Lo que va a diferenciar una empresa de otra es saber gestionar de forma adecuada las personas que las integran, saber valorar los RRHH y gestionarlos de manera que se logren equipos
excelentes. Es importante en toda organización de tamaño mediano tener un departamento que puede ser de una o de varias personas según las necesidades, que se dedique a optimizar sus equipos, sus RRHH, a gestionar a las personas, diferenciando este trabajo del productivo que pueda ofrecer la empresa.
Hay que detectar errores, disfunciones, necesidades, diferencias entre las personas, atender a su crecimiento profesional, resolver sus problemas, integrar los equipos humanos para hacerlos más eficaces. Nunca hay que confundir eficacia con control excesivo. Muchas veces los objetivos se mejoran solo con profesionalidad del grupo de trabajo de RRHH, atendiendo a nuevas técnicas de gestión de personas, de equipos, de excelencias.
Sin personas dedicadas a una empresa, esta no puede funcionar bien, y de esto se trata cuando hablamos de gestionar equipos y personas dentro de una organización. Imaginemos un equipo deportivo. Sin la figura del entrenador que aglutine, es imposible conseguir un equipo que funcione bien.
Los departamentos de RRHH deben conocer bien a las personas, sus funciones y características, las necesidades de las empresas, las carencias de todo el equipo, las diversidades de profesionalidad de cada persona por si es necesario reintegrarlas en diferentes departamentos en unos momentos de tensión productiva.
El departamento de RRHH debe tomar decisiones que afectan a personas y por ello es esencial que las conozca bien y que su relación sea positiva e integradora, que exista respeto recíproco para que todas las decisiones se entiendan bien. Estos departamentos deben gestionar la normalidad pero también los momentos de estrés, de cambios, de crisis, de movimientos internos, de crecimiento, de despidos. Debe ayudar a formar y a integrar, debe escuchar tanto o más como hablar y gestionar. Debe tener influencia y respeto desde y hacia la dirección de la empresa.
7.5.12
6.5.12
Hollande nuevo medio Presidente en España
En Francia hoy no ha ganado Hollande ni los socialistas; han perdido los conservadores y Sarkozy, como están perdiendo en todos los países los mismos políticos que han gestionado mal la actual crisis hasta enquistarse y convertirla en depresión más o menos velada según territorios. Los miedos votan. En Grecia por el contrario han ganado los antipolíticos, en unos resultados más complejos de analizar, con muchas más aristas que nos indican unos nuevos caminos de los que tienen que tomar muy buena cuenta los actuales políticos mundiales, para no caer en los desbarajustes lógicos ante los miedos de quien pierde lo poco que tiene, su libertad y su empleo.
Estamos condenados a cuidar la política o a perderla. Toca elegir por parte de todos, de los políticos y de los ciudadanos que votan. Sin política no se puede vivir, ya lo hemos advertido aquí alguna otra entrada ya vieja. No se ha descubierto ningún método de gestionar y dirigir una nación, una sociedad que no sea con políticos democráticos o con militares apoyando a políticos dictatoriales. O democracia o militares. No hay ninguna otra y si la hay la desconozco.
Que no creamos que Hollande va a resultar un caramelo dulce para España, pues si bien es el contrapeso perfecto para que Merkel tenga que cambiar sus políticas de austeridad, será con enormes esfuerzos y controles como intentarán apoyar a la reactivación económica. Los países que como España tengan que salir de su crisis tendrán ahora otro plato diferente que nos alimente la economía, pero las exigencias y controles serán los mismos o mayores. Sobre todo con los grandes datos macroeconómicos y los juegos de manos financieros. Se seguirá incidiendo en los abultados desajustes en la administración del Estado, pues la compararán con la suyas y les saldrá la crítica de lo más sencillo, sean conservadores o socialistas, y nos seguirán obligando a adelgazar nuestro sistema de organización. Y nuestra picaresca negra, nuestro mercado laboral que nadie entiende, nuestra forma de soportar la crisis de empleo que nadie es capaz de creerse que lo soportamos sin romper cristales.
Anuncio de refrescos Mirinda del año 1974
La Mirinda es una bebida originalmente española, refrescante, que empezó siendo solo de naranja aunque ahora haya extendido sus sabores a limón, pomelo, fresa, manzana, uva o piña, según países. En sus inicios era una bebida totalmente española que luego fue comprada por la casa PepsiCola para competir con la Fanta de la Cocacola. Su nombre proviene del esperanto, en donde Mirinda quiere decir “maravilloso” y se le puso este nombre al ser sus creadores gente que practicaba este idioma. Dejo un anuncio de Mirinda publicado en un tebeo Tiovivo, donde se animaba a los niños a consumir esta bebida a costa de buscar debajo de las chapas premios en metálico y si se completaba la colección de personajes del tebeo se entraba en un sorteo de viajes a Londres, ciudad soñada ya por aquellos años entre los jóvenes españoles . Es un anuncio del año 1974
A los españoles nos preocupan muy pocas cosas
Hablaba hoy (mayo de 2012) por videoconferencia con un amigo empresario español en Canadá y la conversación era extraña, dura para mi. No nos entendía a los españoles actuales —lleva más de una década fuera de España—; si de verdad hay tanto desempleo, si sufrimos un paro de más del 50% de los jóvenes —según se publica por sus tierras y yo le confirmaba— no entendía como no estásemos ya en guerra civil.
Ya casi se le habían olvidado las prestaciones por desempleo o los subsidios a la desocupación, pero aun así seguía sin intentar ni comprender por qué nos estamos quietos, por qué no saltamos a exigir un empleo, a crear un empleo para cada uno de nosotros.
Ya casi se le había olvidado que en España ya no queremos guerras de ningún tipo. Que a veces la pasividad es un problema controlado por los que dominan y mandan.
Me comentaba (2012) que en Perú, Ecuador, Chile, Colombia, Brasil, México o Canadá la gente está funcionando muy bien, que hay una actividad económica muy potente, que es similar a la Europa cuando entró en el euro. Se crean empleos, empresas, nuevas actividades, proyectos, se crece, se vende y se consume.
Me comentaba (2012) que en Perú, Ecuador, Chile, Colombia, Brasil, México o Canadá la gente está funcionando muy bien, que hay una actividad económica muy potente, que es similar a la Europa cuando entró en el euro. Se crean empleos, empresas, nuevas actividades, proyectos, se crece, se vende y se consume.
—¿Qué nos pasa en España?— me pregunta con ganas de encontrar una respuesta que no se darle para convencerle de que no nos pasa nada. De que curiosamente no nos pasa nada.
No me nombra ni Venezuela, ni Argentina, ni Bolivia, no quiere meter el dedo en nuestras llagas, pensando que nos preocupan estos temas, estos países que nos van perdiendo el respeto. ¿Cómo le digo yo que no, que tampoco esto nos preocupa?
Me habla de negocios, de actividades en donde se buscan a profesionales bien formados y que los españoles encajarían muy bien, me habla de exportaciones, de servicios compartidos, me insiste en preguntarme que por qué no emigramos como hace unas décadas. Me callo.
No me nombra ni Venezuela, ni Argentina, ni Bolivia, no quiere meter el dedo en nuestras llagas, pensando que nos preocupan estos temas, estos países que nos van perdiendo el respeto. ¿Cómo le digo yo que no, que tampoco esto nos preocupa?
Me habla de negocios, de actividades en donde se buscan a profesionales bien formados y que los españoles encajarían muy bien, me habla de exportaciones, de servicios compartidos, me insiste en preguntarme que por qué no emigramos como hace unas décadas. Me callo.
Creo que no emigramos (mas que aciertos países europeos) por creernos que los inmigrantes son seres inferiores, tras hartarnos de comentarlo en los taxis o en el Metro cuando nos creíamos los dueños de la nada.
Ahora nos toca a nosotros plantearnos ser emigrantes y nos jode volar a sufrir lo mismo que hemos hecho nosotros sufrir a los que venían a España.
Hemos quedado en continuar con nuestra charla triste, desigual, complicada. Él ya no nos entiende. Lo malo es que yo casi le doy la razón.
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