19.11.25

Yo nunca cobré por opinar sobre gastronomía


Ayer escuchaba en una intervención de lo más torpe, a un degustador de restaurantes, de los que publican vídeos por TikTok, mientras comen grandes platos, y cayó en la trampa de advirtir lo que cobra normalmente por ir a un restaurante bajo encargo y hacer un vídeo presuntamente libre, sobre lo buena que es su comida.

La capacidad de engañarnos (en general) es tremenda, e incluso la capacidad de hacer negocios lucrativos con esos engaños de todo tipo, también. Y curiosamente, seguimos creyendo en los que nos engañan.

Cobra sobre 3.000 euros por jornada, por ir, aparentar que va de casualidad, pedir a la carta en restaurantes de cierto nivel alto, y decir que son únicos. 

Y lo curioso es que todos hemos visto a estos personajes decir siempre lo mismo. Posiblemente cuando dicen que algo está mal, es que no les han pagado lo acordado.

Como el vídeo explicando el funcionamiento de su negocio lo ha publicado también en TikTok aunque no haya sido él, sino en una entrevista, ha cometido la idiotez absurda de dar explicaciones que se le han disparado contra la línea de flotación de su negocio. De su credibilidad.

La duda es saber si esta práctica sucede con gastronomía…, qué no sucederá con todo lo demás.

Ya he tenido varios años y en funcionamiento un blog de cocinahttps://salmorrejo.blogspot.com/ NUNCA HE COBRADO NADA DE NADIE, como es lógico ahora está parado por falta de lectores. Lo máximo que logré en los 17 años de funcionamiento fue un regalo de unas bolsas de cocina y congelación que me enviaron de una marca y gratis, para que diera mi opinión. Libre, eso sí. 

Algo me ha quedado claro, aunque ya lo sabía de antes. Soy perdidamente un imbécil.

14.11.25

En los negocios tan importante es sabe entrar como saber salir


Estuve hablando hace unas semanas con dos personas que fueron pioneras en la introducción y cultivo del tomate rosa en España, esa variedad de tomate también llamado de Barbastro en el norte de Huesca, feo, a veces muy feo, pero muy carnoso y sobre todo muy sabroso. De esto hace yo casi tres décadas.

Llegaron a tener casi una veintena de personas trabajando para cultivar aquel tomate entonces novedoso por su tamaño y sabor inusitados. Un
 producto que luego ellos mismos vendían y repartían a muy buen precio a restaurantes de Madrid y al mercado central de la capital.

Lo que hicieron fue más que acertar en un negocio: intuyeron los beneficios de un producto distinto y supieron cómo venderlo.

No vendían a cualquiera; elegían casi a sus compradores. Detectaron ese mercado capaz de pagar cuatro o cinco veces más por algo ligeramente diferente. Un tomate recogido de la mata en el momento oportuno, al que solo le faltaban dos días más de maduración óptima. Y crearon en aquellos años un sistema de servicio puerta a puerta en pocas horas: del campo a la mesa, con el producto en su sabor perfecto.

Hoy, en 2025, vemos mucho más fácil este tipo de empresas y servicios. Sabemos que la distribución rápida y personalizada es una parte importante del negocio. Pero en aquellos años noventa del siglo XX, esto era casi futurista, premonitorio, y un éxito comercial y económico.

Lo más interesante es que supieron reconocer el momento exacto en que aquello dejaría de ser negocio en el corto y medio plazo. Comprendieron una verdad fundamental: la optimización de un servicio o producto se mueve en ciclos. Hay que ser pionero para encontrarlo y elevarlo a la categoría necesaria, sí, pero también hay que anticiparse a su declive para salir a tiempo, cuando ya es imposible mantener el mismo servicio y calidad debido a los cambios de los mercados y sus rentabilidades.

Hoy esa pareja se dedica a otro negocio mucho más tranquilo, con menos presión y muchos menos beneficios también. Pero ambos han aprendido algo valioso: tan importante es entrar como saber retirarse. Tan decisivo es descubrir un mercado como saber cuándo abandonarlo.

Menciono esto porque hoy en día se trae tomate de la variedad Rosa, el llamado también Tomate de Barbastro desde cultivos en Marruecos, gestionados y exportados por empresarios españoles. Pero esos tomates carecen de la calidad y el precio que tenían los suyos hace dos décadas. Una prueba más de que los ciclos terminan, y los pioneros que lo reconocen a tiempo son los verdaderos ganadores.