22.11.17

A Ernest Lluch lo mataron por buscar la paz

En Barcelona el 21 de noviembre de 2000, ETA asesinó en su garaje y por la espalda de dos tiros en la cabeza a Ernest Lluch, exministro de Sanidad del PSOE y fundador del Partit Socialista del País Valencià, un político que iba mucho más allá de ser un exministro socialista, para ser en ese momento una figura clave en los procesos de diálogo entre ETA y la sociedad política española, entre el PNV (gobernaba el País Vasco en ese momento) y el PSOE.


Vinculado a San Sebastián era un reconocido vascófilo, enamorado de sus paisajes, de los pueblos y de las ciudades, de la cultura, de la lengua vasca, de la historia y de las posibilidades de futuro del País Vasco. Había vivido en Donosti y conocía perfectamente el drama que para la sociedad vasca representaba el fenómeno de la violencia.


Ernest Lluch se había postulado, en repetidas ocasiones, a favor de una salida dialogada y negociada al conflicto vasco; y, en contacto con personalidades del mundo de la cultura, de la enseñanza y de la política vascas, había sido un firme y destacado defensor de los derechos humanos y de la paz en el País Vasco siendo además miembro de la organización pacifista vasca Elkarri, desde donde buscó puentes para conseguir el respeto a los derechos humanos y la pacificación de Euskadi. Según confesión posterior de miembros de la propia banda ETA, este fue un hecho determinante en ser elegido como víctima.


En aquellos tiempos hacía un programa radiofónico en el Ser con Gemma Nierga, quien en una manifestación de casi un millón de personas en Barcelona por este asesinato, pronunció desde el atril de la despedida una frase dirigida a los político, que acabaría teniendo una gran trascendencia: "Ustedes que pueden, dialoguen".

El periodista José María Calleja, gran conocedor del País Vasco y también amenazado por ETA, escribió: «Ernest Lluch quiso hacer algo más que denunciar la violencia terrorista y se adentró en un territorio de minas, como es la aproximación al entorno de la banda terrorista, con afán de encontrar una solución dialogada. Una de las muchas minas que alfombran ese territorio salvaje le explotó en la cara y le quitó la vida».

21.11.17

Primeras tarjetas identificativas de CCOO

Aunque no existían los sindicatos legalizados, los partidos políticos, los trabajadores teníamos que unirnos en la defensa de nuestros derechos, dentro de las pocas posibilidades que teníamos para organizarnos.

Las reuniones eran en los Pinares de Venecia en el caso de Zaragoza, o en locales de algunas iglesias donde algunos sacerdotes apoyaban los intentos porque la libertad lógica  y básica estuviera presente en la sociedad. La iglesia facilitaba las reuniones de sindicalistas y también las de las Asociaciones de Cabezas de Familia, que eran los gérmenes permitidos de lo que luego fueron las ASociaciones de Vecinos.

Pero todo eso llevaba unos gastos que había que soportar. Y no existía forma de afiliación ni de carnet de pertenencia. Así que existían estas tarjetas que vemos en la imagen y que servían para lograr algunos ingresos, como apoyo a los sindicatos, y que pagábamos tanto militantes como simpatizantes, o incluso y siempre de forma voluntaria, las personas que acudían a algunas actividades culturales, tipo cine forum o recitales.

Llevarla encima indicaba que ya habías colaborado. Una forma de identificarte también.