1.2.24

¿Para qué nos sirve el miedo? - What is fear for us?


El miedo va dentro de nosotros, forma parte de nuestra forma de saber defendernos. Sin miedo seríamos todavía más tontos. Lo cual a veces parece casi imposible. 

Necesitamos el miedo para estar controlados y tranquilos, aunque parezca un contrasentido. Necesitamos el miedo para que nos puedan controlar con más facilidad.

Es cierto que nuestra capacidad de creernos capaces de todo, de controlar y dominar…, es absurda, no tiene sentido. Somos débiles y asumirlo debería ser parte de la solución.

Estamos en la prehistoria de excesivas cosas de las que no conocemos lo suficiente. Pero no nos lo decimos, y así tenemos menos miedo, nos sentimos más seguros. 

Como los jóvenes tienen menos miedos —pues ven imposible que llegue el final de la película— se saben defender peor y cometen más tonterías. 

A esas edades son también más capaces de saber aguantar los errores pues el cuerpo está nuevo. Aunque las abolladuras de la vida siempre dejan huella.

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Fear goes within us, it is part of our way of knowing how to defend ourselves. Without fear we would be even dumber. Which sometimes seems almost impossible. We need fear to be controlled and calm, even if it seems a contradiction.

It is true that our ability to believe ourselves capable of everything, to control and dominate, is absurd, it makes no sense. We are weak and assuming it should be part of the solution.

We are in the prehistory of things that we do not know enough about. But we don't tell ourselves, and so we are less afraid, we feel more secure.

As young people have fewer fears - because they see the end of the film as impossible - they know how to defend themselves worse and commit more foolishness.

At those ages they are also more capable of knowing how to endure mistakes because the body is new. But life's dents always leave a mark. 

Las tablillas en los cementerios de Japón. Visita sus cementerios


En Japón, en Tokio, son tantas las sencillas cosas que debemos ver, que una semana es muy poco tiempo para disfrutar de una sociedad diferente a la occidental. En los viajes de más de una semana que hagas a cualquier país distinto al tuyo yo siempre recomiendo que al menos unas horas se dediquen a visitar un cementerio, y admitiendo de que esto suena a barbaridad, es un ejercicio turístico que te adentra como pocos en sus culturas, en sus formas de ser y sentir. 

No es falso decir que hay cementerios maravillosos, y bien cerca de España tenemos los ejemplos de París, o incluso sin salir de España algunos cementerios en Galicia o en Castilla. Lo recomendable es antes de visitarlos revisar alguna información sobre ellos para aprovechar la visita.

Esta imagen de arriba nos muestra el cementerio de Yanaka ubicado al norte de Ueno en Yanaka, Tokio. Un cementerio donde poder ver y sentir la antigua atmósfera de Shitamachi, la historia de un pueblo, la cultura antigua de Japón.La calle que atraviesa el corazón del cementerio se llama Sakura Dori, la calle de los cerezos en flor. Si tienes la suerte de poderlo visitar cuando las flores rosas y blancas están en los árboles en primavera, verás un espectáculo inolvidable.

En las tumbas de los japoneses es habitual dejar unas tablillas con rezos y recuerdos para el difunto, que en días de viento se mueven y realizan un tintineo que suena a música celestial o como poco a sonido venidos desde el más allá. 

Como en Japón ciudad hay cementerios en algunos barrios entre las zonas habitadas, dentro de urbanizaciones, en días de viento este sonido entra en las habitaciones de las viviendas cercanas, para recordar que la vida es eso, una música que se acaba.

Residencias para personas mayores pero no muy mayores


Hay residencias que ofrecen estancias temporales, que atienden en régimen de asistencia completa a personas que han sufrido una caída, rotura,  operación, etc. para que estén atendidos mientras se recuperan de sus procesos.

Si la persona es de tercera edad, me parece bien que esta recuperación se haga en un Centro de personas Mayores.  Pero si esta persona es aún joven (50, 60, incluso 70 años), deberían existir centros donde quienes residen sean personas de la misma generación. Personas con las que interactuar, hablar, jugar a las cartas, hacer un crucigrama, ver series de tv, cualquier actividad que les mantenga ocupados y distraídos, sin pensar en su dolencia ni que han entrado en una fase de soledad, de enfermedad, de una debilidad que va en aumento.

¿Por qué digo esto? Porque si se está en un centro internado/a un largo tiempo y no se activa la memoria, el habla, las habilidades sociales, motrices, si no se motiva al paciente, si además se ve rodeado de personas ancianas, quizás en peor estado anímico y de salud que el paciente ingresado, conseguimos que alguien que entró para recuperarse de una cadera rota, o de cualquier otra cosa, salga peor de ese centro. 

Y creo que debería ser al contrario. A cualquier persona a partir de los 60 años se le debería dotar también de esperanza y alegría, de una cierta habilidad para relativizar sus procesos temporales de una debilidad, que no tiene que ver con su estado anímico al entrar ni con su edad. Y si no somos capaces de crear centros para adultos no muy mayores, los convertimos en "muy" mayores simplemente ingresándolos en unos Centros concebidos para personas con debilidad y una edad muy alta.

Hoy se es joven muchos más años que antes, y eso debe lograr que creemos servicios dotados para las particularidades de esas personas de 55 a 75 años, que todavía tienen mucha energía, aunque hayan tenido un tropiezo temporal en su salud. No deben ser geriátricos, sino más similares a hoteles con cuidados al menos de enfermería y actividades similares y cercanas.

Laura Puente 

Hay dos España, dos Madrid. Tremendamente diferentes

No queremos ver lo obvio por las calles, pensando tan vez que así nos sentimos más felices. El 31 de enero de 2024, a las 10 de la mañana, he cruzado la plaza Benavente de Madrid y había al menos unas 8 personas haciendo o intentando ser alquiladas para la prostitución.

Había un hombre durmiendo en el suelo, junto a una esquina cerca de una librería y sin tapar, y seis hombres sentados en el suelo de la otra punta de la plaza, alrededor todos ellos de dos cajas de vino.

Tenía esa mañana que acudir a un barrio “bien” de Madrid a casi una hora de Metro, donde el espectáculo era totalmente diferente.

En las tres últimas paradas de la larga ampliada línea de Metro, ya casi no viaja nadie y los que lo hacen son trabajadores del hogar hacia barrios muy residenciales. Los hospitales privados y las escuelas idénticas copan los espacios que dejan los grandes chalet o enormes edificios de diseño, con altas vallas y seguridad privada. Sin clave no se puede ni llamar al portero.

No hay comercio, no lo necesitan, no hay personas por la calle, no lo necesitan tampoco, no hay vida en la calle, si acaso en los Clubs privados de entretenimiento o dentro de las vallas metálicas.

Son dos España, dos Madrid, dos sociedades, dos formas de vivir y de morir. Son tantas las diferencias, que preocupan aunque las tapemos. El resto, nosotros, los que no pertenecemos ni a una ni a otra sociedad, no queremos mirar a ningún sitio. Nos conformamos. ¿Eso es lógico, inteligente, humano?