11.1.17

Sócrates y la prueba de los Tres Tamices

Dicen las viejas lenguas que en la antigua Grecia, al gran filósofo y sabio Sócrates hace como 2.400 años —y que ya tenía una gran reputación de sabiduría— un día vino alguien a entrevistarse con él, a contarle cosas sin haber escuchado antes mucho, sino intentando persuadirle y medrar, y tuvo la osadía de preguntarle a Sócrates:

—¿Sabes lo que acabo de oír sobre un amigo tuyo?
—Un momento —respondió Sócrates—, antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba, la de los Tres Tamices.

—¿Los tres tamices?
—¡Sí! —continuó Sócrates— antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno tomar el tiempo de filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo La prueba de los Tres Tamices. El Primer Tamiz es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me vas a decir sobre mi amigo es verdad?

—No, yo sólo lo escuché a otros.
—Muy bien. Así que no sabes si es verdad. Continuamos con el Segundo Tamiz, el de la bondad. Lo que quieres decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno, es positivo?

—¡Ah, no! Por el contrario, lo que me dijeron era que había hablado mal de tí.
—Entonces —cuestionó rápidamente el filósofo Sócrates—, quieres contarme cosas malas acerca de mi amigo y su relación conmigo y ni siquiera estás seguro de que sean verdaderas. ¡Buff! Tal vez aún puedes pasar la prueba del Tercer Tamiz, el de la utilidad. ¿Es útil y positivo que yo sepa lo que me vas a decir de este amigo?

—No, creo que no te va a gustar, en serio.
—Entonces, —concluyó Sócrates— lo que ibas a contarme no estás seguro de que sea cierto, no es bueno ni para él ni para mi, ni resulta útil para ninguno de los dos. ¿Por qué o para qué deseabas decírmelo?




Ciudadanos en transición hacia la sostenibilidad

Mientras alguno todavía dudan de que exista en verdad el cambio climático y la insostenibilidad del actual consumo desaforado y las emisiones contaminantes sin control, el mundo se ha puesto enteramente manos a la obra, siendo las ciudades las que están liderando estos ejercicios de responsabilidad colectiva, para hacer sostenible el planeta, o al menos menos duros los cambios.

Hablábamos aquí de los proyectos de “Ciudades en transición” que ya están llevando a cabo diversas ciudades de todo el mundo. Buscando sobre todo emisiones cero a costa de un menor consumo de energías fósiles. Y la implicación de toda la sociedad en su propia responsabilidad consumista, para que el mundo sea más sostenible.

Es cierto que algunos países en vías de entrar en el primer mundo industrial, ahora se quejan de que precisamente y tras muchos años de un descontrol total sobre las emisiones contaminantes de todo tipo, sea ahora cuando ellos quieren crecer, cuando se intente cortar de raíz todo proceso de crecimiento industrial sencillo y barato. Es también una forma política de controlar el crecimiento económicos de estos países.

Lo demostrado es que si no se toman medidas urgentes pero además contundentes en nuestras formas de vida, vamos camino con el actual proceso tan rápido de desarrollo global, a una situación muy insostenible.

No tiene ninguna explicación con sentido común, que seamos capaces de admitir el problema que supone la gasolina y el diesel, y no potenciemos el vehículo eléctrico con urgencia. Tampoco que no seamos capaces de revertir los actuales modelos de transporte entre países, por sistemas mucho menos contaminantes. Los camiones por carretera deberían tener un tiempo de adaptación y potenciarse más los transportes por tren y avión.

Pero posiblemente y en contra de toda la actual economía y sus sistema de autoalimentarse, seamos los ciudadanos como consumidores, los que más debemos cambiar de hábitos. Ese consumismo absurdo de comprar fresas en invierno, de cambiar de aparatos antes de hacerse viejos, de estar siempre endeudados por el consumismo, supone unos costes de producción, de transporte y de distribución, medido en contaminación y en consumo de materias primas, que resulta insoportable si todos los habitantes del planeta queremos acceder en igualdad de cantidad consumida.

9.1.17

La noche que llegué al Café Gijón

“La primera noche que entré en el Café Gijón puede que fuese una noche de sábado. Había humo, tertulias, un nudo de gente en pie, entre la barra y las mesas, que no podía moverse en ninguna dirección, y algunas caras vagamente conocidas, famosas, populares, a las que en aquel momento no supe poner nombre. Podían ser viejas actrices, podían ser prestigiosos homosexuales, podían ser cualquier cosa. Yo había llegado a Madrid para dar una lectura de cuentos en el aula pequeña del Ateneo, traído por José Hierro, y encontré, no sé cómo, un hueco en uno de los sofás del café.

Toda una vida (o eso me parecía) leyendo cosas sobre el Café Gijón, allá en provincias, y ahora estaba yo aquí, y además venía a leer unos cuentos al Ateneo (y con el secreto propósito de quedarme) o sea que era un viaje literario, y me hubiera gustado que cualquiera de aquellas caras conocidas o desconocidas me preguntase qué hacía yo por Madrid para responder con desgana y énfasis:

—Ya ve usted, que mañana doy una lectura en el Ateneo.

Fragmento de: Francisco Umbral. “La noche que llegué al Café Gijón”.

Barrios pobres y barrios ricos en Barcelona

La pobreza se contrasta con la riqueza para poderla medir, unas sociedades contra otras, sobre todo en las grandes ciudades, que es donde más observamos las diferencias que hay incluso entre barriadas vecinas, en zonas de la misma ciudad que muchas veces están separadas por una gran avenida, un río o una zona industrial y que están totalmente separadas socialmente por unas diferencias económicas y de calidad de vida que son enormes.

Podemos ver ahora en el plano, el ejemplo de Barcelona con los datos del año 2015. En esta gran ciudad, seis de los diez barrios más pobres del año 2014, han ampliado su pobreza, se han separado más de los barrios más ricos. Y mientras el barrio de Pedralbes con 11.700 habitantes repite como el Distrito con la renta más alta (con 250,5 puntos), en la parte más baja de la tabla de ingresos estaría la zona de Ciutat Meridiana con 10.200 habitantes (34,5 puntos) desbanca a Trinitat Nova (35,6 puntos) como barrios más pobre de Barcelona. Más de 7,2 veces de diferencia media en la renta familiar de sus vecinos, entre Pedralbes y Ciutat Meridiana.

El concepto de pobreza o riqueza es muy relativo en las grandes ciudades. Aquí no se contempla a las familias o personas individuales que no están empadronadas. Tampoco a los que cobran parte de sus ingresos fuera del sistema legal de impuestos. Esto contrastaría todavía bastante más estos datos.

La pobreza no se debe basar tanto en estos datos estadísticos, como en el acceso real a los servicios de la sociedad. Aquí es donde vemos el diferente grado de acceso según el tipo de personas que analizamos. Con iguales ingresos, los migrantes tienen menos pobreza real, pues entre ellos se ayudan sobre todo a informarse de los sistemas de apoyo social. Menos también las familias con hijos pues reciben ayudas en especie y tienen mejores accesos a la educación o a la sanidad.

En cambio las personas de la tercera edad y sobre todo si viven solas, incluso con ingresos más altos o con algunos ahorros, en realidad son mucho más pobres reales que otros grupos sociales con menores ingresos, pues su acceso a los servicios es menor, por dificultades de comunicación, de salir a la calle, de relación social.

En estos tiempos es fundamental ayudar a las personas en la medida en que se les pueda dotar de medios para salir de su pobreza real, que no siempre es con ayudas económicas. Buscarle un trabajo a una personas que está indefensa por diversos motivos, acompañarla al médico o a pasear al parque a un anciano, ayudarle en la compra, hacer regalos de Reyes a los niños, es por poner algunos ejemplos sencillos, una forma simple de ayudar a salir parcialmente de la pobreza real, con poca ayuda económica. Y sin duda, la mejor manera (y más fácil) de ayudar a salir de la pobreza a ciertos colectivos, es darles compañía y seguridad personal.