3.12.17

La Chunta, cuando era Unión Aragonesista

Este cartel de Unión Aragonesista (la actual CHA) es del año 1987 o 1988, y nos muestra el mensaje de la actual Chunta Aragonesista en sus inicios, cuando el Secretario General era Chesús Bernal y se intentaba con ríos de tinta, reflexionar sobre el Aragón que necesitaba levantar la voz para no quedarse totalmente apagado por los gritos de sus vecinos.

Han pasado 30 años de este cartel realizado por el Día de Aragón, sin lemas, tan solo con la idea de mostrar que se estaba otra vez en la calle, reclamando un sitio, un puesto por la dignidad aragonesa.

Decía Chesús Bernal en 1987 en un artículo de prensa, que Unión Aragonesista - Chunta Aragonesista nacía casi 70 años después de haber nacido el movimiento aragonesista en Barcelona. Y este dato cierto es tristemente grave. Aragón lo han amado y cuidado más desde fuera que desde dentro, en periodos críticos de la historia de España. Hoy somos tierra de paso, desierto en vías de dejar de llorar, pero lo era desde hace muchos años antes de que fuera todo inevitable. Los vecinos, algunos, supieron bien arrancarnos lo mejor de nosotros mismos.

Y continuaba diciendo Chesús Bernal: Pero Unión Aragonesista no nace de la nada: bebe fundamentalmente de las esencias aragonesistas y progresistas de los años 20 y 30, postuladas por personas tan significativas como Gaspar Torrente o como Julio Calvo Alfaro, teniendo en cuenta, no obstante, que, desde entonces, han ocurrido muchas cosas en nuestra historia contemporánea.

Queremos defender con gallardía nuestra posición y manifestar que no somos menos que ningún otro pueblo del Estado español. Por eso postulamos una política decididamente aragonesa y aragonesista. en defensa de lo que nos es propio, en defensa de nuestra identidad, de nuestra cultura, de nuestro ser como pueblo, de todas las señas que nos identifican. Y esto ya es hora de que alguien lo diga.

Y ya es hora también de que alguien diga que la política faldera, sumisa y obediente por principio no lleva sino a una “solidaridad” mal entendida que implica el que siempre seamos los mismos los que cedemos, desde el momento en que se consolida un modelo de relaciones e intercambios desiguales.

Ser aragonés es pertenecer a una historia que en algunos de sus capítulos ha sido durante mucho tiempo ocultada, negada, borrada; pero es, además, vivir sobre un suelo, reivindicar un territorio, identificarse y comprometerse para lo mejor y para lo peor con el destino de un lugar geográfico en el que viven unos hombres y unas mujeres a los que reconocemos como nuestros y a los que el devenir histórico y las luchas sociales no les afectan absolutamente del mismo modo que a los de otros territorios.

Preparados para la Segunda Transición?

Puede parecer que la Transición vuelve a estar de moda, pues crecen los artículos de prensa, nacen programas de televisión e incluso este humilde escribidor y rata de hemeroteca ha creado un blog para hablar del asunto. Con sinceridad lo que creo es que empieza una nueva Transición y estamos sacando la vieja para aprender, copiar y no copiar.

La Constitución ha tocado fondo, el sistema político español está en crisis, pero no bajan las aguas tranquilas pues hay movimientos entre los nuevos partidos políticos que crecen o decrecen según meses, y eso hace que no se pueda abrir la Constitución, pues no hay serenidad. Para construir a 30 años vista hay que tener las situaciones como poco calmadas y con ganas de construir para el futuro y no para el presente.

Cataluña nos ha marcado el punto de partida. España no puede continuar igual. Y lo curioso es que nadie entiende esto. Continuar igual es precisamente una de las formas más claras de continuar de forma diferente. También en Cataluña necesitamos calmar las aguas sociales (no las políticas) si queremos que los cambios hacia una Transición nueva, sirvan para algo más que para una o dos legislaturas.


Hay más sindicatos que CC.OO. y UGT desde la Transición

Me quejaba en esta entrada de la deriva que los sindicatos tomaron en España a partir de 1982, volviéndose pragmáticos en exceso. Pero es cierto que si bien me refería a los dos grandes de ese momento, CC.OO. y UGT, me olvidada del papel realizado por otros sindicatos, que por diversos motivos siguieron con otras defensas de los trabajadores que al final se han reconocido como más lógicas.

Tanto USO desde ideas cristianas como CNT y CGT ambos desde planteamientos de ideología anarquista, no se dejaron atrapar (sobre todo estos dos últimos) en las redes de los caramelos económicos con los que parecían tapar discrepancias con financiaciones indirectas no siempre claras.

Un gran error de la Transición fue no sentar unas bases lógicas y posibles para la financiación de los partidos políticos y sindicatos. Fuera pública o mixta, pero capaz de que tantos unos como otros no tuvieran que recurrir a trampas o trampitas, a agradecimientos de estómago o a tener que copar parcelas de poder para estar más cerca de donde se decidían las financiaciones encubiertas, no ilegales, hay que advertir para que nadie sospeche lo que no fue ni es. Entre lo ilegal y lo legal, está lo alegal.

Un sindicato es un agente social imprescindible en una democracia, y por ello debería haberse dispuesto desde el principio una financiación legislada, más viniendo todos los trabajadores desde un sindicato vertical donde era obligatoria la afiliación sindical. Pero algunos sindicatos no deseaban jugar en igualdad de oportunidad con todos los demás sindicatos. Y esto siendo correcto —pues suponía no dejar entrar a sindicatos que no fueran de clase obrera— posibilitó que la financiación fuera en realidad un problema en vez de un asunto menor, o nada importante en el devenir diario de los sindicatos y partidos.

En estos momentos los cinco sindicatos más grandes de carácter estatal son CC.OO. y UGT con unos 900.000 afiliados cada uno, la CGT con unos 80.000, la USO con uno 70.000 y la CNT con un número indeterminado que puede ir desde los 10.000 a los 50.000 según fuentes diversas. Personalmente creo que los dos grandes confunden afiliación de pago al día con afiliación que han pasado por sus centrales sindicales en los últimos años, pero no puedo asegurar nada al respecto. En cualquier caso son números alejados de la afiliación que se da en otros países europeos.

Si nos basamos en datos de los países nórdicos que son los más diferentes con España vemos que Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega tienen las tasas de afiliación más altas de la Unión Europea. Y que frente al 16,7% del caso español (la media en la UNión Europea es del 25%), son un 80% los trabajadores daneses que están afiliados a un sindicato, un 74% en el caso de los finlandeses, un 78% de los suecos y un 53% de los noruegos. Efectivamente, en el caso contrario tenemos a Francia con menos afiliados que en España. Y esto sucede en los países nórdicos porque allí prima un sistema distinto al español: los acuerdos que negocian los sindicatos únicamente afectan a sus afiliados.

Para terminar un dato crucial. El 21,2% de los trabajadores con contratos indefinidos pertenece a alguna central sindical, frente al 11% de los trabajadores con contratos temporales en España.

2.12.17

¿Dónde se equivocaron los sindicatos en la Transición?

La fuerza y sobre todo el respeto hacia los sindicatos se fue perdiendo en la Transición a partir de los años 80, tras el Gobierno de Felipe González. España necesitaba una recuperación económica y como siempre sucede, se realizó a través de sus trabajadores, perdiendo los sindicatos clásicos, a partir de la mitad de la década de los 80 una parte importante de afiliados, una frescura clara y un respeto de los políticos y empresarios que todavía sigue hoy en día.

Cuando el miércoles 14 de diciembre de 1988 se hizo la Huelga General contra el PSOE de Felipe González ya era demasiado tarde para lograr el respeto hacia los sindicatos. La economía crecía al 5% anual pero también crecía el desempleo y los sueldos con los convenios colectivos eran frenados en seco para seguir creciendo las empresas. Aquello supuso el primer gran error del socialismo obrero, pues curiosamente al año siguiente se celebraron elecciones generales y el PSOE volvió a ganar.

En ese momento los sindicatos se dieron cuenta que habían perdido el poder y el respeto. Los trabajadores se dieron cuenta bastante antes, pero también optaron por el pragmatismo, dividiéndose la sociedad trabajadora entre los que tenían un puesto público o en una gran empresa con convenios colectivos potentes o todo el resto que trabajaban como hoy 30 años después, en empresas pequeñas y con menos derechos cada vez.

Volverse pragmáticos es un gran hándicap en los sindicatos, pues si bien hay que comprender todas las partes en cualquier negociación, nunca deben pesar más los aspectos de los más poderosos contra los más débiles. Ser prácticos para una parte, sin atar las consecuencias y los retornos de ese pragmatismo que debe ser temporal o compartido, es un grave problema.

Hoy, varias décadas después del gran error de no saber formar unos sindicatos fuertes y con gran afiliación, excepto en las empresas públicas y en las grandes empresas, nos encontramos con un déficit que nos ha llevado a la actual situación de indignidad laboral, con unos hijos generacionales que vivirán peor y con menos derechos laborales que sus padres.