27.3.10

Es mentira que la vivienda en España haya bajado de precio

Es mentira que la vivienda en España haya bajado de precio y habrá que decirlo alto y claro. Analizados precios de viviendas de segundas mano en la costa, desde Barcelona hasta casi Castellón los precios siguen iguales a finales de 2008. Es falso que se haya bajado un 25% su precio. Lo que si es cierto es que no se venden casi viviendas de segunda mano en la costa. 
El mercado inmobiliario no se ha ajustado y así será complicado y lento salir de la actual recesión, pero si no se venden no se iniciarán nuevas viviendas y no se reactivará la mano de obra en el sector de la construcción.
Sin duda se dice que han bajado para animar a los posibles compradores, pero el análisis es muy sencillo. Siguen a unos precios imposibles de amortizar y siempre mayores a la prueba de los alquileres. Multiplique por 20 años el alquiler del mercado y ese debe ser el precio de venta. Es muy sencillo encontrar los mismos pisos por 7.000 euros al año de alquiler y en cambio es impoisible encontrarlos por 140.000 euros de venta. Tanto en costa como en ciudades de tamaño mediano y grande.

El Vaticano ignoró demasiados abusos

Se están complicando los asuntos de la iglesia cristiano católica con los abusos a menores que están saliendo a la luz, ralizados en diferentes países. Algo tendría que decir el Papa, algo muy distinto a que son ataques directos a la Iglesia. Algunos delitos son tan graves que los propios creyentes merecen una explicación muy clara, sin olvidar que la ley debe ser igual para todos, pero con más motivo para los que propagan la fé, la caridad, la fraternidad, la castidad, el hermanamiento y dicen seguir los mandamientos de Dios y Jesús.
No se debe olvidar ni cerrar las puertas a la luz, por muy altos que se encuentren los culpables de delitos o los responsables de taparlos.

El Vaticano ignoró abusos continuados de otro cura · ELPAÍS.com

El misterio de Agatha Christie, en 73 libretas · ELPAÍS.com

No resulta difícil imaginar a Agatha Christie (Torquay, 1890- 1976) urdiendo un retorcido caso de asesinato, que por supuesto acabarán resolviendo las células grises de Hércules Poirot o la perspicacia menos insufrible de Miss Marple, mientras la gran dama del crimen degusta plácidamente una taza de té frente a su adorada costa del suroeste de Inglaterra.

Nunca le gustó encerrarse a escribir. Disfrutaba mucho más tramando las historias que dándoles forma literaria. Pero tampoco despachaba el andamiaje de sus libros con el único soporte de su proverbial memoria, como suponían los más suspicaces ante lo prolífico de su producción. En realidad, la autora de Diez negritos y Asesinato en el Orient Express anotaba constantemente sus ideas sobre argumentos, personajes o localizaciones, reciclaba las tramas y les daba mil y una vueltas, en unos cuadernos que siempre llevaba encima. El reciente rescate de esa colección de entre el legado de archivos de Christie nos abre una ventana al proceso creativo, caótico y fascinante, de la novelista más publicada de todos los tiempos, además de sacar a la luz dos relatos cortos que permanecían inéditos.

El contenido de esas 73 libretas de tapas rojas, azules, verdes o negras, similares a las que utilizaban los escolares de la época, "representan su mundo interior en papel", subraya el irlandés John Curran, responsable de escrutarlas e interpretarlas en el libro Agatha Christie. Los cuadernos secretos, que acaba de publicarse en España. Fueron descubiertos hace un lustro, a raíz de las obras de remodelación de su mansión veraniega de Greenway, un paraje campestre de Dover. Pero sólo la paciente inmersión de Curran en 7.000 páginas de notas escritas con una caligrafía endiablada logra exponer ahora la materia prima que nutrió ocho decenas de novelas detectivescas y piezas teatrales como Testigo de cargo o La ratonera. Desde el esbozo esquemático de "ideas elementales y aprovechables" hasta ilustraciones sobre los posibles escenarios del crimen, pasando por los argumentos alternativos que se planteó y las escenas que suprimió. En la génesis de Muerte en el Nilo, por ejemplo, era la señorita Marple quien se disponía a viajar a Egipto, aunque finalmente le sustituyó Poirot protagonizando uno de sus casos más famosos.

El artículo ciompleto, pinchando en el enlace.



El misterio de Agatha Christie, en 73 libretas · ELPAÍS.com

24.3.10

Raymond Carver, poeta del “realismo sucio”

Hagamos un ejercicio de la memoria: igual que en el minimalismo, el “realismo sucio” se complace en la sobriedad, en la precisión, en la parquedad para todo lo que se refiera a las descripciones (verbales, en literatura; sonoras, en música; visuales, en pintura); así, objetos, personajes y situaciones anecdóticas se trazan de la manera más concisa y superficial posible; y el uso del adverbio y la adjetivación se reducen al máximo (si se tolera el oxímoron), pues se supone que es del contexto del que debe surgir el sentido profundo de la obra. El resto es casual y coincide con las propuestas organizadas previamente por el realismo decimonónico: los personajes retratados suelen ser personas corrientes con vidas convencionales. Para el caso de la narrativa esatadunidense, cuatro ancestros de distintas épocas informan algo acerca del espíritu del “realismo sucio”: los narradores estadunidenses O. Henry, Salinger, Scott Fitzgerald y –sin sorpresas– Hemingway, además de las influencias recientes del compositor John Cage y del poeta William Carlos Williams. Otros contemporáneos son parte de un impulso semejante, como en el caso de los brillantes compositores Arvo Pärt (estoniano), John Tavenner (inglés) y Philip Glass (estadunidense). Entonces, no tendríamos que hablar de “realismo sucio” sino de minimalismo, como no se habla de música “sucia” ni de pintura “sucia” (hasta el día de hoy: los conceptos del pasado son parte del revuelto costal de nuestros días). Así, demos el nombre correspondiente a sus respectivas cosas: Raymond Carver (1938–1988) fue un narrador minimalista a quien se considera uno de los autores del “realismo sucio”.

Hagamos el esfuerzo del párrafo breve con Raymond Clevie Carver, Jr. , nacido el 25 de mayo de 1938 y muerto, por cáncer pulmonar, el 2 de agosto de 1988, a los cincuenta años de su edad. Carver nació en Clatskanie, Oregon, pero vivió los años decisivos de su infancia en Yakima, Washington, donde su padre –alcohólico– trabajaba en un aserradero. Su madre fue camarera y vendedora. Tuvo un hermano llamado James Franklin Carver, nacido en 1939. Años después, Raymond estudió con el escritor John Gardner, en el Chico State College, en California. Publicó muchísimos relatos en diversas revistas y periódicos, incluidos el New Yorker y Esquire: en ellos, Carver contó la vida de personas de las clases desfavorecidas de la sociedad estadunidense. Estuvo casado dos veces y su segunda esposa fue la poetisa Tess Gallagher. Antes de eso, también fue alcohólico: Carver se llegó a referir al hombre de esos años como “Raymond, el Malo” y, en esa época, un amigo suyo lo describió como “el hombre más triste que haya conocido nunca” ; luego se recuperó y permaneció sobrio los últimos diez años de su vida. Fue un gran amigo de Tobias Wolff y Richard Ford, compañeros suyos de la corriente minimalista. Algunos críticos lo consideran el “padre” del minimalismo literario estadunidense y, cuando murió en Port Angeles, Washington, Carver era considerado un respetable escritor, afamado y “de moda”. Gordon Lish lo editó como narrador y James Dickey, como poeta.

Aunque reunió ocho libros de poesía (All of us: the collected poems, A new path to the waterfall, Ultramarine, Where water comes together with other water, At night the salmon move, Winter insomnia, Near Klamath y So much water so close to home), Carver es recordado como prosista, mediante cuatro volúmenes de narrativa: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), Catedral (1983) y Tres rosas amarillas (1988). En español circula, además, una especie de antología realizada por Tess Gallagher y prologada por Robert Altman, quien se basó en ella para realizar su célebre película Short cuts: vidas cruzadas (1993).

Según lo relata Gallagher en su libro Soul Barnacles (ten more years with Ray), que en español se tradujo como Carver y yo, cuando el escritor supo que iba a morir debido a un tumor cerebral y a la metástasis que éste produjo en sus pulmones, Raymond Carver decidió concluir sus dos últimos libros: un poemario y Desde donde llamo, último volumen de relatos –que recibió muy buena crítica. El año de su muerte fue nombrado miembro de la Academy American y el Institute of Arts and Letters; antes, ya había recibido el doctorado honoris causa en letras por la Universidad de Hartford y la Brandeis Medal for Excellence. Pocos días antes de su muerte, Carver le dijo a su esposa: “Nos estamos saliendo de esta historia, cariño.” Gallagher escribió en sus memorias: “Si sólo hubiera sido cuestión de voluntad, hoy estaría vivo.” Hacia mediados del verano y menos de tres meses después de haber cumplido cincuenta años, se apagó la vela minimalista de Raymond Carver.

Raymond Carver, poeta del “realismo sucio”. Artículo completo