5.9.25

Los tomates que le gustaban al hombre del restaurante


Ya estamos a viernes y esta semana se nos ha pasado… pues eso…  cada persona a una velocidad diferente; es la vida, esa que tenemos que aprender a disfrutar, y nunca es tarde.

Ayer en un restaurante de carretera tuve una pequeña conversación con una persona que me superaba en edad, algo complicado ya. Como es lógico le dejé hablar para escuchar e intentar aprender, aunque la mitad de lo que me dijo me sonó tan mal que eso lo borré enseguida. Y no, de eso no voy a comentar nada.

Él, ya jubilado desde hacía una década, disfrutaba con su huerto. Y me lo dijo abiertamente. 

En la vida hay que disfrutar con algo, con lo que te guste y creas que lo haces bien. Aunque sepas que para los demás es una tontería.

Él disfrutaba con su huerto pero en concreto con sus tomates, que intentaba seleccionar, tener semillero propio y sin grandes conocimientos, hacer pequeñas pruebas de sabor, color y tamaño. 

Yo me pierdo con esas cosas, pero me quedé con la idea de que aunque parezca inútil lo que haces a ojos de los demás, si te gusta hacerlo hay que lanzarse de cabeza aunque tengas 75 años. 

Y olvidarte de los ruidos que te rodean y que parecen querer llevarte a sus propios huertos.

Estaba el hombre ahora, con la idea de lograr unos tomates cherry redondos, de color marrón fuerte y con piel muy suave, que lograran incluso oler a tomates. Pero no poco, oler incluso la mata. 

Lo de menos son los tomates, lo de más… su ilusión y sus ganas. Eran feos, llenos de piquitos claros que les conferían unos tonos como de tomates enfermos. Pero olían a tomate y eso era lo que le gustaba al hombre.

¡¡¡Conseguido!!!