16.3.11

Es ejemplar el comportamiento de los japoneses. La paciencia es su lema.

Estamos aprendiendo más de temperaturas nucleares y de fusión y fisión, que los propios técnicos que estudian años para intentar parar los accidentes nucleares. Nos inundan por todos los medios de datos, gráficos, informes, opiniones, sustos. Es la información global, el drama compartido. Pero unos lo sufren sin hogar y otros desde el sofá de nuestra casa.
Es la sombra alargada de la muerta, del drama sin nombre, del castigo de la naturaleza, para darnos cuenta de que somos muy poca cosa que no podremos nunca dominar el continente. Somos una pequeña parte del contenido y nada más.
Ahora nieva para pintar de blanco la muerte, el gris de la derrota, el destrozo y la miseria. Es un color imbécil cuando no sirve para dar todavía más problemas, para complicar la convivencia y el rescate. Se nos olvida que tras los problemas nucleares hay un drama inmenso que nadie resolverá. A muchos cientos de miles de japoneses el problema nuclear se la trae al pairo, pues ellos ya han perdido la esperanza. El drama nuclear nos afecta a nosotros, por que no queremos contagiarnos de sus problemas. Somos los pequeños egoístas que ayudamos pero desde casa, sin mancharnos mucho las manos, con comodidad.
Lo que si es ejemplar y maravilloso, es la posición social de los japoneses con sus silencios y gestos, sus calmas y dolores callados. No se trata de copiar, pero tal vez de admirar.

El ácido acetilsaticílico y las estatinas nos van a salvar de morir en el intento

Yo me tomo todos los días mi dosis de estatinas, que es una gorda pastilla que antes era muy cara y en poco meses ha bajado más de cuatro veces su precio. Ayer leí que las estatinas son maravillosas para vivir mucho, que los americanos —que lo saben todo lo que los demás no sabemos—, han dicho que con estatinas uno no se muere nunca, siempre enfermo.
Yo me tomo todos los días una pastilla de ácido acetilsaticílico, que es otra pastilla más pequeña y barata que también dicen que cura todo tipo de enfermedades buenas y malas. Las enfermedades buenas son esas que no dan muchos problemas pero que sirven para hablar con los amigos y vecinos en las conversaciones vacías.
Así que si sumo y hago cuentas, me encuentro maravillosamente jodido y sano hasta no poder más. Aunque luego me entra la depre y me empiezo a preguntar el… ¿y por qué me manda estas pastillas tan buenas mi querida médico?
Así que resulta que sigo leyendo y resulta que estas pastillas son buenísimas para los que están sanos, para que no se pongan malitos del cuerpo humano, pero que para los que ya estamos cascados, si acaso, evita que nos muramos de otra cosa, que qué más da.
Miro las cajas de las pastillas de reojo y me imagino dentro de poco a todos los ricos del mundo rico (y del pobre, que también los hay) comprando cajas de estatinas y de ese ácido con nombre complicado, para no morirse nunca. Se las tomarán en vez de un Rioja; en fin.
Es una manera de creer en algo, sin tener que perder las mañanas de los domingos.