8.12.18

Los robot hace años que ya nos quitan puestos de trabajo

Se nos dice que los robot se van a ir poco a poco apoderando de nuestros trabajos…, pero esto ya lo han hecho sin casi darnos cuenta. Un robot no tiene porqué tener la figura de un humano

Cuando el tranvía de Zaragoza llega a un semáforo o a un cruce, un robot lo detecta y cambia el sentido de todos los semáforos por donde va a pasar. Hace 50 años esto mismo lo hacían guardias de tráfico. Cuando en un gran centro comercial han pasado por caja al cobro 1.000 litros de leche, se detecta en el robot del almacén y se repone en los viales, y automáticamente solicita al proveedor asignado que se les envíe más material. Parte todavía hoy lo hacen los humanos.

En breve no será posible hacer huelgas en muchos de los servicios públicos pues no habrá personas trabajando en ellos sino máquinas.

Leíamos esta semana que a una máquina que jugaba al ajedrez le habían programado no ya para aprender a jugar al ajedrez, sino para aprender ella misma de las partidas que jugaba y perdía. Tenía capacidad de aprendizaje que aumentaba según los resultados. Tomaba decisiones según los resultados, con preferencia de sus propios malos resultados. Un nuevo paso en los aprendizajes artificiales.

Dudamos sobre la posibilidad de que los robot se nos rebelen contra nosotros, tomen decisiones ellos mismos, y este es el camino, enseñarlas a que tomen decisiones según sus propias experiencias. Y lo hacen bien, pues utilizan el mismo mecanismo que las personas, aprender del error.

Hoy podemos hablarle a una pantalla y ella nos escribe lo que le vamos traduciendo, incluso lo hace con muy pocos faltas de ortografía o de sintaxis, y le podemos dictar en castellano y ella lo escribe en inglés o al revés. La mirada de nuestro teléfono puede estar observando en francés y mandarnos a nosotros la misma imagen ya traducida al castellano. Y si queremos le podemos decir al mismo teléfono que nos lea en voz alta lo que allí pone, en un idioma o en el contrario.

Todo esto son robot escondidos, personitas pequeñas con forma de “cosa” que se nos han ido metiendo dentro del bolsillo. ¿Y si esos mismos teléfonos tuvieran mecanismos escondidos para saber detectar dónde estamos en cada momento, qué compramos, a quien llamamos, con qué personas nos relacionamos y con quien se relaciones nuestros contactos? Estoooo…, que me dicen que si, que esto también…, ya…, también. Si. Jo.

Creer en nuestro Dios es ser muy egoísta

El otro día me explicaron que creer en nuestro Dios es ser muy egoísta. Y en la explicación está el fondo del asunto. Nuestro Dios creó según nos dicen este planeta Tierra, este mundo nuestro, la vida en este mundo azul. Pero en realidad la Tierra es una cosita muy pequeña dentro de nuestro Sistema Solar, donde aproximadamente ocupamos como Tierra menos de un 0,05% de su volumen. 

Nuestro sistema planetario alrededor de un Sol sin vida —aunque él tenga el 99,75% del volumen total— es diminuto comparado con nuestro sistema estelar donde queda incluido nuestro sistema planetario. Pues hay miles y miles de sistemas estelares y la Vía Láctea no es ni de los más grandes.

Hemos sido capaces de detectar ya más de medio millón de planetas. Estamos a unos 28.000 años luz del centro de la Vía Láctea que sería nuestro Sistema Estelar. No somos pues…, nada de nada. 

Pero en cambio estamos convencidos de que Dios tuvo los arrestos de fijarse en esta motita de polvo diminuta para crear aquí la vida. ¿Somos o no somos egoístas por pensar así?

Pero si acudimos a las matemáticas nos vamos a unas cifras peores. Estas nos dan que hay unos ochocientos trillones de planetas en el universo, que también tiene narices intentar encontrarlos a todos, de los cuales podrían estar habitados por algún tipo de vida sobre unos 50 trillones de planetas. Si la vida la creó Dios en todos ellos, hay que reconocerle un trabajo bestial, inmenso. Siempre que haya un solo Dios currando para eso. Y que nos haya tocado a nosotros una suerte inmensa. ¿Sabemos lo que es un trillón? Sí, bastante más que el salario medio de un español.