2.1.19

Beneficios sin liquidez ¿Es esto posible en las empresas?

Una de las situaciones que más les cuesta entender y admitir a las personas que nunca han tenido una empresa o nunca han estado dentro de las contabilidades de empresas, es que muchas veces la contabilidad dice una cosa y la realidad que se percibe es otra muy diferente. Y esto cuando se lleva a los extremos de los beneficios o pérdidas cuesta mucho más de entender, y no digo nada, de explicar y convencer a personas sin los suficientes mecanismos de defensa por conocimiento contable.

La contabilidad es una serie de sumas y restas contables, de libros, cuyo resultado final ofrecerá un resultado que difiere seguro con lo que nos dice la caja, con el efectivo que existe. Se pueden tener beneficios y tener deudas, sin duda, pero también se pueden tener beneficios y no tener activo para pagar esas deudas contraídas o incluso no poder comprar al contado a proveedores o pagar las nóminas de los trabajadores.

Llegados a este punto, es complicadísimo explicar a los operarios de una fábrica que las cuentas anuales llevan años ofreciendo buenos resultados, pero que en cambio no es posible pagar las nóminas. 

La primera pregunta es clara: ¿Qué se ha hecho con los beneficios? Beneficios por cierto, sobre los que hay que pagar impuestos y también es muy posible que tampoco haya efectivo en caja o en las cuentas bancarias para esos pagos.

No, no siempre los beneficios se han repartido, se han malversado, se han mal empleado. La inmensa mayoría de las veces esos beneficios han ido a pagar deudas. O a comprar maquinaria o a realizar inversiones.

Si en enero debes 1.000 y en diciembre debes 500, has generado 500 de beneficio contable por minoración de la deuda. Podría ser que en enero tuvieras en efectivo 30 y en diciembre tuvieras 10. En realidad has generado 480 de beneficios, pero tienes 20 menos de efectivo. Y tienes problemas de liquidez. Lo mismo sucedería si has comprado maquinaria y por ello ha aumentado el valor de la empresa o has realizado inversiones de adaptación.

Es verdad que en las contabilidades se pueden hacer algunos movimientos contables "de última hora"…, para modificar resultados. Eso sí, cada vez menos. 

Sobre todo de cara a no tener que pagar impuestos en el corto plazo, por falta de liquidez. Por ejemplo aumentar o disminuir el valor del almacén. Intentar colar deterioros de valor de algunas inversiones o máquinas viejas. Mover algunas amortizaciones para que afecten mejor o peor en la contabilidad final. 

Efectivamente estos movimientos están tasados y no se “pueden” hacer y si se hacen cada día son más detectables, aunque la realidad es que en el recorrido de la vida de una empresa no afectan en casi nada. Lo que no quieres reflejar hoy lo tendrás que reflejar el próximo año, por poner un ejemplo. 

En algún momento hay que regularizar los malos ajustes “equivocados”. Excepto que la empresa se muera.

Los asesores de empresa en estos años del siglo XXI ya no son tan laxos en ciertas prácticas como lo eran en el siglo XX pues los controles son mucho más exigentes. Como es lógico y legal. 

Pero hay situaciones donde los gerentes de las empresas caen en la trampa, para declarar insolvencias irreales, para engañar a socios, para despedir parte de las plantillas, para blanquear dineros, para engañar las cuentas de cara a la obtención de créditos, etc. Y esas trampas se pagan de forma grave y cada vez con más responsabilidad personal.

El siguiente paso de estas empresas con crisis altas, con enfermedades casi terminales (sean pequeñas o grandes), es acudir a “asesores especiales” que los hay y que son auténticas (casi) mafias que te ofrecen soluciones que no siempre son legales, por no decir otra cosa. 

A partir de esos momentos las inspecciones tributarias o laborales tienen que entrar al trapo para intentar adivinar qué se está haciendo, pues las complicaciones que someten a las empresas estos “asesores especiales” es en muchos casos altamente complejas y rebuscadas.

1.1.19

Cada año hay muchos 1 de enero, para empezar cambios y promesas

Efectivamente, hemos empezado un nuevo año, el 2019, y algunos de vosotros (yo no) os habéis hecho algunas promesas para cumplir este año que empieza. Efectivamente, es mucho más sencillo prometerse que cumplirse. Lo sabemos. Tranquilos, en esto no es obligatorio cumplir. Un inicio de Año Nuevo es un periodo como cualquier otro, simplemente algo más marcado.

Cada año hay dos momentos en los que empezamos “ciclo” vital. Tras las vacaciones de verano y tras las navidades. Son como un pequeño reset que nos hacemos, siempre de forma mental, donde nos planteamos un balance e intentamos mejorar algunos aspectos. Y a veces lo conseguimos. También hay que decirlo.

Pero no debemos ponernos objetivos y retos muy complejos de cumplir, pues podría ser que antes de llegar a ellos nos cansaremos y el desaliento es casi peor que la inactividad. Pongamos objetivos posibles, que nos agradan, que sean útiles o tengan una meta positiva, y si los tenemos que reajustar o hacerlos crecer, que sean fáciles de modular en al menos el primer mes de su inicio.

Pueden ser de lo más sencillo en nuestra vida o de lo más complejo. ¿Buscar nuevas relaciones? ¿incluso amorosas? ¿te has cansado de tu vida laboral? ¿quieres dejar de fumar? ¿es necesario cortar con tu relación actual? ¿te intoxica alguna persona que tienes cerca? ¿quieres cuidar algo más la salud?

Te plantees la meta que consideres necesaria, nunca te debes agobiar. Calma. Lo importante es lograr un buen resultado, que el final te resulte satisfactorio el objetivo. A veces según que tipo de paso damos en la vida, se logra que ya nada sea como antes. Estos pasos “decisivos” que muchas veces empiezan por algo muy simple, hay que medirlos bien antes.

Reflexionemos si queremos eso, un primer paso firme que no tenga vuelta atrás, o si preferimos analizar posibilidades, ir con calma y tener siempre abierta la posibilidad de una vuelta atrás. Si hablas con alguien y le dices que todo se ha acabado, es un paso de los que ya hay pocas posibilidades de vuelta a trás, sea en el amor o en la vida laboral. Tal vez haya que buscar alternativas antes de dar ese paso, analizar opciones, recambios, diseños del camino nuevo, etc.

El día 2 de enero es mañana, pero cada año hay muchos días 1 de enero aunque sea marzo o septiembre. Lo mejor es no equivocarte y obtener tus metas, con independencia del día en el que tomas la decisión. No busques caminos inciertos y oscuros, sigue buscando caminos con los que no te de reparos avanzar.