tenías que dejarla en consigna por obligación, y ahora sí que te dejan pasar con ellas poniéndotelas por delante. Que me digo yo misma: —¿Qué diferencia hay para poder pasar ahora y antes no? 

—¿Que te puedes contagiar en una consigna, si antes para entrar te echan un buen chifletazo de gel? ¿Que respirar mucho en la zona de consignas y se puede quedar el bicho flotando? ¿Que llevas el bicho en las mochilas y se puede caer al suelo de la zona de consigna pero no en el suelo de la visita al Museo?

En el Museo Arqueológico Nacional tenían dos plantas cerradas también por el maldito bicho de la pandemia. Debe ser que así, con la mitad cerrado, las personas que vamos de visitas estamos más junticas y nos podemos mirar a la cara. me refiero a las 5 personas en total que había el miércoles por la tarde.

Tengo que decir que en el Museo Reina Sofía estaba vacío solo estábamos nosotros tres, y en los demás espacios culturales en los que estuvimos sucedía igual. Hay un trabajo para revitalizar la Cultura que nadie se lo puede imaginar. La Cultura y el Turismo.

Eso si, las terrazas de bares en la calle igual por la mañana que por la tarde todas a tope. Se ve que la cultura no interesa, pero las cañas nos vuelven locas. Y así nos va. Y no es que sean baratos los bares precisamente, pues tres tónicas en la plaza de chueca fueron 10,50 lo que indica que no pagas la tónica sino el adoquín de la plaza.

María Ángeles Ajovín Medrano

20.5.21

¿Tú sabes dónde estarán en el año 2050? Yo sí


Leo que Pedro Sánchez ha presentado hoy un Proyecto para la España de 2050 y me asusto. —¿En serio? —Me asombra que seamos incapaces de dominar las vacunaciones, de contar los fallecidos de la COVID o de plantear cambios profundos en la Sanidad Público actual para que nunca vuelva a suceder que nos pille un puto virus sin batas para los médicos…, pero en cambio somos capaces de imaginarnos el 2050 como el que se monta una película de ciencia (poca) y ficción (mucha).

Todo evoluciona a una velocidad nunca imaginada y hoy 30 años son como 100 a principios del siglo XX. Pero sin perder de vista esos 30 años por delante, sigo sin imaginarme a los ciudadanos de 1910 diseñando el 1940. Se habrían equivocado y mucho. Ni a los españoles de 1975 pensando en qué querían para la España de 2005. 

No son muchos esos 30 años de imaginación social y hay que reflexionar sobre esas fechas mucho antes de que lleguen. Hay que diseñar el futuro con mucha antelación. Pero en secreto casi, con sordina para no meter la pata con las equivocaciones. Suena a redondo el 2050, incluso a bonito, pero sobre todo suena a mecagüenlalecheputa. 

Yo no estaré en ese 2050, así que a mí… ¡qué me importa! —debería pensar— pero en cambio me gusta pensar en el 2050. Debo estar idiota. ¿Quién gobernará en España en el 2050? Un día me tengo que poner a pensar en el 2050 con ganas de pensar en serio, es decir, con ganas de perder el tiempo.

Isabel Díaz Ayuso: El poder del quizá


Mi amigo madrileño
—no diré su nombre— quiere hacerse aragonés. No hubo en mí ni adoctrinamiento, ni sugestión, ni siquiera mención a cambiarse de Comunidad Autónoma, cambiar Madrid por Aragón. Él solo, desesperado ante la situación de Madrid, asume que en Aragón se hacen las cosas de manera diferente y que le da vergüenza su ciudad, su Comunidad, y cómo la gente asume un cosmopolitismo que no tiene porque, como dice, somos provincianos a más no poder. 

Cuando hablamos por teléfono (los dos detestamos a esas personas que solo se comunican por whatsapp pero que son incapaces de llamar para ver cómo estás, porque hay personas robots y no lo saben) siempre sale su desesperación ante el caos de Madrid. Como terapia de apaciguamiento le digo que no se cabree tanto y, cuando quiero utilizar algo de humor, le digo que se vaya a vivir a Guadalajara.


Mi amigo madrileño conoce bien Madrid y me describió la ciudad cuando, en cierta ocasión, me comentó a grosso modo la vida de sus padres. Cómo su madre de niña iba con madre y hermanos de edifico en edificio semiderruidos durante la guerra y postguerra. Cómo su padre, demasiado de izquierdas, tuvo que lidiar con el aislamiento. Cómo él, junto a padres y hermanos, vivieron en esos edificios de protección social donde, en grandes moles en altura, vivían los que hoy llamaríamos de renta baja. Cuando lo comenta, veo la historia de España del siglo XX. Apenas unas palabras, durante unos minutos, ejemplifican perfectamente las miserias y luchas diarias que tantos españoles tuvieron que hacer para salir adelante o, las más de las veces, sobrevivir. 


Nunca se lo he dicho, pero me emociona cuando habla así de su familia. Porque, en cierta forma, habla de la mía y quizá de muchos de los que lean este artículo. Es la historia de esta España nuestra tan saeteada por flechas envenenadas de vencedores arrogantes, religión hipócrita, ascenso social a base de podredumbre espiritual, destrucción y expulsión del talento en un país donde los investigadores tienen que mendigar ayudas económicas y exiliarse, pero sacamos y pagamos a nietas de dictadores en portadas de revistas del ¿corazón?


¡Querido amigo madrileño! Tienes razón en tus enfados, en tus maldiciones, en tu odio hacia un Madrid que destruye lo público y os convierte en esclavos de políticas injustas y, sobre todo, de una pobreza intelectual en la que se ha afianzado la radicalidad. Se ha creado una antropología social donde decir que no tienes seguro médico privado, segunda residencia, vivir en un buen barrio, viajar a lugares exóticos y estrenar ropa de marca como si no hubiera un mañana, en definitiva no seguir los postulados del neoliberalismo, te convierte en un John Doe. 


¡Querido amigo madrileño! ¿Quisieron los hijos ser igual que los padres? ¿Cada generación familiar no quiere ser más lista, más alta, más guapa, más rica que la anterior? 


¡Querido amigo madrileño! No se quiere recordar el pasado. No quieren vivir en edificios vitales semiderruidos. Se entrampa, se autoengaña, se vota a Ayuso. ¡ELLA ES EL PODER DEL QUIZÁ! 


Ella es la quimera de creer por unos instantes que no existen los alquileres abusivos, los trabajos extenuantes, los barrios del Sur de Madrid que quieren ser como los del Norte. Ella arrastra a los suyos y convence a los desesperados que se aferran a una ideología que los desprecia y que los engaña con cantos de sirena. Los desesperados ya no se fían de los partidos que supuestamente los iban a defender, porque nunca lo hicieron o lo hicieron muy mal.


¡Querido amigo madrileño! ¿No ves que hasta Joe Biden en USA, patria del neoliberalismo, va a destinar cerca de dos billones de dólares para rescatar a la clase media? No lo hace por la clase media, no seamos ingenuos, lo hace por no perder el control geopolítico y hegemonía de USA. Cuando un cornudo con pieles se te planta en la presidencia del Congreso de la primera potencia económica, sabes que tienes que rescatar a los descontentos. 


En Madrid no tenéis a un cornudo con pieles, tenéis a una pija con cuernos de oro heredados gracias al pueblo madrileño que los tuvo que cincelar con sudor y lágrimas. Pero esto la gente no lo quiere recordar. Amnesia, es el estado mental a tener y el dogma a seguir.


Por eso, cuando me preguntas a cuánto están los pisos en Teruel, me río. Pero te digo una cosa. Aquí te acogeremos sin dudarlo. Te veo viviendo en el Maestrazgo o por la sierra de Albarracín o en el mismo Teruel. No digo que Aragón sea perfecto, pero hay otro talante político a la hora de gestionar. El mismo Lambán se negó a sentarse con Vox para negociar. Es nuestro Merkel maño. 


¡Querido amigo madrileño! Si algún día te decides a instalarte aquí en Aragón, te recomiendo que te lo patees, como si fueses Labordeta con tu mochila, del norte al sur. Cuando estés harto del desmantelamiento de la sanidad pública, de Esperanzas Aguirres que vende Goyas a espaldas de su familia y qué no hará y ha hecho, cuando soportes a los tontos de tus vecinos que se creen patriotas de medio pelo, cógete un billete de tren y vente para Aragón o a otro lugar donde encuentres un mínimo de civilización, esa que hoy se aleja de nuestro porvenir. Si algún día, querido amigo madrileño o madrileños en general, venís a Aragón os acogeremos. Calibrad cómo es nuestro territorio. 


Lo repito, nadie es perfecto. Nosotros los aragoneses tampoco, pero puestos a comparar hacemos podio. Por cierto, ¡Teruel, existe!


Olga Neri

18.5.21

Para aprender a escribir, hay que leer y descubrir los estilos


Para aprender a escribir bien…, hay que aprender a leer bien. A ser críticos con las obras de los otros escritores que te gustan, a descubrir cómo se han escrito sus obras, cómo es el narrador, si se habla en futuro, en presente, desde primera persona, desde tercera. 

Si se cambia de narrador en algún momento, si se ambientan bien las escenas, si se juega con las descripciones detalladas o abstractas, si los personajes describen o actúan.

Leer de forma crítica ayuda a encontrar los engranajes de la obra y a poderlos emplear luego en tus obras.

Cada uno somos únicos en la forma de describir historias, de contarlas. Copiar los estilos es también aprender a escribir para ir avanzando hasta encontrar el tuyo propio.

Una fórmula interesante para aprender a trabajar sobre un estilo de otro escritor es coger una parte de una historia de un libro ya escrito e intentar escribirla tú… con tus propios recursos, con tu estilo. Y comparar, y rectificar, y corregir. No es fácil, pero es interesante para ir avanzando en tu formación.