Hoy he vuelto al lugar físico en donde nací. Mejor dicho, al lugar donde volví a nacer, pues en dos ocasiones y según me cuentan, fueron llamados mis padres para que fueran al hospital pues me estaba muriendo.
He ido a dejar unos dípticos informativos a las zonas de gestión del Hospital, por una asociación para la que colaboro, y ya al atravesar la puerta del Hospital Infantil de mi ciudad, el corazón me ha dado un vuelco.
He pisado la UCI de neonatos del Hospital materno-infantil de Zaragoza, y ha sido una experiencia llena de emociones. Ya no estará igual, además de no recordar yo nada de aquello, pero me imaginé allí y… ¡¡Uff!!
He imaginado por un instante a mis padres entrando por una puerta similar a esa, hace ya 44 años. Yendo a verme, a darme el biberón, sin hacer piel con piel pues entonces eso no existía, esperando una noticia positiva, mirando a su primera hija.
Mientras esperaba a ser atendida en mi visita, he observado un tablón de corcho con mensajes de familiares que han pasado por allí, hermanos/as, progenitores agradeciendo la labor de profesionales, dibujos…, vida de agradecimientos.
Cuando me ha atendido una de las profesionales, le he explicado el trabajo de mi asociación, y he aprovechado para agradecerle su labor y la su equipo de médicos, pues personas así, me salvaron la vida hace 4 décadas. Casi todos ya estará más que jubilados, pero el espíritu sigue.
Su abrazo al saber que yo estuve ahí, ha sido reconfortante. Ellos también se alegran de saber que logramos salir de las penurias y construirnos un mundo nuestro.
Como es lógico los médicos y enfermeras de 1981 ya están jubilados, pero yo, por un instante he sentido que estaba en manos de alguien que te va a cuidar en tus primeras horas de vida, cuando algo se tuerce.
Y eso es, sin duda, hacer algo grande con algo tan, tan pequeño, como un bebé prematuro que no sabía respirar.
Laura Puente Ajovín
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