1.2.20

No sabemos bien donde está la salida buena, cuando ya estamos despistados

En el pueblo de mi padre, por la Soria fría y vacía habían desaparecidos dos personas mayores. Ayer las encontraros a las dos. Una mochuelo y la otra despistada. Son dos dramas complejos de imaginar. La distancia entre terminar mochuelo o alelado no es tanta. Unos fríos de más o de menos y se te hiela el corazón y las ideas. 

¿Cómo se muere estando en el campo alejado de una cama o de una simple silla? ¿Dónde se habita la vida o la muerte cuando llevas varios días desaparecido y sin comer ni soñar? ¿Encima de un árbol seco como los mochuelos en invierno? 

Lo curioso es que en ambos casos la vida o la muerte les ha llegado no muy alejados de su casa, a pocos kilómetros andados en busca de la salida. 

Lo que no sabemos bien es si al final la salida la logró el que se quedó mochuelo o el que encontraron ido y despistado. 

¿A quién le espera un futuro peor, si es que se puede llamar futuro a la nada?

Escucho a Sabina, escribo de nada y fotografío sabinas. ¡Uff!

Tarareo con los dedos sobre la mesa creyendo que estoy tocando un teclado acompañando la música que escucho, que es tan rítmica que hasta los sosos seríamos capaces de movernos. 

Pero eso me distrae, me aparta de lo que estoy haciendo, esto mismo que lees. Se me lleva hacia la música en vez de hacia la escritura. Me salen letras tecleadas con ritmo de Sabina y no es bueno pues vete a saber qué estoy escribiendo. 

Nada. 

Ruido, ruido, mucho ruido. Ruido entrometido. Silencioso ruido. Ruido enloquecido, ruido sin sentido.