Las migraciones excesivas en número siempre son históricas, lo han sido en todos los países del mundo a los largo de todos los siglos. Nunca se mueven miles o millones de personas, si no es por algún motivo tremendamente importante. Guerras, hambre, desastres, cambios brutales en las políticas sociales, crisis o enfermedades. Y siempre son complejas de resolver por el componente sociológico de quien tiene que emigrar, pues lo hace desde la pobreza.
Ahora el mundo, y sobre todo Europa y los EEUU, están dentro de otra más de esas realidades históricas cíclicas. La llegada de muchos más ciudadanos de los que se pueden asumir con medidas y organización, trae problemas añadidos que a veces son imposibles de resolver en los tiempos en que los necesitamos asumir y asimilar.
Y entonces van surgiendo las manipulaciones y bulos, los usos ideológico casi siempre absurdos de una realidad, para convertirla en otra crisis añadida. Y que como todas las crisis, muchas veces ni con medidas potentes se puede resolver fácilmente.
Escucho demasiadas veces e incluso desde voces algo preparadas, una seria de posibles (imposibles) soluciones, que me producen el respeto de constatar la falta de formación moral que se demuestra, para constatar la verdad que cada uno quiere vender.
Esto no va de tener razón, sino de encontrar razones para entender las situaciones de todos, y luego para entender el tipo de respuestas válidas en el medio plazo, que se deben hacer.
Todas las soluciones fáciles, si los fueran, serían muy caras.
Y hasta que ese medio plazo llega, hay que dar soluciones de urgencia en el corto plazo, pues así nos lo enseñaron desde niños en la España cristiana humanista. Somos globalmente humanos y por ello al menos, hermanos de un mismo tiempo.
Estos problemas de las migraciones ni tienen una sola verdad, ni una sola solución, ni tampoco una raíz, un tempo, un tipo de reacción. Existen eso sí, mecanismos para tratar de asimilarlas con el menor dolor posible para todos, para los que llegan y para los que se tienen que adaptar y aceptar, también entre los receptores.
Por que a diferencia de lo que se puede opinar de forma fácil, los países receptores, los del Primer Mundo —pues nadie emigra a países pobres excepto como etapa intermedia— conocen mejor que nadie la problemáticas que tienen ya dentro de sus fronteras, para las soluciones no se las marcan esos problemas, sino las ideologías de sus dirigentes.
Una reflexión pública mínima, contundente y clara es marcarnos los puntos del suelo del problema, las bases sobre las que hay que actuar con suma urgencia, y a partir de esas decisiones edificar o planificar todo el estadillo de actuaciones. Que variará de muchos conceptos, incluida la propia capacidad económica para poder resolver.
En esa Base o Suelo en medidas de Urgente actuación y de Urgente necesidad es donde empieza el diseño de todo el entramado que debe acabar con la aceptación por parte de todos de las nuevas realidad y con la integración del mayor número posible de personas.
En el camino se irán quedando por lógica social aquellos —que cada día son más— que no quieren ningún cambio, y se cree dueños de sus ciudades, países, calles y parques. Es un error propio y común, ni las sociedades, países o ciudades son nuestras por haber nacido dentro de ellas, ni eso es positivo.
Dos de mis abuelos eran sorianos. Una de la provincia de Zaragoza y otro abuelo de Huesca. Mis hijos siendo aragoneses añaden a su cartel de abuelos a un catalán. Siempre ha sido habitual las migraciones y con ellas los problemas bidireccionales entre sociedades. Antes y sin globalizaciones se hacía migraciones hasta los 1.000 km de distancia. Hoy la distancia no se mide en kilómetros.

No hay comentarios:
Publicar un comentario