No será suficiente con el COVID para asegurar un cambio de Ciclo, de Era, de Sistema, por mucho que esta situación actual por su duración en el tiempo ponga todos los elementos para ello. Lo establecido está muy bien como está, y esta pandemia le ha venido a trastocar su caminar que requiere tranquilidad en sus zonas de influencia y complejas violencias y movimientos entre sus zonas de suministros.
Es mucho más complejo poder construir una vacuna eficaz que aprender a controlar un proceso enfermo antes que el enemigo.
Todas las esperanzas a una salida rápida están puestas en una vacuna urgente, eficaz, con capacidad de inmunizar durante suficiente tiempo, barata, fácil de administrar y de conservar.
La Comisión Nacional de Salud y la Administración Nacional de Medicina Tradicional China advirtió a mitad de febrero que al contagio por gotículas respiratorias y contacto con elementos donde se hubiera depositado el virus había que incluir el aire del ambiente sobre todo en lugares cerrados por acumulación de aerosoles de la respiración de las personas afectadas.
La rectificación del plan inicial chino también sugería entonces que los pacientes ya recuperados se quedasen en casa y evitaran el contacto cercano con otras personas durante 14 días para reducir el riesgo propio de infección con otros patógenos y visitarán el hospital para chequeos en la segunda y cuarta semana después del alta, advirtiendo además que los pacientes infectados con Covid-19 en condiciones severas podrían sufrir una "falla orgánica múltiple” de momento sin especificar.
Los datos de acierto y error son tan contundentes que nos obligan a sopesar que la batalla por el liderazgo mundial ya está planteada, al menos en su primera fase.
Sin duda estamos en muy distinta fase, y las medidas tomadas en China y países cercanos han funcionado de muy diferente forma a las de Europa, incluso siendo similares restricciones.
Este impulso de datos tan diferentes va a marcar el futuro, no tanto porque los ciudadanos dejen a de creer en sus propios países, como por la elevación de las economías de los países que mejor están sorteando este proceso que afecta contundentemente en los procesos de productividad y de consumo. Si la pandemia es un grave problema, que afecta de forma muy diferente a unas zonas u a otras, supone un añadido de distanciamiento ante el poder de gestión mundial.
Recuerdo que en los años 70 se decía en mis círculos de joven una frase que por entonces no sabía descifrar bien. “Cuando despierte China, el mundo temblará”, pues yo la achacaba más a sus procesos comunistas, a la posibilidad de que se enfrentara contra Rusia, a que se estaban multiplicando tanto los propios chinos que no cabrían en su país.
La realidad ha sido distinta y el mundo está temblando ante China por sus abrazos al mundo occidental para aprender de sus economías, de sus producciones, de sus tipos de comercio, de su capacidad a dominar el mundo sin hacerlo temblar, simplemente infiltrándose entre sus estructuras.
La realidad es que 1.400.000.000 personas consumiendo a la vez, descontroladas en sus consumos energéticos y contaminando en un crecimiento descontrolado no es soportable sin que el Planeta haga “clic” y se raje.
Si repasamos las aglomeraciones urbanas más grandes del planeta vemos que casi todas ellas están en el Sudeste Asiático. Un ejemplo de donde se mueven las personas, en donde se pueden esconder los problemas y las soluciones, por donde debemos mirar si queremos observar los cambios geoestratégicos del mundo más próximo.
Cantón, Tokio, Shangai, Yakarta, Delhi, Manila, Bombay, Seúl, México, Sao Paulo, New York, El Cairo, Daka, Pekín, Laos, Bangkok, Karachi, Los Ángeles, Osaka, Moscú, Calcuta, Buenos Aires, Estambul, Teherán, Londres, Johannesburgo, Río de Janeiro, Lahore, Tianjin y Kinsasa forman el núcleo de las 30 principales ciudades y sus entornos por número de habitantes. Estamos hablando de unos 640.000.000 de personas encerradas en 30 conglomerados urbanos alrededor de 30 ciudades ingobernables.
De todas estas personas sobre unos 400 millones habitan en la zona del Sudeste Asiático y unas 240 millones en el resto del mundo y muy repartidos. Hablamos siempre de enormes conglomerados que a veces llamamos ciudades. Es normal pensar que será en su interior en donde se gestará una parte importante del futuro de la humanidad.
Cualquier decisión que se tome de cara al futuro del Planeta pasa por entender este tipo de conglomerados, de saber qué se gesta dentro de ellos, qué capacidad tenemos para evitar su multiplicación.
E incluso de cara a las soluciones que necesita el mundo actual para defenderse de la pandemia, hay que entender la complejidad de la gestión democrática de una enfermedad de transmisión comunitaria como esta pandemia entre espacios urbanos tan inmensos.
Evidentemente las respuestas con complejas y muy diversas. Cualquier error en la gestión de todos estos millones de habitantes se notará en el futuro, sobre todo porque están viviendo en una zona muy sensible, con grandes esperanzas internas de cambio, con una cultura claramente distinta a la occidental y a veces con odios contenidos, y con unas economías emergentes que pueden suponer un cambio tremendo en las maneras que hoy entendemos el comercio, la industria, las relaciones entre distintas culturas y espacios económicos.
Tenemos el mundo dispuesto a cambiar de rumbo, pero necesitamos ese impulso que la pandemia del COVID podría darle aunque también es muy posible que no sea suficiente.