30.3.11

¿Estamos ante un cambio de ciclo social y cultural?

Toda sociedad tienda hacia su desarrollo y crecimiento casi imparable, hasta alcanzar el punto más alto, para a continuación empezar a bajar de una manera muy rápida. Todo cultura social dispone de un punto máximo que nadie sabe posicionar hasta que se alcanza, no pudiendo este determinarse, hasta que se produce una caída pronunciada en su relación sobre todo consigo misma.
El dato más dramático de la hecatombe social es que se devora ella misma. Los mayores desastres que le suceden a una cultura social en su decaimiento brusco; es precisamente la multiplicación exponencial de sus propios problemas y la nula capacidad de respuesta y soluciones, más que la pelea de contrarios que quieren modificar culturas y sociedades.
Normalmente a una catástrofe social no le sucede un recambio social; queda un vacío que es precisamente el que produce el desastre con mayor crudeza y rapidez. No hay una transición, pues esta formaría parte del propio crecimiento de la sociedad, no hay evolución hacia otro punto sino un gran vacío que se come todo lo construido —queriendo o sin querer—, pero sin capacidad de respuesta.
Por eso la destrucción de un sistema de cultura social se produce a una velocidad muy alta, pues no dispone de mecanismos de defensa al estar todo él paralizado; es pues una incomprensión e incluso un alentamiento social para que se produzca el desplome como mal menor.
Es complicado decir que estamos ahora (en el 2010/2020) en un punto máximo
de una cultura, pues los cambios sociales se producen mucho más lentos de lo que nos parece a los simples mortales que los vivimos. Los romanos que vivieron la caída del Imperio, los españoles o franceses, los rusos o los aztecas no se dieron cuenta de la gravedad de su decaimiento en el momento en que este se producía. Ellos no lo detectaban pero si los que ayudaban a que éste se produjera con sus guerras, invasiones o presiones.
Hoy, en 2011, la cultura social occidental está en un punto muy delicado que le puede llevar en las próximas décadas a su transformación si no a su caída brutal.
Vivimos un periodo de crisis de varios tipos que se anclan en el tiempo. No tenemos líderes capaces de ofrecer respuestas. No hay soluciones a corto plazo para modificar conductas sociales. Van surgiendo nuevas formas de crisis que se suman a las anteriores antes de iniciar la solución de sus predecesoras. Crecen otras sociedades culturales vecinas con otras maneras de entender la vida social. Se critican fuertemente desde dentro los espíritus que han servido para dar sentido a la actual cultura social occidental como la democracia o la política. Se han disgregado de esa sociedad elementos muy importantes que buscan su beneficio en contra de la supervivencia general. Existen herramientas globalizadoras que unifican sociedades en beneficio de algunas y detrimento de otras. Se ha difuminado totalmente el contrapoder ideológico de los recambios gerenciales de los pueblos, restando la posibilidad de que todo recambio genere ilusión. Existe un decaimiento social grave ante nuestro propio futuro e incluso ganas de que se rompa todo lo construido alrededor de nuestro sistema social occidental.
Si admitimos que algo no está funcionando bien y que queremos soluciones y respuestas, estaremos salvados. Si lo vemos como algo inevitable en el camino hacia el cambio, perderemos toda posibilidad de salir indemnes. Si optamos por la revolución y esta la construimos con inteligencia social podremos salir airosos del reto de la revolución impredecible que se nos viene encima. Nada mejor para defendernos de la destrucción, que declarar la guerra al absentismo social; nosotros decidimos ahora qué queremos para nuestros nietos.
Hay muchas formas de pensar y actuar; todas son válidas si existe diálogo y capacidad de gestionarlas hasta saber elegir las posibles. Pero si se pierde, perdemos todos, también los que creen que nunca perderán.