25.11.17

El humor de Chumy Chumez, Ops o Gila en la Transición


El humor, esa forma maravillosa de expresión que muchas veces utiliza el doble lenguaje, fue una constante durante los años de la Transición e incluso antes, en los últimos años de la dictadura, y lograba casi siempre traspasar las censuras que no se permitían a los textos, tal vez por tener los censores esa incapacidad manifiesta de saber leer entre líneas. 

Chumy Chumez junto a Ops o Gila, fueron unos genios en saber tocar la moral política de aquellos años, y les tendremos en huecos aleatorios en este blog. A Ops lo reconvertiremos en El Roto en algún momento, para seguir siendo parecidos, pero no los mismos.


24.11.17

Relaciones Franquismo e Iglesia

Franco era tan religioso que su defensa de la iglesia católica se había convertido en un objetivo prioritario desde los años 30. Gobierno e Iglesia debían ir de la mano. Así que cuando fue informado en el año 1974 de que podría ser excomulgado, sabiendo que le quedaban ya pocos años de vida y que las puertas del cielo o del infierno estaban medio abiertas, se asustó tanto que cedió.

Su Gobierno no había admitido en absoluto la Homilía de Añoveros en Bilbao y junto al bunker de los más radicales franquistas, se dispusieron a expulsar de España, a desterrar fuera de su país al obispo de Bilbao. Pero el arzobispo de Madrid Vicente Enrique y Tarancón entendía que aquellas hojas no eran para tanto y que debía intervenir el Papa Pablo VI.

Así que surgió la famosa carta de excomunión contra todos los ministros, contra el Presidente del Gobierno Arias Navarro y contra el Jefe del Estado General Franco. Y para presionar a los miembros del Gobierno a Tarancón no se le ocurrió otra feliz idea que llevarla en persona ante Franco, para joderle la comida. Se reunieron Tarancón y Franco, pero para hablar de cómo resolver el problema, más que para cerrarle las puertas del cielo a Franco. Hay que recordar que Añoveros estaba bajo arresto político domiciliario.

'El pueblo vasco, lo mismo que los demás pueblos del Estado español, tiene el derecho de conservar su propia identidad, cultivando y desarrollando su patrimonio espiritual (...) Sin embargo, en las actuales circunstancias, el pueblo vasco tropieza con serios obstáculos para poder disfrutar de este derecho. El uso de la lengua vasca, tanto en la enseñanza en sus distintos niveles, como en los medios de comunicación está sometido a notorias restricciones. Las diversas manifestaciones culturales se hallan también sometidas a un discriminado control'.

Aquellas líneas habían levantado ampollas que se debían castiga de alguna forma, y a la vez evitar que la excomunión tomara cuerpo. A todo esto, Dios permanecía callado pues no se enteraba de nada. Y el Gobierno, torpe desde su crecimiento bunquerizado advertía que podría llegar a romper relaciones con la Iglesia de Roma.

El día 3 de marzo se le avisa a Añoveros de que debe prepararse para salir de España, pues un avión en el aeropuerto de Sondika le está esperando para llevarle al extranjero. Añoveros responde que no dejar trabajar a la iglesia es causa de excomunión y que él no se mueve de Bilbao, excepto que lo ordena el Papa Pablo VI.

A Franco ya solo le faltaba que le crecieran los enanos del problema con la Iglesia cuando toda Europa clamaba contra su dictadura, pero a la Iglesia tampoco le venía nada bien perder los privilegios que tenía en España, donde en temas educativos campaban a sus anchas.

Así que las aguas volvieron al cauce de la negociación donde el Cardenal de Toledo, Marcelo González Primado de España y Arzobispo de Toledo, la Santa Sede y Franco intentaron pactar una salida lógica. Aunque los estudios posteriores no son muy claros si lo que en verdad hizo cambiar de opinión al Gobierno que ya empezaba a mandar más que Franco, fue la excomunión o la realidad terca de que los 22.000 sacerdotes que había en esos momentos en España eran muy necesarios para mantener el Franquismo en lo alto de la credibilidad europea, aunque hubiera entre ellos 1.000 curas que llamaban comunistas, y que se había salido del cesto de la rectitud política de entonces.

Francisco Umbral y su Suárez

Un excelente cronista de la Transición fue Francisco Umbral que sabía retratar como nadie sus momentos desde la belleza literaria y el doble lenguaje. Os dejo un artículo de Umbral para hacer boca.

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El falangista Herrero Tejedor había taraceado sabiamente la personalidad política de Adolfo Suárez. Le forjó como un arma.

Fernández Miranda sería el arquero entusiasta que iba a manejar tal arma, y cómo lo hizo el saduceo. 

Un día entre los días, cuando creo recordar que ya todo estaba en marcha, Herrero murió un fin de semana en un accidente de carretera, arrollado el coche por un carro de mulas.

Algún ingenio de esta corte explicó que el carro de mulas iba a doscientos por hora.

Nunca se ha explicado bien aquel accidente, pero ya todo estaba en marcha, como digo, y Adolfo empezó a desplegar su personalidad de político fáctico y hombre con prestigios naturales.

Sus discursos cortados, secos, reiterativos, firmes, sonaban a cosa nueva frente a la floralia retórica de su origen falangista. Y, sobre todo, contrastaban con la llorandera de Arias Navarro, a quien el rey desterró en Torrelodones para regar flores.

Pero la Verdad es que cuando Juan Carlos sacó a Suárez de la terna que le había preparado Torcuato, todos escribimos artículos fatalistas y equivocados, glosando la elección como “inmenso error” que devolvía el Estado a la Falange.

Quiere decirse que no habíamos entendido los discursos previos de Suárez sobre asociaciones y esas pijadas, en los que temblaba ya, entre la fronda de las palabras, el acero mortal sobre el pecho condecorado del Movimiento.

El nombramiento había caído mal en la derecha y en la izquierda, pues que la Falange no era querida por nadie, ni querida ni creída por muchos falangistas, como lo prueba la facilidad con que Fernández Miranda les jubiló de la Historia, mientras los consejeros nacionales se aplaudían a sí mismos, sin saber lo que aplaudían.

Los que iban a morir saludaron al futuro, que en realidad era ya un presente.

Pero en cuanto Suárez empezó a hacer cosas por su cuenta, independizado ya de sus hadas madrinas de la recia Falange, hubo un retroceso de estupefacción en la gente.

¿Quién era ese hombre? Sabíamos de dónde venía, pero no sabíamos adónde iba, o nos costaba saberlo o creerlo, de tan bizarro.
Así, el día que legalizó el Partido Comunista, cenaba yo en Liria con Cayetana Alba, todavía sin jesuita al fondo, y me preguntó al costado del fuego, con su fingida ingenuidad tan sabia:

—¿Quieres decir, Paco, que en España vuelven a mandar los comunistas?

—No han mandado nunca, Cayetana. Lo que pasa es que Carrillo ha presentado un papel en una ventanilla, con una póliza, y se lo han aceptado.

El pretenso Areilza nunca hubiera legalizado al pecé, y sin eso no había más que una democracia convencional sin credibilidad en el mundo.

El pecé era la marca democrática y, por otra parte, los comunistas españoles, que parecían muchos y luego eran menos, tenían perfecto derecho a funcionar con su partido.

Años más tarde, Areilza quiso meterme en la Academia y se ha muerto sin lograrlo. Ya decía la Perona, o sea Evita, que el gallego no era para tanto, y le hacía esperar.

Suárez sabía que la legalización de la peluca le costaría muchos disgustos, aunque no sabía cuáles. Luego lo supo: amenaza de fusilamiento, cese y 23-F como fin de fiesta a cargo de los coros y danzas de la Guardia Civil con sus tricornios, que en la televisión sueca llamaban monteras.

Suárez, presidente progresista, bajaba al bar de las Cortes a tomarse un café rápido, aquel bar art-decó que se llevaría por delante el horterismo de los nuevos políticos.

Suárez me invitaba a un café en la barra y hablaba mirando a los ojos; entre su mirada y la mía, sonó su voz cordial, brillaba la ironía y el recuerdo de un artículo cruel que le hice en El País, recién elegido.

No había olvidado el artículo, pero yo ya le seguía en su peligrosa aventura (más que un programa tenía una aventura), y nos mirábamos sonrientes, observándonos, retándonos, mintiéndonos y admirándonos, yo a él, como si nos dijéramos:

—¡Ay!, qué putas somos, Umbral.

Nacimiento de Alianza Popular en 1976

Alianza Popular no se forma como partido político en un principio, sino como una federación de siete partidos diferentes, que en el inicio de la Transición deciden unirse para agrupar fuerza electoral. Siete partidos con siete líderes para siete meses de federación (desde octubre de 1976 a mayo de 1977) antes de formarse definitivamente como partido político propio.

Los grupos que en octubre de 1976 formaron Alianza Popular (origen del actual Partido Popular en el año 1989) fueron los llamados “Siete magníficos”:

Reforma Democrática - Manuel Fraga Iribarne - exministro con Franco
Unión del Pueblo Español - Cruz Martínez Esteruelas - exministro con Franco
Acción Democrática Española - Federico Silva Muñoz - exministro con Franco
Democracia Social - Licinio de la Fuente y de la Fuente - exministro con Franco
Acción Regional - Laureano López Rodó - exministro con Franco
Unión Social Popular - Enrique Thomas de Carranza - diplomático con Franco
Unión Nacional Española - Gonzalo Fernández de la Mora - exministro con Franco

Con el cartel que vemos en la imagen se presentó a las elecciones generales obteniendo un 8,34% de los votos, algo más de millón y medio de sufragios democráticos. Esto les supuso tener 16 diputados y 2 senadores.