8.6.19

El carisma ni se compra ni se vende. Aunque sí se aprende

El carisma es algo que se tiene o no se tiene, no se aprende pues se compone de muchos elementos, y ni se compra ni se vende. Carisma es ser imán, y si eres de los que ordenan y mandan es casi imposible. Así que desde los tiempos de la transición, cuando las derechas escondidas —pues entonces no había tampoco derechas sino falangistas o gentes del Opus, que son cosas bien distintas— intentaban aprender a ser cercanos a la gente, se encontraron que no sabían ni era fácil lograr entrar en las empatías.

La viñeta es perfecta. Un rico queriendo comprar carisma a un trabajador es la realidad del deseo de quien tiene todo, pero no está preparado para entrar en la democracia participativa.

Hoy y con 40 años añadidos, las derechas ya han aprendido a tener carisma. Incluso se han afeitado el bigote, se dejan barba y cuentan chistes. No es lo mismo que el carisma de tu misma clase social, pero se parece mucho y si hay dudas pues para eso se han inventado las fake new que sirve para un roto o para un descosido.

En Aragón se prohibía cantar poesía muy normal

El Dictador ya había muerto, era octubre de 1976 cuando aparecía este artículo en Andalán explicando las dificultades de cantar en los pueblos por los cantautores Labordeta, Carbonell o La Bullonera

En los pueblos del Aragón más caciques no veían con buenos ojos que la juventud acudiera a escuchar a los que llamaban cantautores como si las canciones nacieran por ensueños y no tuvieran todas ellas sus propios autores. O las calificaban de "canción protesta" cuando si hoy repasamos sus letras vemos que de protesta nada, si acaso descriptivas del momento.

La Puebla de Hijar
Ariño
Gurrea de Gállego
Herrera de los Navarros
Villanúa
Paniza

Ya en aquellos años existían las "fake new" aunque se llamaban "aquí mando yo y punto, así que te callas" y por eso mismo digo y hago lo que me da la real gana.

Estamos en el 2019 y un buen montón de españoles, de aragoneses, añoran aquellos tiempos y votan a los que prohibían, para que sigan prohibiendo. Bien, es culpa o responsabilidad de todos nosotros. Nadie mejor que nosotros mismos, los demócratas, para entender que seamos tan tontos.

Los Gobiernos no son la única forma válida de estar en política

Creemos equivocadamente que la mejor manera, la única forma de transformar la sociedad es desde los gobiernos, y en ese empeño a veces invertimos todos nuestros músculos, nuestras ideas y proyectos políticos, nuestras fuerzas de reformas.

También es cierto que fuera del poder, de los gobiernos, además de hacer mucho frío hay muchas menos posibilidades económicas de trabajo, menos de tener información, muchas menos capacidades de intervenir en las políticas. Pero a cambio cuando se interviene gobernando se hace desde un pragmatismo que pule excesivas ideas renovadoras. No puede existir revolución real y suficiente desde posiciones de gobierno.

En estos momentos, tanto en Europa como en España o Aragón, se necesitan transformaciones muy profundas en las relaciones entre sociedades, entre clases y ciudadanos, entra las partes que configuran todo lo que entendemos como sociedad. 

Es verdad que se disimulan muy bien los defectos pues a nadie que esté en el poder le interesa que se noten, sean de la ideología que sean. Pero algunas derivadas son peligrosas y no es solo la de Cataluña, o incluso esa podría ser de las medianas.

No estoy reivindicando estar fuera de los Gobiernos como la mejor manera de transformación social, sino advirtiendo que fuera del calor de los despachos oficiales también hay posibilidades de transformación. Hay que trabajarlas de otra forma, eso sí.

¡¡Usted no sabe quién soy yo!! Humor no tan viejo

La Transición en España también trajo cambios en el trato entre personas, esa relación de amo y esclavo que se había mantenido y asumido durante décadas, en una clara lucha de clases donde los poderosos dominaban en lo más mínimo a los débiles. En los años de la Dictadura, quien tenía dinero o poder, estatus de dominante simplemente por su puesto de trabajo en relación a los demás, se consideraba el mismo como una persona superior que podía ordenar y mandar, aunque fuera realmente una mierda.

—¡¡Usted no sabe quién soy yo!!— era la clásica España del disfraz, de la insignia, de la medalla que daba poder. Esta viñeta se publicó en octubre de 1976 en la revista aragonesa Andalán.