4.7.10

Unas palabras sobre el socialismo.

Independientemente de los ideales políticos que uno tenga, la eliminación de rigideces en los mercados y una competencia basada en la igualdad entre participantes da, a través del egoísmo personal, o la búsqueda de la felicidad particular (que queda mejor), el optimo social a niveles generales. Esta es la teoría utilizada para defender el liberalismo económico como camino hacia la eficiencia y el crecimiento.

En los modelos económicos se hace participe al ser humano como si fuera un agente con el mismo poder de mercado que las empresas o las industrias, igualando la persona física a la jurídica, y es un mal comienzo si queremos entender las rigideces existentes en el mercado de trabajo, y por ende, en la economía en su conjunto.

Cuando hablamos de rigideces solemos pensar que es algo malo, algo por lo que deberíamos esforzarnos en eliminar como, por ejemplo, las barreras al comercio. Pero en muchos casos, las rigideces asociadas al ser humano son intrínsecas al propio ser humano, ni malas ni buenas, sino la realidad por la que debemos luchar. El origen mismo de la economía era la gestión de unos recursos escasos para unas necesidades (ilimitadas se suele añadir, y es una palabra que no está exenta de matiz). El hecho de tener unas necesidades obligatorias para la sustentación de la vida es a la vez origen de la ciencia económica y origen de ciertas rigideces a las que debemos acostumbrarnos y superar. Hablo de la alimentación, la salud, y en segundo lugar la educación y la libertad (conceptos más etéreos).

No podemos pensar que el mercado de trabajo puede ser como un mercado cualquiera, porque las personas, por lo general, tiene la necesidad imperante de comer, y de atender a una familia y no tienen otra manera de hacerlo sino es mediante el trabajo como tal. No hay un bien sustitutivo del trabajo, por así decirlo. Por lo que se debe pasar por el aro, y trabajar, y sino garantizamos las condiciones que estimamos que podemos y debemos garantizar, trabajaremos como esclavos.
Los chinos lo hacen. Y no lo hacen por gusto. Tienen que comer igual, y la única forma de hacerlo es cobrando mal o no cobrando nada.
No podemos crear teorías liberales y de competencia perfecta en un mercado donde la gente, si no tuviera más remedio, trabajaría por lo que le dieran.
Por que tenemos que alimentarnos para sobrevivir. Sufrimos imprevistos sanitarios. Y tenemos que permanecer en un nivel mínimo de igualdad con el resto de la sociedad.

En términos económicos: El poder de mercado, medido a través de la elasticidad de la demanda (de trabajo) que es muy pequeña, es muy grande.

A la hora de una negociación unilateral entre una empresa y un trabajador, el status quo es muy diferente. La empresa está negociando el aumento o sustento de un x% de su producción total (en empresas más grandes un trabajador tendrá menos papel que en las pequeñas), pero el trabajador está negociando el 100% de su producción, todo su salario.

El liberalismo económico sería mucho más sincero con una base socialista. El hecho de asegurarle a una persona su propia vida con unos mínimos comunes, le hace ser más libre para participar en el mercado. Le hace arriesgarse más. Invertir más. Los mercados se vuelven mucho más flexibles, más competitivos, y por tanto, más liberalizados. Una persona puede participar en el mercado en igual de condiciones que una empresa. Las personas, físicas y jurídicas, se igualan.

En Estados Unidos, por ejemplo, los liberales defienden bastante el impuesto sobre sucesiones y donaciones. Su objetivo es maximizar la igualdad de oportunidades de los ciudadanos. Es la otra cara de la moneda. El pensamiento de que, si todos tienen las mismas posibilidades, todos pueden tener lo mismo. Potenciando la eficiencia (y no la equidad, como hace el socialismo) se llega a lo mismo.
Pero la igualdad de oportunidades no es equivalente a la igualdad económica. Podemos ver claramente con un juego de cara o cruz.
Tu pones a 64 personas por parejas, y que jueguen a cara o cruz. El ganador pasa a la siguiente ronda. 32 personas por parejas vuelven a jugar. Luego 16, 8, 4 y finalmente 2. Tras 6 juegos habrá un ganador y 63 perdedores. Y no se equivoquen. AL principio del juego todos tenían las mismas posibilidades, e incluso en el juego no influye ni la inteligencia ni ningún tipo de habilidad. Sólo suerte. ¿Alguien va a negar que la suerte influye en la vida? La suerte y el caos asociado lo es todo.
Es cierto que conforme avanzamos los juegos de suma cero van desapareciendo. Esto es, que existen cada vez más situaciones en las que varios ganan sin que uno tenga que perder. Pero no podemos olvidarnos de que el poder (1) las diferencias intrínsecas de cada ser humano (2) y la suerte (3) influyen en nuestra vida, imposibilitando el llegar a una igualdad justa partiendo de la simple igualdad de oportunidades y el libremercado.

El socialismo, y Marx lo comentaba abiertamente cuando escribía sobre ello, no es sólo el camino a seguir. Es el fin a conseguir.