5.9.25

Los tomates que le gustaban al hombre del restaurante


Ya estamos a viernes y esta semana se nos ha pasado… pues eso…  cada persona a una velocidad diferente; es la vida, esa que tenemos que aprender a disfrutar, y nunca es tarde.

Ayer en un restaurante de carretera tuve una pequeña conversación con una persona que me superaba en edad, algo complicado ya. Como es lógico le dejé hablar para escuchar e intentar aprender, aunque la mitad de lo que me dijo me sonó tan mal que eso lo borré enseguida. Y no, de eso no voy a comentar nada.

Él, ya jubilado desde hacía una década, disfrutaba con su huerto. Y me lo dijo abiertamente. 

En la vida hay que disfrutar con algo, con lo que te guste y creas que lo haces bien. Aunque sepas que para los demás es una tontería.

Él disfrutaba con su huerto pero en concreto con sus tomates, que intentaba seleccionar, tener semillero propio y sin grandes conocimientos, hacer pequeñas pruebas de sabor, color y tamaño. 

Yo me pierdo con esas cosas, pero me quedé con la idea de que aunque parezca inútil lo que haces a ojos de los demás, si te gusta hacerlo hay que lanzarse de cabeza aunque tengas 75 años. 

Y olvidarte de los ruidos que te rodean y que parecen querer llevarte a sus propios huertos.

Estaba el hombre ahora, con la idea de lograr unos tomates cherry redondos, de color marrón fuerte y con piel muy suave, que lograran incluso oler a tomates. Pero no poco, oler incluso la mata. 

Lo de menos son los tomates, lo de más… su ilusión y sus ganas. Eran feos, llenos de piquitos claros que les conferían unos tonos como de tomates enfermos. Pero olían a tomate y eso era lo que le gustaba al hombre.

¡¡¡Conseguido!!!


El pasado que no recuerda al futuro

Se expresaba el historiador tunecino Ibn Jaldún, en el siglo XIV de nuestra hégira, con un aforismo más que brillante, aplicable a las grandes civilizaciones de la humanidad: el pasado recuerda al futuro.

Tan preclara frase advierte sobre que los países con vocación imperial siguen siéndolo por encima de sus formas de gobierno (Rusia), enclaves occidentalizados no lo son más que superficialmente (Israel o Grecia) y la democracia apenas es el menos malo de los sistemas posibles en un reducido espacio del orbe. Como lo demuestra la reunión reciente del grupo de Shanghai, del que forman parte China, India, Rusia, Turquía, Egipto y otros regímenes “fuertes” (türk, en lengua altaica). En que si organizas una primavera, los hermanos musulmanes o la superpoblación te siegan las flores de los cerezos.


El historiador francés Ferdinand Braudel, del que acabo de releer su magna obra “Mediterráneo”, asimismo alerta en la onda de su admiradísimo Jaldún de que los cambios en las sociedades son lentos, reformas para volver a los mismos puntos según su concepto de medir la historia en segmentos de larga duración (“la grande durée”) y que a corto plazo el ruido hace que no se entienda nada de las intenciones últimas.

Así las manifestaciones de los universitarios serbios colapsan Belgrado, demandando la incorporación de este estado de corte autoritario a la Unión Europea. Ello contradice “la vocación histórica” de Serbia, los primos eslavos del Sur de los siempre imperialistas rusos.

Belgrado ha crecido exponencialmente en extensión al modo de la Zaragoza de la década de los 70 y como sucedió con Atenas tras la expulsión de los griegos de Esmirna. Novi Beograd y Zemun, en la otra orilla oeste del río Sava, se están extendiendo para alojar a los serbios étnicos de Bosnia, Kosovo y Eslavonia, la Croacia que linda con el Danubio y fue Hungría. Los problemas de los estados mono étnicos derivados de los imperios escindidos, que implican diásporas sin conocimiento pues lo contrario, de quedarse, sería la aniquilación como la del parque de viviendas y habitantes gazatí (porque Israel ocupa dado que a los egipcios las vidas palestinas don´t matter).

En la volcánica sociedad de Irán, su cine anuncia cierto levantamiento intelectual de su élite cultural farsi. El movimiento reivindica la condición permanente de Irán como imperio por encima de los regímenes que le toquen, y denuncia que el país se halla secuestrado por aquel fundamentalismo islámico que bebió del descontento de los emigrados a Teherán desde el resto del país y su instalación en barrios sin apenas servicios (por eso, el de Farhadi recuerda tanto al primero de Almodóvar, al de Antonioni o a Berlanga, aunque muy poco al de José Luis Garci).

Aprovechándose Jomeini para luego depurarles, el fundamentalismo bebió de las estructuras en los barrios –de los curas obreros- generados desde el comunismo y laicismo nacionalista iranís de la época del imperio de los Palevi. Porque a los ayatolas en París los pudo haber alimentado Rusia.

Serbia e Irán se diferencian de Marruecos o de España. En la segunda, hay una monarquía consolidada y temida. Respetada por la Unión Europea en términos macroeconómicos, de un despotismo ilustrado subvencionado.

En nuestro sistema, habría que preguntarse si nuestra apuesta por la democracia es o no de “longue durée”, o simplemente una piedra en el camino (y los imperialistas de la bandera en muñeca son los dueños del país en términos históricos).

Entiendo que el aserto del Jaldún no se cumple porque la clase media-baja nos hemos beneficiado del trabajo vanguardista de los ayuntamientos socialistas de los años 80, que dignificaron y dotaron de instalaciones –una biblioteca, piscina y pabellón en colegio público por distrito- aquellas barriadas que recibieron en Zaragoza a media provincia de Soria y del Bajo Aragón, vaciándose Daroca. Eso no lo cambia, sino que se introduce una nueva capa de usuarios, la inmigración que venga.

Dado que primero se creó la línea del 39, después se extendió hasta Vadorrey y hoy incluso beneficia a condominios con piscina comunitaria. Lo mismo sucedió en Set Barris de Barcelona, la margen izquierda del Nervión, el barrio del Perpetuo Socorro de Huesca, Ruzafa en Valencia y Madrid Sur. A pequeña escala, idéntico fenómeno colmató a Sabiñánigo y Monzón de instalaciones, que hoy gestiona el PP.

Sin embargo, las reivindicaciones y logros de las asociaciones de vecinos, hoy en decadencia (producto de su época en que la participación fue necesaria) aún las vemos en la ordenación urbanística del jardín del barquito de Vadorrey, el Centro Cívico “La Dalla” de la Calle Pano y Ruata o el espacio único –ni plaza, ni solar- que en el mundo representan el Parque de la Memoria y la Harinera en San José. Del mismo modo que en Monzón se salvó la chimenea de la Azucarera, que es un parque, y en Sabiñánigo se mantiene pujante la Peña Edelweiss.

Han sido los logros españoles, junto con el establecimiento de la monarquía como mal menor y símbolo de la unidad que puede haber impedido nuestra balcanización, que consideramos mi generación y venideras como estables por vividas.

Así como nuestra democracia imperfecta y su corrupción endémica proveniente del “bakhshis” que ya practicaban nuestras abuelas es sistémica.

El español como idioma posee un conjunto más que abundante de palabras para expresar la compra o el fomento de la actitud de los demás: mordida, coima, comisión, propina, unto, bajín… todas para soborno –del latín “sub ornare”, adornar por debajo o en secreto.

Como la sociedad familiar con una importante huella islámica, la rural aragonesa y española a la que pertenezco, siempre practicó la “asabiya” de clan. La ocupación por capas de la vida urbana por descendientes de pastores más duros que los urbanitas, de grupos solidarios de primos que se colocaban entre sí. Puesto que nadie quiere volver al desierto cuando conoce la vida sedentaria, o sería sencillo repoblar Teruel.

Al contrario, las sociedades urbanas concentran el poder político, la alcaldesa de turno deviene diputada autonómica al dejar de pasarse por el pueblo, se quita el pelo de la dehesa indumentario y se acostumbra a la pleitesía y el lujo. De los que solo se la podría desalojar, al olvidar y dejar de temer la cadena de solidaridad que la ha encumbrado, con el advenimiento de otra nueva dinastía política rural que renueve los favores debidos.

No hay mucho de laico en que, separados de sus clanes territoriales (el PSOE de Huesca, el de Cinco Villas, el clan de Biel del PAR de Teruel), los dirigentes se conformen en controlar las ciudades de vida anónima y toleren la anarquía en los lugares de donde provienen: los cazadores furtivos o la tenencia de animales sin registro que dan lugar a crotalar las gallinas para huevos.

Pero el mundo rural está agotado: y Sánchez es un guapo de Madrid, Azcón otro de Zaragoza y solo Feijóo y Yolanda Díaz –a la sazón gallegos- salen de dentro de la fraga.

Jaldún afirmaba que es preferible la tiranía a la anarquía, y el Islam como religión de la austeridad y las costumbres ha dotado de una red solidaridad en las zonas urbanas mega pobladas árabes y entre la emigración a Europa. Enalteciendo sus valores tradicionales, que se pierden en una existencia anónima y no reflejan las series de Netflix.

En una batalla del relato que dan como necesaria, el intento de control político, que ha perdido la iglesia católica como lo ha hecho en el territorio. Con esos curas especializándose en el goteo de funerales y ningún nacimiento de sus veinte parroquias, retranqueados en los salones de su obispado jacetano, perdidos en disquisiciones bizantinas (valga el anatema).

En España y Aragón tendremos que contradecir a Jaldún: el futuro no se va a parecer a ningún pasado imperial ni totalitario por falta de glóbulos rojos. Lo demás es postureo de capea y tardeo. Ni nuestros curas pueden apostolar, ni su cantera de feligreses se espera.

01.09 Luis Iribarren