18.5.20

Los años son ya una concatenación de pocos días

Las semanas se acaban en pocos días, ya no tienen como antes sus siete días de rigor, ahora a lo sumo un par de ellos, y no siempre. 

La rapidez del consumo diario asusta, sorprende, preocupa. 

Un mes son dos semanas y un año media docena de meses si tenemos suerte. El año se consume en cuatro decisiones, en una docena de gozos, en medio centenar de respiraciones acompañado. 

Así no es posible sentirse vivo, en serio. Me tengo que buscar un lugar donde los años sigan siendo años.

El león miraba siempre hacia su cueva aunque estuviera huído

Sentirse ciudadano de muchos sitios es pesado pues necesitas siempre la cueva para descansar, para tocar "tula" o para sentarte y mirar los alrededores. Todos necesitamos tener una cueva "nuestra".

El caso es que todos necesitamos tener el referente de los chiqueros, nos acorralamos hacia los maderos en busca del cobijo. Somos animales indefensos ante el dolor y la furia.

Pero el tiempo que pasamos alejados de las tablas, en medio de la plaza pública lejana y diferente, disfrutamos como chiquillos conociendo paisajes, personas, artes o sensaciones. 

Es la duplicidad de necesidades. Estar aquí o estar huido. Moverte con el viento, como el viento, contra el viento.

17.5.20

Hay tontos resolviendo España desde su silla

Hay un tipo de activistas contumaces que se dedican a trabajar contra el país a golpe de clic de ordenador junto al gintonic, intentando vender ideas que van cazando por aquí y por allí y que a lo sumo saben explicar sus novedosos planteamientos en la barra del bar. Me da igual si son de un lago o de otro, los hay repartidos como la mierda, de forma muy democrática. 

Si queremos cambiar la sociedad que no nos gusta hay que trabajarla de verdad, ir a los lugares de reflexión, aportar ideas y escuchar las críticas, ver los problemas, tocarlos e incluso olerlos. Mojarse, pisar los charcos o los campos de golf, saber de qué se habla y lo que se necesita. Es fácil verlo, os lo advierto, incluso los más tintos se dan cuenta donde están los problemas pues son muy grandes.

Ayer escuchaba a tontos —disfrazados de importantes mierdas— decir que ellos no habían visto a los muertos del virus, que todo era un montaje del Gobierno. Yo este problema lo curo de un plumaje. Me los llevo una semana a limpiar las UCI con la lengua o a enterrar fallecidos pero no en los cementerios, sino que pasen otra semana en los congeladores donde estaban hasta poder meterlos en la caja. Así se enterarían y podrían hablar de verdad.

16.5.20

También los Califas se mueren. Por Anguita: el señor alcalde

Nadie se salva de este viaje con parada y fonda, es Ley de Vida y más bien de Muerte. Hoy se nos ha ido Julio Anguita, aquel mozo que demostró que siendo comunista se puede llegar a ser alcalde de una capital de provincia cuando pensábamos muchos que nunca les dejarían llegar tan alto. Era el año 1979 y casi parecía un milagro aquello, pero se lo merecía, se lo había ganado por muchas cosas y formas de explicar lo que había que hacer.

Ya no quedan comunistas como aquellos. Ya no quedan ni tan siquiera políticos como aquellos, me refiero funcionando como políticos. No es que los tiempos pasados fueran mejores, es que simplemente estos son peores.

Julio Anguita no habrá ido al Cielo, y tampoco es que lo estuviera buscando nunca, pues él era más de estar con las personas, con los problemas. Y en el cielo no hay más que almas y si acaso bendiciones y miradas perdidas. Tampoco podrá descansar en Paz, pues era un hombre de mirada ácida y dura que no consentía sin revolvérsele las tripas tantas y tantas injusticias como veía. Así que seguirá sufriendo por todos. Es lo que toca.