15.9.25

Yo no soy Ni chicha ni limoná


Los siguientes pasos que dé la historia en este siglo XXI no están todavía escritos. No somos capaces de atisbar por dónde van a ir los pasos nuevos, ante lo que sin duda vemos hoy, que es una situación insostenible. O irá a mejor… o irá a peor.

Estados Unidos pierde influencia como líder del orden internacional, desmantela su propia democracia y parece que no deja de intervenir en las democracias de otros países que hasta hace poco se consideraban amigos o compañeros de viaje.

China, que ha surgido como gran rival geopolítico frente a los EEUU y a lo que llamábamos occidente, enfrenta las contradicciones de su modelo que viene de un comunismo adaptados a los mercados y al modernismo productivo, para consolidarse como alternativa ante el Sur Global herido en sus estimas y junto a los países grandes que quieren ser alternativas.

La Unión Europea, mientras tanto, se queda atrás entre regulaciones mal explicadas, pérdidas de países de su Unión real, con la casi urgente necesidad de acuerdos unánimes entre sus Estados miembros, y una creciente cautela con Rusia y sus zonas de influencia, sin olvidarnos de la pasividad de Europa con Israel ante Gaza y sus vecinos palestinos y árabes.

Todo está por escribir para este siglo XXI, todavía, aunque lo que vemos, a mi personalmente, no me gusta, o me produce temor. Mi mala costumbre de leer libros de historia me está afectando en mis miedos.

Dicen esos libros viejos, que cuando se presiona a la sociedad como quien aprieta demasiado un globo muy hinchado, al final explota. Y lo que era una tontería de plástico fino se convierte en un susto.

Hoy podemos decir con claridad que los conservadores son más conservadores que nunca, y que los progresistas se han cansado y ya empiezan a ser más progresistas que nunca. 

Nadie es “un poco más” cuando te aprietan la tripa. Todos tienden a moverse hasta explotar.

Nos intentan tener enfadados siempre, a todas horas. A los unos y a los otros. Así que sí, lo lógico es que nuestro enfado sirva para enfrentarse contra los otros que ya están también muy enfadados. ¿Eso sirve para algo?

Hoy en España, la inmensa mayoría de las gentes que se consideran de derechas odian y mucho a los que creen que son personas de izquierdas. Y al revés sucede lo mismo. 

Ya no hay matices. O lo que es peor, los que quieren estar en medio son calificados de traidores, de imbéciles,

A los equidistantes se les llama tibios en el mejor de los casos, para continuar diciendo de ellos que son “ni chicha ni limoná”, y ya nunca son considerados como una Tercera Vía, ni centristas ni transversales. 

A todos estos los odian todos, los conservadores y los progresistas.

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