Las posiciones de Vladímir Putin y Donald Trump en una mesa de negociación no son las de dos locos que no saben qué quieren o lo que parece peor, lo único que deseas es joder al contrario.
Ambos son mucho más inteligentes de lo que aparentan.
En el territorio de Ucrania se juega el futuro de la Europa del siglo XXI, y eso creo que tampoco Europa es capaz de verlo así o exigir poder participar aunque sea de mirón.
Y mucho menos para poder intervenir y convertir en favorable para los intereses históricos de Europa, lo que suceda en este 2025 en territorios ajenos a Europa.
Trump es un gran empresario aunque se le puedan poder todos los adjetivos que nos venga en gana. Y como empresario de grandes proyectos, sabe negociar bien, sabe pelear con los tempos ante sus proveedores, clientes y colaboradores, y sabe aguantar como en una partida de ajedrez, los movimientos de la competencia. Sabe perder, y sabe levantarse.
Putin es un militar secreto, un tipo oscuro que sabe que su trabajo es disimular pero a la vez dar zapatazos encima de la mesa sin importarle la abolladura del tablero. Como bien militar sabe que es principal en su trabajo el aprender a obedecer y a dar órdenes. Él practica lo segundo. Y saber que en este trabajo suyo, la vida solo vale lo justo y necesario. Él solo entiende de historia.
En ambos casos saben que es fundamental tener un buen equipo de colaboradores, pero a su vez muy pequeño, de excelentes amigos algo escondidos. Y un segundo equipo en la reserva, por si se cabrea con el primer grupo o por hay que cambiar los movimientos de las piezas de forma urgente,
¿Y qué tiene que ver esto con Ucrania?
Pues que en Alaska aunque se nos diga lo contrario, se pusieron encima de la mesa todas las opciones. Y digo todas.
Se empezó una nueva partida que no será rápida, y desde Putin se dijo con claridad que si todavía no ha ganado la guerra es porque no ha querido, y desde Trump se advirtió que las ayudas a Ucrania que han llegado hasta ahora, son "peccata minuta" si nos ponemos tontos.
Y sobre todo esto, encima de la mesa desde el principio, está la OTAN y la frontera de seguridad que debe existir en Ucrania.
Exactamente igual que cuando Europa no supo entender el problema y resolverlo antes de estallar la guerra a principio de 2022. Esto va de respetar los acuerdos que son muy sencillos de entender. OTAN no, y Unión Europea tampoco.
A Rusia es posible que le de igual la cantidad de territorio, pero no le da igual la calidad estratégica de esos territorios. Y que esas zonas vacías de peligros para su seguridad, deben serlo no de palabra, sino de hechos.
Y claro, todo esto choca brutalmente con los deseos lógicos de la libertad de Ucrania, y de las posiciones de seguridad de Europa, que no está llamado a esta cena, aunque algunos todavía menos, ni tan siquiera a limpiar la mesa de polvo.
¿Qué puede salir de todo esto?
Pues se puede asegurar quien va a perder, y no tanto si Rusia se cerrará en banda para querer tener el Donbás por encima de todo, incluso para ampliar sus zonas propias hasta la zona de Jersón, Mariúpol y Zaporiyia para unirse a Crimea y controlar el Mar de Azov.