3.9.20

Palabras de fotógrafo inglés David Hurn, referente de los años 50 y 60


Empezó usted en 1955 a hacer fotos, ¿qué le interesaba por aquel entonces?


Correcto. Empecé a mediados de los cincuenta y mi interés era el mismo que ahora: ver la impresión de la gente, cómo la vida se abre frente a la cámara, cómo era innecesario crear nuevas realidades porque la existente era insuperablemente interesante. 

Me gustaba fotografiar las cosas tal y como eran y esto nunca ha cambiado. Siempre he sido un reportero, o un periodista personal si quieres llamarlo así, alguien que ha hecho algo que le gustaba. Siempre he buscado fotografiar lo que me interesaba y después encontrar a alguien al que le gustara lo mismo que a mí y —sobre todo— que pagara por ello. Así fue como pude abandonar mi incipiente estado de malnutrición. 

Lo que hice, sin embargo, fue empezar a frecuentar los coffee bars, que en aquella época se habían puesto de moda y eran locales gigantescos con muchísima vida. Allí descubrí algo curioso: si tú tenías entusiasmo genuino te encontrabas a ti mismo atrayendo a otras personas como tú. Creo que ahora lo llaman networking, pero en aquella época no es algo que hicieras a propósito o con alguna intención determinada.

La cuestión es que si hablas de algo con entusiasmo, atraes a alguien que habla de lo suyo con entusiasmo y aprendes a diferenciar a los que dicen y a los que hacen. Así que empecé a coleccionar (por así decirlo) «hacedores», gente que hablaba poco y hacía mucho, y nos enriquecíamos los unos a los otros. 

¿Cuál es su primer recuerdo de los sesenta del siglo XX? Lo primero que le venga a la cabeza.

Mi primer recuerdo de los sesenta es de hecho los sesenta [risas]. Todo lo que pasó en mis sesenta empezó a pasar a finales de los cincuenta. Los periódicos hablan de todo lo popero que pasó en los sesenta pero lo cierto es que eso solo pasaba en Mánchester o Londres, en las grandes ciudades. Yo estaba en medio de lo que pasaba y sabía de qué iba, conocía a Duffy, Donovan o Bailey y lo que hacían no puede llamarse rebelión, aunque fuera algo contra el establishment, porque no era metódico como antes, era gente que hacía cosas de una forma distinta. 

Toda esa gente, los Beatles, los Rolling Stones, tipos que se habían enseñado a sí mismos a tocar un instrumento… era muy excitante si eras parte de ello, pero había gente que quería publicitarlo como si aquello fuera todo lo que había cuando a la mayoría de la gente en el Reino Unido o en el mundo le importaba todo un pito. 

Si eras un inmigrante que llegabas a Gran Bretaña porque habían destruido tu hogar te importaban un pito los Beatles. Antes de saber qué música te gusta tienes que tener el estómago lleno. Eso me molestaba y me sigue molestando: esa parte de idolatrar una época por ese uno por ciento que en realidad no le importaba a nadie, excepto a los que estaban allí chupando del bote.

Entonces, ¿por qué tenemos esa obsesión con glamourizar los años sesenta?

Oh, porque vende revistas y libros, la gente tiene títulos y másteres sobre los sesenta y da clases de ello, pero a mí me importa un pito. Prefiero las revueltas, los viajes, las protestas… allí es donde veo la gente. ¿Los sesenta? A quién demonios le importa. Yo estaba allí, no fue para tanto [risas].


Estas palabras anteriores son del famoso fotógrafo inglés David Hurn miembro de Magnum y entrevistado en la revista Jot Down que reflejan un poco la vida de aquellos años de un cierto descubrimiento cultural, revolucionario incluso, de protesta, de queja, de trabajo por un mundo diferente tras la II Guerra Mundial.

Pretty Woman no acababa como la vemos. Ayer se pasó por 35 vez en TV

Cuando en un país ponen por 35 vez la misma película con 30 años de edad y sigue siendo el espacio televisivo más visto en esa noche, es que algo funciona mal en ese país. Lo vemos como lo queramos ver. Una película donde una prostituta alcanza el éxito a costa de vivir con un hombre del que presuntamente se enamora no es el ejemplo más edificante para que 35 veces después siga siendo el programa más visto en la noche de un miércoles.

A partir de esta consideración pueden entrar en la reflexión todas las que deseemos meter. Desde el tipo de educación implantada en España, a la realidad del producto televisivo actual, pasando por el abuso que supone poner la misma película 35 veces y seguir consumiéndola como alienados. Pronto vendrá la 36 y la 40, pues los éxitos lo avalan. Y sin duda lo complicado que resulta labrarse una vida de calidad a costa de un trabajo honrado y de los de esfuerzo y formación.

España necesita cambiar muchas cosas internas, en estos momentos de debilidad extrema si escuchamos telediarios, programas de debates, periodismo del bueno y del regular, podemos observar en todos los casos una crispación que no anticipa nada bueno. Y además una situación que todos vemos pero que nadie quiere modificar. Bien, es lo que tenemos, y tenemos que convivir o desconvivir dentro de todo esto. 

Lo curioso es que el éxito de esta película marca precisamente el éxito fácil que busca parte de la sociedad actual, olvidándose o desconociendo que ese final que vemos no era el final escrito y planteado. En realidad y hasta que Julia Roberts se aseguró su puesto como actriz principal y exigió cambiar el final, esta era otro que no hubiera logrado en España el éxito de al menos 35 veces pasada en las televisiones con éxito apabullante.

En el primer final, la chica prostituta, dentro del coche del protagonista masculino, es literalmente expulsada del coche y de su vida, y por la ventanilla le tira un fajo de billetes para pagarle los días que ha estado con él. En concreto 3.000 dólares, que así era el título inicial de la película. Ella los recoge y termina en las calles ejerciendo su trabajo habitual.

A veces la realidad la tenemos que disfrazar de final feliz para logra que sea admitida, adorada casi por la sociedad. Pero siempre suele ser mucho más dura de lo que vemos.

2.9.20

Lo que se opinaba de España en 1952 en ambientes literarios de EEUU



El Premio Nobel de Literatura 1962 John Ernst Steinbeck, le escribía a su amigo Pascal Covici en el año 1952 la nota que vemos arriba. Era el año en el que se publicaba su novela Al Este del Edén, que junto con Las uvas de la ira son sus dos novelas mas conocidas en todo el mundo. Por sus libros y también por sus películas adaptadas de ellos.

John Ernst Steinbeck era americano y Pascal Avram "Pat" Covici rumano de nacimiento aunque a los 12 años se fue a vivir a los EEUU, y su relación cercana con John Ernst Steinbeck le llevó a  veces a ser su editor a quien le dedicó este su novela Al Este del Edén.




Por el texto que le dejaba en esta carta, vemos que en aquellos años España estaba considerada como un país donde la censura era capaz de prohibir cualquier tipo de literatura que simplemente hablara de relaciones entre personas, de asuntos sociales y sin duda de temas políticos.



Primer desnudo en el Teatro español, 1975 con Equus

El primer desnudo que se produjo en el teatro español, durante la dictadura y permitido por la censura, se produjo el 15 de octubre de 1975, con la obra Equus del autor teatral Peter Shaffer, reconocido dramaturgo inglés que la había estrenado en Londres dos años antes y y dirigida en España por Manuel Collado

En total y en esa primera época se representó en Madrid en 238 ocasiones y en Barcelona 53, con gran éxito de público y de crítica. La obra de teatro es dura, se ha vuelto a representar varias veces después de aquellos años en diversos teatros españoles, y narra la vida de un chico enamorado de los caballos y una chica que entabla relaciones con él y con los caballos, pero el hombre fracasa en tener una relación de amor con ella y castiga a los caballos en un proceso duro que no quiero terminar de contar.

Los casi 168.000 espectadores vieron por primera vez en un escenario los pechos desnudos de una mujer, en este caso los de la actriz María José Goyanes y al actor Juan Ribó, con la naturalidad de una escenografía lógica y bastante básica, dramática y además embebida del propio público pues el escenario se introducía en la zona de las primeras filas de butacas, girando el escenario según lo necesitaba el desarrollo de la obra, con la naturalidad que requería la historia contada entre caballos desnudos que eran representados por actores y una pareja de jóvenes que buscaban el amor.

La nota de la censura lo decía muy claro en el año 1975. El personaje masculino permanecerá el mínimo tiempo que sea posible, mostrando el sexo. Y que los desnudos se produzcan  con la misma limpieza que se ha visto en los ensayos. hay que advertir que en la primera representación no se desnudaban totalmente y salían con un pequeño slip del color de la piel, y que la fuerte luz deslumbraba parte de la escena. Pero un tiempo después ya salían totalmente desnudos en algunos instantes tal y como se estaba representando en Londres. Aun así y siendo totalmente justo que el desnudo formara parte de la obra por su temática, en aquellos años tanto el teatro como el director y sobre todo la actriz María José Goyanes recibieron amenazas y ataques absurdos, llegando a ponerse algún pequeño artefacto en el teatro.