30.3.11

Tengo el vicio de comprar, de poseer cosas importantes ¿Me puedo curar?

Comprar es algo más que poseer, es también sentirte capaz y asombrosamente rico. Y es algo que en alguna medida todos necesitamos. De hecho el éxito de las tiendas “todo a 100” es precisamente la de recuperar para el consumo y la compra a las economías débiles o a las personas de ingresos medios pero de gasto compulsivo.
Necesitamos sentir que lo que existe a nuestro alrededor también es posible tenerlo, poseerlo, pues si no es así nos sentiremos mal aunque lo intentemos. No será posible saltarnos del consumismo más que con una herramienta muy sencilla. Poseer cosas que no tengan precio. Pero al fin y al cabo es consumir.
Libertad, sol, naturaleza, silencio, tranquilidad, literatura, arte, compañía. Son también posesiones complicadas de poseer aunque no tengan precio. Podemos ser compulsivos consumidores de libertad, de sol, de agua, necesitar sentir bajo nuestros pies le hierba o las piedras, disfrutar del espacio vacío o de unas líneas de color sobre un lienzo. Es un vicio también, maravilloso vicio para quien disfrute de él. Como todos los vicios.
Comprar tranquilidad también es poseer y sentirse rico.

¿Estamos ante un cambio de ciclo social y cultural?

Toda sociedad tienda hacia su desarrollo y crecimiento casi imparable, hasta alcanzar el punto más alto, para a continuación empezar a bajar de una manera muy rápida. Todo cultura social dispone de un punto máximo que nadie sabe posicionar hasta que se alcanza, no pudiendo este determinarse, hasta que se produce una caída pronunciada en su relación sobre todo consigo misma.
El dato más dramático de la hecatombe social es que se devora ella misma. Los mayores desastres que le suceden a una cultura social en su decaimiento brusco; es precisamente la multiplicación exponencial de sus propios problemas y la nula capacidad de respuesta y soluciones, más que la pelea de contrarios que quieren modificar culturas y sociedades.
Normalmente a una catástrofe social no le sucede un recambio social; queda un vacío que es precisamente el que produce el desastre con mayor crudeza y rapidez. No hay una transición, pues esta formaría parte del propio crecimiento de la sociedad, no hay evolución hacia otro punto sino un gran vacío que se come todo lo construido —queriendo o sin querer—, pero sin capacidad de respuesta.
Por eso la destrucción de un sistema de cultura social se produce a una velocidad muy alta, pues no dispone de mecanismos de defensa al estar todo él paralizado; es pues una incomprensión e incluso un alentamiento social para que se produzca el desplome como mal menor.
Es complicado decir que estamos ahora (en el 2010/2020) en un punto máximo