17.1.20

La pobreza de España en sillones de diseño y colores vivos

Esta semana he tenido que ir dos días consecutivos a desayunar a una cafetería grande de nombre muy conocido por ser un local de comida rápida. Era y es Madrid. Y en horas distintas y días diferentes me he encontrado a las dos mismas personas sentadas en los mismos asientos. Un día a las 10 y el otro día a las 9 de la mañana. Ellos seguían, estaban, volvían al mismo lugar, al mismo espacio de recogida.

Es también la imagen de la pobreza, de la indignidad vital no resuelta en España, en Europa y que resulta complicado de obviar. Uno es posible que superara por poco los 70, el otro no llegaba a los 50. Ambos hombres. Con la misma ropa.

En este espacio encuentran el calor mínimo durante un tiempo hasta que los despidan del local, y como es una segunda planta esto puede tardar todos los días lo suficiente para calentarse de la noche fría. Pueden acudir a lavarse y a realizar sus labores básicas y humanas en un espacio donde al menos descansar de la dura noche. Lo que sobra es espacio, lo que falta es humanidad.

El joven llevaba el segundo día una hogaza de pan que se iba comiendo a pellizcos, ambos no habían solicitado ningún pedido en el local pues posiblemente no tenían dinero para un café o si lo tenían se lo guardaban para el momento en que fueran requeridos para irse. 

Al final es un espacio de servicio público si hay consumición y podrían permanecer allí. No se miran, no se hablan, se tienen que conocer pues yo en dos días los reconocí, y simplemente parecen esperar a que el tiempo pase, a que salga el sol o la luz, su sol y su luz.

¿Cuánta necesidad hay de Servicios Sociales, cuántos Padre Ángel (o similares) deberían existir en las grandes ciudades?

Necesitan sobre todo sujetarse en tres pilares. Formación social y laboral. Una vivienda muy básica. Un trabajo fácil.

En tiempos de engaños universales, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario

Dijo Orwell: "En tiempos de engaños universales, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario" y desde la frase debemos admitir que estos tiempos mentirosos no parecen acabarse nunca, pues siempre hay personas y organizaciones de forma consensuada a veces, que intentan tener las razones a base de inventarse la razón, o al revés, intentan tener la razón a base de inventarse razones para ello.


¿Qué podemos hacer para defendernos ante los engaños casi universales?

Sin duda detectar estos engaños y decir tu verdad. No permitir que nos manipulen ni con monsergas ni con estados de ánimo ni con informaciones que ya de entrada y antes de leerlas ya detectamos que están manipuladas. Seamos libres en nuestra forma de pensar, no escuchemos cantos de sirena, mucho menos si son negativos pues nos predisponen a cambiar de opinión.

Es curioso que casi todo tipo de manipulación no es desde el campo del positivismo, sino al contrario del de la mala baba, de la crítica desaforada y sin razones suficientes, del ataque hacia otro o hacia otra idea. Nunca se dan soluciones sino se señalan presuntos errores o barbaridades de "otros". 

Así, que sin duda, no caer en esas trampas constantes y decir la verdad, como decía Orwell es casi un trabajo revolucionario consigo mismo pues la lluvia fina es interminable. Y el silencio muchas veces el pero acompañante para ser libre.

Pero es también un trabajo revolucionario con la sociedad decir tú verdad, pues no logran lo que pretenden con sus mentiras en primera instancia, que sirvas de propagador, de virus que transporta sus ideas de un lugar a otro.

Sé libre, elige lo que quieras para leer, responde a quien quieras y haz lo que te venga en gana. Pero si tienes que decir algo, di tu verdad. Desde tu libertad y desde sobre todo tu propia responsabilidad. Pero sobre todo no te dejes engañar. Los engañadores oficiales han crecido mucho en los últimos años.