Llegaron a tener casi una veintena de personas trabajando para cultivar aquel tomate entonces novedoso por su tamaño y sabor inusitados. Un producto que luego ellos mismos vendían y repartían a muy buen precio a restaurantes de Madrid y al mercado central de la capital.
Lo que hicieron fue más que acertar en un negocio: intuyeron los beneficios de un producto distinto y supieron cómo venderlo.
No vendían a cualquiera; elegían casi a sus compradores. Detectaron ese mercado capaz de pagar cuatro o cinco veces más por algo ligeramente diferente. Un tomate recogido de la mata en el momento oportuno, al que solo le faltaban dos días más de maduración óptima. Y crearon en aquellos años un sistema de servicio puerta a puerta en pocas horas: del campo a la mesa, con el producto en su sabor perfecto.
Hoy, en 2025, vemos mucho más fácil este tipo de empresas y servicios. Sabemos que la distribución rápida y personalizada es una parte importante del negocio. Pero en aquellos años noventa del siglo XX, esto era casi futurista, premonitorio, y un éxito comercial y económico.
Lo más interesante es que supieron reconocer el momento exacto en que aquello dejaría de ser negocio en el corto y medio plazo. Comprendieron una verdad fundamental: la optimización de un servicio o producto se mueve en ciclos. Hay que ser pionero para encontrarlo y elevarlo a la categoría necesaria, sí, pero también hay que anticiparse a su declive para salir a tiempo, cuando ya es imposible mantener el mismo servicio y calidad debido a los cambios de los mercados y sus rentabilidades.
Hoy esa pareja se dedica a otro negocio mucho más tranquilo, con menos presión y muchos menos beneficios también. Pero ambos han aprendido algo valioso: tan importante es entrar como saber retirarse. Tan decisivo es descubrir un mercado como saber cuándo abandonarlo.
Menciono esto porque hoy en día se trae tomate de la variedad Rosa, el llamado también Tomate de Barbastro desde cultivos en Marruecos, gestionados y exportados por empresarios españoles. Pero esos tomates carecen de la calidad y el precio que tenían los suyos hace dos décadas. Una prueba más de que los ciclos terminan, y los pioneros que lo reconocen a tiempo son los verdaderos ganadores.

