8.3.19

Las mejores pastillas para todo tipo de enfermedades sociales

Una gran parte de la defensa de las instituciones se logra sin que nadie se dé cuenta de ello. El poder lleva miles de años sembrando los mismos sistemas de miedo, de control del grupo, de religión culpabilizadora, de temores supremos, de educación modificada para controlar pensamientos críticos, de apaciguamiento social…, pues para qué.

No son sistemas nuevos, aunque ahora los vemos por pantallas planas que en la Edad Media o en época de los romanos nadie pudo nunca si sospechar que existirían, pero el objetivo es el mismo y los resultados finales idénticos.

—¡¡Tranquilos chatos, que no merece la pena estar cabreados!!

Incluso son idénticas las reacciones cuando locos como yo advertimos de que esto sucede con toda la naturalidad posible.  

Lo normal es creer que estos métodos no existen, que nuestra libertad individual es capaz de detectarlos e evitarlos siempre, etc. etc. 

Bien, efectivamente, ya te han dado la pastilla. A mí también. Es más pequeña, eso sí, pero sigue siendo pastilla y logra que me mantenga sentado al teclado en vez de cabrearme mucho más. 

¿Y los que nos tiran las pastillas no se dan cuenta? Pues hay de todo. Los obreros de tirar pastillas a puñados son los que menos se enteran de qué va esto. Pero los que las fabrican sí saben que con sus procedimientos logran controlar el Sistema, curiosamente siempre para su beneficio.

Pero tranquilos, no pasa nada, una vez que nos logran convencer de que hay que tomarse la pastilla, uno sale mas relajado, mas contento, convencido de que el mundo es una maravilla y que no merece ni el cambio ni seguir quejándose. Son pastillas de gran calidad. Invisibles o casi, pero de gran calidad.

¿De qué depende la productividad? Profesionalidad

La productividad no depende de las horas que se trabaja, de lo mucho que se corre con los pies, del cansancio que se logra, de poner cara de velocidad, de parecer que estás agotado y que no das abasto con el trabajo pendiente. Es todo lo contrario. os voy a poner un ejemplo fácil de esta semana.

En un bar de carretera llegamos 55 personas a tomar café y a vaciarnos por dentro. Había 3 personas atendiendo en barra y al menos una persona en cocina. Aquella escena que duró 25 minutos era tremendamente absurda para cualquier análisis de productividad que se intente hacer. Más bien era una perfecta clase magistral para demostrar… “QUÉ NO SE DEBE HACER NUNCA”.

Solo una persona solicitó un bocadillo, el resto éramos cafés en variado tipo y botellines de agua. El caso de las tres personas era tremendo, el cansancio mayor. Los pasos dados entre la barra y la cafetera que estaba allí mismo, una odisea. Los choques entre las tres personas que atendían con una sola maquina de café pero con 8 bocas de servicio, era de una película de los Hermanos Marx.


¿Y dónde están los errores de productividad? En la profesionalidad.

Servir un café se compone de una docena de pasos mecánicos y repetitivos que hay que optimizar. La capacidad de cada persona indica si puede hacer dos cafés o seis a la vez, sin tener que volver a preguntar si son con leche o cortados, con azúcar o sacarina. Y siempre sabiendo quien te los ha pedido. Como es básico decir el precio a la entrega de tantos cafés para que te vayan pagando y sin duda saber el precio de cada servicio sin tener que ir consultado a la máquina de caja electrónica con mucha pantallita. 

Estando tres personas atendiendo, NUNCA deben ser un estorbo entre ellas, y lo lógico es que se repartan las funciones, como un equipo básico y lógico.

Lo que podrían ser unos cuatro pasos por servicios se pueden convertir en unos 10 pasos y lo que deben ser entre dos y tres atenciones para saber qué quieren, servir y dar los cambios, se pueden convertir en cinco o seis atenciones al cliente.

Esto sirve para una empresa de tornillos o de cualquier otro oficio. No se trata de correr con los pies, sino con la cabeza. No se trata de cansarse sino de tener un método de trabajo, que sea repetitivo y modificable. No se trata de cansarse siempre corriendo, sino de tener dos o tres velocidades según el momento productivo y de servicio. Y sobre todo saber distribuir funciones entre las personas de producción.

Yo sigo el juicio contra Cataluña. Sí, estoy tonto

Sigo el juicio contra Cataluña y no lo entiendo nada bien, me parece una obra de teatro maldito, triste, inútil, negativo, doloroso. Es el juicio a un cúmulo de imbecilidades por dos partes incapaces de encontrar una solución lógica a un problema que va creciendo como hierbas malas del campo. ¿Hasta dónde llegarán las molestias de los cardos borriqueros?

Sí, es el juicio contra Cataluña y quien no lo vea así es que ni habla con catalanes de cualquier nacionalidad ni visita Cataluña. Nada está desuniendo más a los catalanes que estos juicio de valor o de fiscales, de medios o de reuniones entre familiares. Estamos acabando con el sentido común, y para nada además. ¿A dónde queremos ir con estos mimbres?

Ayer hablaba con dos catalanas ya mayores, dolidas, una españolista y la otra silenciosa que se asombraban de que mi esposa y yo dijéramos que nos gustaba ir a Cataluña y que además íbamos. Les faltó preguntarnos si nos atrevíamos. 

Sí. Osamos ir a Cataluña donde nos encontramos muy bien y disfrutamos de casi todo y si hay algo que nos jode por encima de todo son los precios de algunos bares, desorbitados.

Cataluña va a seguir siendo española, pero en caso de que no lo sea, será como mucho como Francia, Suiza u Holanda. Como Italia o como Andorra. Un lugar al que ir a tomar unos quesos, un cava o unos quesos. Un sitio donde se entra y se sale con naturalidad y donde te tratan con la misma naturalidad con la que les tratas tú a ellos.

Yo quiero a Cataluña dentro de España, pero sobre todo quiero no ver a políticos o a líderes sociales juzgados por sus decisiones que se basan en lo que habían presentado en sus programas electorales con los que lograron el poder. Programas e ideas que nunca fueron censurados por ningún tribunal. Al final, dentro de unos años, algún tribunal de europa nos pondrá colorados, y tal vez para entonces sea ya demasiado tarde para remediar lo peor.

3.3.19

Vota a un desconocido. Así vivirás más el riesgo

Esta vieja viñeta siempre nueva de Mingote es la auténtica realidad actual, aunque hayan pasado muchos años. Nos creemos que da igual a quien votamos, pues todos se parecen. No es cierto, pero tampoco es del todo mentira. En realidad nos la sopla quien va a gobernar España, aunque en nuestro interior y sin que se lo digamos a nadie, sabemos de su importancia.

Hagamos como en la viñeta, sigamos mirando al fútbol, que al menos sabemos que ellos nunca se lo merecen y por eso nunca nos engañan, acudimos a ellos engañados desde casa.