5.12.10

Qué podemos hacer cuando no nos sucede nada en la vida

A veces no sucede nada. No nos sucede nada. El silencio nos llena, nos complace, nos complementa a la forma de pensar, a nuestro interés por la vida del momento. Esto puede ser incluso bueno, siempre que no sea la única manera de comportamiento, siempre que no sea la más importante manifestación social de nuestra personalidad.
Todos necesitamos silencio, la nada, la soledad, incluso el abatimiento pasajero…
para reencontrarnos otra vez con nosotros mismos. Todos necesitamos hacer cada cierto tiempo un reset a nuestra vida. Y el silencio ayuda.
Hacer un reset es ponernos a cero. Es borrarnos y volver a empezar.
Hay reset sencillos y reset totales. Hay incluso reset suicidas que bien elegido nos llevan hacia una nueva vida. Pero hay que ser muy valientes para hacer un reset total para volver a empezar desde cero en todo.
A veces no sucede nada y son los momentos en que más cerca estamos de que suceda cualquier otra cosa, de que suceda todo. De que nos renazcamos como distintos tras un espacio en blanco, tras un tiempo de nada. No huya de esos espacios en blanco de su vida, son necesarios, simplemente los tiene que reconocer y abrazar, no convertirlos en usuales pero si en interesantes.

4.12.10

Sobre la libertad individual y colectiva, el caos y la sociedad organizada

La sensación de caos social, de caos en las relaciones de las instituciones públicas, se apodera de la sociedad española. Y eso es entre malo y muy malo. Toda sociedad necesita tener unas referencias muy claras y marcadas para funcionar bien. Es decir, necesitamos que todo funcione, que se nos ordene con naturalidad, que se sepa mandar y organizar. Necesitamos obedecer, necesitamos ser mandados.
Parece una contradicción con el espíritu de libertad individual, pero no lo es. Para disfrutar de una libertad, antes tenemos que tener una seguridad asegurada. Y muchas veces esta seguridad…
la da mejor una sociedad ordenada y responsable, una organización social en donde alguien gestione y gobierne mientras el resto obedezcamos y nos dejemos llevar.
Por eso obedecer es una de las bases de la libertad individual de cada uno. Efectivamente, siempre que obedecer sea asumible con libertad y respeto hacia quien obedece.
Pero la libertad individual tiene un límite. Lo marca la libertad del que nos acompaña en la vida, del “otro”, del resto de la sociedad. Ante el caos de los controladores aéreos lo tenemos muy claro. Su libertad con trabajadores afecta a la mía, incide sobre el gobierno del país, afecta gravemente a la economía de todos. Luego es una libertad bastarda pues nace viciada sobre su imposición en contra de las libertades de muchos más. Nos cuenta a todos mucho dinero, la libertad de unos pocos. Hay pues que emplear la mesura y la inteligencia social para si no evitarle, al menos controlarla. Entre otras cosas, porque en su sueldo elevado va la falta de libertad unida al cargo laboral.
Si el individuo detecta el caos de la sociedad, de la organización, tiende al caos individual, a la rebelión interna, que si bien es una manera de crecer o de evolucionar pues es la toma de la libertad individual como elemento de exploración, al final convierte a la sociedad en la suma de millones de libertades individuales que no saben —o no pueden— caminar en busca de ningún objetivo común, posible, necesario, respetable por “los demás”.
Nada sirve de nada, si no es aceptado por los que nos rodean, por eso la libertad individual es compleja de utilizar, pues para “servir” debe también ser tomada como “suya” por mucha más gente. Una sociedad con millones de libertades diferentes, una por persona, no es en absoluto libre.