10.12.10

El extraño caso del libro que nadie leía

Ayer cogí un libro de la biblioteca, pero cuidado, de una biblioteca temática en asuntos económicos, es decir una biblioteca seria de libros serios. Pues eso, que sigo, que pillé por ordenador un libro que se titula “Filosofía económica” que me pareció un título de lo más apetecible y normal.

El libro era antiguo pues le pesaban sus 40 años, pero el índice era interesante y sencillo de leer. Y me pareció que encajaba con mis ideas económicas; no sé, un posible libro de casi izquierdas económicas, que es lo más complicado de encontrar en economía, sobe todo si decimos que se escribió cuando aun vivía el pequeño general.

Al recibirlo en mano por el bedel del archivo público, lugar que ya aviso, de mucho cliente lector y ganas de complacer, me fijé en la fecha de devolución por mucho que yo ya sabía que tenía sólo una semana por delante para leerlo. Y la sorpresa me vino a inundar el cuerpo serrano.

El libro no lo habían prestado desde junio de 1998. Llevaba doce años sin prestarse, nadie se había interesado por él. Ni por pena, penita pena. Que digo yo, no sé, pero si vemos un libro con tantos años de inutilidad manifiesta, hay que hacerle el favor de sacarlo de la biblioteca aunque sea para pasearlo, que un libro también se lo merece.

Lo tengo aquí, en mi mesa de despacho, y os lo juro, no pienso leerlo, lo voy a sacar a pasear por mi ciudad para que vea cómo ha cambiado en estos 12 años. Le estoy enseñando ahora Internet y mi nuevo iMac, para darle envidia.

Y he pensado, aunque solo sea para joder un poco al que lo cogerá después, dentro de otros doce años por supuesto, que lo voy a pillar dentro de un mes para que el próximo piense que cómo es posible que tantos años de vacío y en cambio en tan poco tiempo dos veces.

Me estoy haciendo amigo de este libro, fíjate.

¿Qué podemos hacer con las buenas noticias?

Ayer me dieron una buena noticia, que en estos tiempos que corren es de mucha suerte. Las noticias buenas son las que ten reconfortan, las que te ponen en valor y con ganas de seguir creciendo, las que te hacen sentir a los demás. Las que marcan el camino.
Un grupo de personas creyó en mi, y eso es muy de agradecer. Sirve de contrapeso para las caídas inevitables de la vida del cada día, pues todos tenemos que tropezar en los caminos, faltaría más.
Cuando te reconfortan te entran ganas de comentárselo a los
enemigos, simplemente para joderles claro, para decirles —¿ves?, tú no, pero estos si. En realidad no sirve de nada comentar lo que otros no van a aceptar ni entender. Los odios tienen su sentido en la mente de cada uno y no son fáciles de quitar, así que no hay que intentarlo. Es perder energías para nada. Si no das importancia a las zancadillas casi ni se notan. Somos nosotros si las ponemos en valor cuando realmente les damos valor. Las venganzas que nos intentan hacer dependen de nosotros, es como esos males de ojo absurdos que te quitan los brujos de pacotilla. En realidad te los quitas tú mismo, haciendo caso al brujo que dice que te los quita.
Ayer me dieron una buena noticia pero hoy tengo la responsabilidad de no defraudar a los que me la dieron. Tengo pues más trabajo que ayer. Ya no estoy seguro de que fuera tan buena noticia.