15.12.24

¿Existe la Inteligencia Artificial? ¿Y no tenéis miedo?


Parece un sin sentido pensar que ya existe la Inteligencia Artificial, que ya está entre nosotros formando parte como una herramienta más, con poder simpático. Y que sigamos comportándonos como si no pasada nada. 

Ya, lo sé, dicen que existe y nos lo creemos, pero quiero entrar por un lateral. Si de verdad existiera la Inteligencia Artificial como tal… ¿podríamos, deberíamos estar tranquilos?

Yo creo que si de verdad existiera, estoy seguro que si estuviéramos seguros de que la IA ya estaba en cada una de nuestras casas, nos hubiéremos puesto a buscar a los culpables para detenerlos y meterlos en chirona. 

La IA, si de verdad fuera inteligente y además fuera artificial, es decir, estuviera fuera del control de los seres humanos, sería el fin. Si todavía la controlan las personas no es una inteligencia, sino un almacén de información, una biblioteca moderna.

Y si la IA fuera realmente Inteligencia, los Gobiernos no la habrían dejado nacer y menos crecer, pues ellos tienen que tener todo muy controlado.  ¿Tendrá ideología propia la IA y por ello se podría escapar de la ideología de quien la alimenta con los enchufes?

Así que tranquilos, la Inteligencia Artificial no existe. Lo que existe es otra cosa. 

Hay dos puntos que NUNCA debemos permitir que nada artificial pueda controlar. 

El primer punto peligroso es crear algo que sea capaz por sí mismo, con sus decisiones, de aprender, de crecer con los conocimientos que le fueran llegando, hasta crear otros conocimientos nuevos. Ese punto es peligrosísimo pues le otorgaría el don de la Libertad de Acción, el de poder tomar decisiones a base no ya de lo que le enseñamos, sino de lo que ese modelo quiera aprender.

El segundo punto de inflexión es igual de peligroso y supondría que la IA se escapase totalmente a nuestro control. Es el punto de que encuentre la fórmula, la manera de escapar de ser apagada por humanos. En el momento en que la IA logre saltarse la interacción de los humanos para que se quede en negro, habrá dado el paso de manipularnos a nosotros. De momento la IA se alimenta de electricidad y se la damos nosotros.

El primer punto es muy sencillo de lograr por la propia IA, pues precisamente la hemos enseñado a que crezca en conocimientos a base de ampliar en sus archivos millones de datos y ponerlos a interactuar entre ellos. 

Es decir, a que haga de forma rápida lo que los humanos no podemos hacer todavía, excepto si invirtiéramos un tiempo imposible. Pero eso no es peligroso si controlamos el punto dos. La entrada de la informática supuso eso mismo, los primeros ordenadores ya nos ganaban en velocidad de cálculo.

Pero esos primeros ordenadores los podíamos apagar, por fases e incluso de forma total si lo deseábamos. Eran máquinas tremendas que nos necesitaban incluso para sobrevivir, pues el calor que producían era tan tremendo que tenían que tener otras máquinas a su lado que los refrigeraran. 

En el momento en que la IA pueda cambiar de máquinas, de alimentación, pueda trocearse en miles de espacios distintos, e incluso infiltrarse entre las máquinas que necesitamos para vivir como sociedad, estamos perdidos. Y eso lo puede hacer si aprender a defenderse ellas mismas de nosotros. 

¿Es una utopía? Je je je, bueno, sí, simplemente al pensar que nosotros somos más inteligentes y además no somos artificiales. Y que tenemos la capacidad de controlar lo que creamos.

Imaginemos que las decisiones no las toma una máquina sola, sino la suma de millones de máquinas que se van intercalando sin saberlo nadie, en su capacidad de actuación en la toma de decisiones. ¿Os suena a imposible? 

Claro que… sería peor que sí lo supieran manipular y hacer unas pocas personas descontroladas. Por lo que es obligatorio que las propias máquinas tengan filtros exquisitos para crecer y alimentarse.

¿Os parece imposible que miles de teléfonos móviles aleatorios (o coordinados por algo o alguien con mucha seguridad) actúen a la vez, explotando en los bolsillos? Pues eso, la tontería puede infiltrarse en cualquier lugar. 

En estos momentos en tu casa, en tu despacho, hay decenas de pequeños aparatos conectados y todos ellos con unas tripas de informática en su interior. En una gran empresa… son cientos o miles. Todos ellos trabajan para nosotros, y creemos saber qué tienen en su interior. 

Qué ordenes son capaces de obedecer. De momento. ¿Seguro que sabemos qué contienen las tripas de cada actualización de un Sistema Operativo? ¿Tú conoces a la persona que te ha creado las tripas de lo que ya llevas en el bolsillo, que es capaz de obedecer órdenes desde vete a saber qué lugar? 

No hablo de prescindir de las nuevas tecnologías, en absoluto, son un fan claro. Hablo de que todo esto lo conocen muy bien los que saben que deben controlarlo para que no se escapa hacia el infinito o hacia la nada. Realmente lo único que quieres es vender y tener beneficios para gastárselos en asuntos que no son nada artificiales.

¿Existen intelectuales en España que quieran hablar?

No sé si a vosotros también, pero a mi me da la sensación de que en estos momentos no hay personas en España que puedan ejercer de intelectuales, que siéndolo, quieran hablar sin miedo. 

No hablo de intelectuales muy sesudos, complicadísimos de entender, minoritarios; sino de personas que nos hablen —en los medios de comunicación de masas— de temas básicos pero desde el punto de vista de quien tiene una formación alta y una experiencia suficiente.

En los programas de máxima audiencia, en esos que crecen en número de espectadores, escuchamos y vemos a deportistas, cantantes y a poco más. Pero no escuchamos a gentes de otras culturas que nos puedan aportar otros puntos de vista, otras formas de entender la diversidad tremenda de las Culturas Mundiales. Ni tan siquiera a españoles que nos hablan de trabajos que desconocemos, desde su propia experiencia.

No veo a investigadores, filósofos, simples profesores de universidad o de escuela, economistas, empresarios que hayan triunfado con sus ideas, escritores a los que se les pregunte por algo más que por su última obra que vienen a vender.

Me niego a pensar que ya no existen José Luis Sampedro, Antonio Gala, o periodistas como Iñaki Gabilondo que quieran sacar algo más que unos chascarrillos a los entrevistados. A veces encuentro perlas en algunas redes sociales, en positivo, pero eso son golpes de segundos pues no llegan a profundizar en nadie.

Necesitamos a algunos artistas hablando de todo y de nada, incluso equivocándose sin miedo a la crítica feroz por haber dicho algo inusual. Hoy quien habla tiene un miedo feroz a ser devorado por cientos de mediocres que se tiran al cuello en vez de pensar que plantear temas desde puntos de vista diferentes es sobre todo enriquecedor, aunque no coincidan con los propios.

Necesitamos aprender y no creer que ya solo servimos para enseñar.

Estoy a favor de la globalización buena, y en contra de la globalización mala

Cuando hablamos de globalización nos liamos un rato, entre los que estamos en contra estando a favor y los que están a favor deseando estar en contra. 

Es que la globalización es mucha globalización. Y si, tiene distintos enfoques, diferentes puntos de vista, unos positivos y otros negativos.

Los que la globalización, piensan en los beneficios, en los mercados, en las posibilidades de viajar con sus ideas y empresas en busca de mercados más baratos para producir, y mercados más caros para vender. 

Pero no piensan en la globalización total. No quieren la globalización total.

No creen (quieren) en muchos casos en la globalización sanitaria, de justicia social, de derechos, de libertades, de democracia. No quieren que todos los países tengan los mismos derechos, las mismas justicias, la igualdad y la libertad igual.

Quieren tener su empresa donde más beneficios fáciles obtengan aunque sea a costa de un modo de vida que ellos no van a vivir. Pero no quieren tener para sus hijos la sanidad ni la educación, del lugar en donde pone los huevos de su empresa para recoger beneficios. 

Mal invento pues. Su globalización es una mierda. Es puro egoísmo y es una globalización negativa.

Algunos quieren la globalización para repartir los esfuerzos, para comprarlos baratos y sin derechos laborales. Y la quieren para poder mover sus dineros según los impuestos que se manejan en esos gobiernos. 

Pero a su vez quieren tener la sanidad, la justicia y la jubilación asegurada en aquellos otros lugares que elijan para vivir, pues según ellos, para eso es la globalización, para poder elegir. ¡¡Puñetericos!!

Con la globalización hemos conseguido que haya MacDonalds en todas las ciudades del mundo mundial, que haya tiendas Zara en todas las grandes avenidas asfaltadas del mundo o que podamos tomar pizzas en todos los idiomas posibles. 

Eso si, el agua potable es otro invento más raro de encontrar; poder tener un médico si te da un arrechucho en la calle es otro cantar; poder comprar un libro normal a un precio que puedas pagar y te sirva para aprender es de tipos raros que no saben estar en el mundo. 

Globalización si, para acceder a Internet mientras nos dejen, pero algunos no quieren que sea al mismo precio en horas de trabajo mes. Mientras en España cuesta un mes de Internet al menos el 4% del salario mínimo, en otros países cuesta un 2% y en algunos países pobres el 100% del SMI. 

Realmente la globalización es una manera elegante y tramposa de llemar con contenidos que sirven para un roto y para un descosido, a lo que siempre se han llamado mercados. 

Los romanos, hace 2.000 años ya vendían vino o aceite en todos los países que ellos conocían. No hemos inventado nada. Ahora como a los mercados los hemos llenado con inventos de laboratorio financiero, los llamamos globalización para no llamarlos esclavismo, que queda mucho peor. 

Pero en realidad no aspiran a ningún tipo de globalización real. Ni hacia arriba deseando lo mejor de cada sistema para todos, ni hacia abajo permitiendo que los malos derechos nos invadan a los que los tenemos buenos.

Yo quiero globalización para que una mujer afgana y una de Soria tengan los mismos derechos y las mismas oportunidades. Quiero una globalización que permita a un indio pobre (o rico) el mismo acceso a la Sanidad en la India, que tiene un español pobre (o rico) a nuestra propia Sanidad.

No se dan cuenta con la deslocalización —que es otra enfermedad de la globalización mala—, que si la apuran sembrarán de miserias su propio imperio. Jugar a emplear mercados que no tengan derechos es jugar con el fuego que les quiten sus derechos a ellos mismos. Que luego no se quejen, si pierden lo jugado en la noria de la globalización deslocalizada. Ellos se lo han buscado.

No hay que recortar el déficit hasta que la economía crezca


Os dejo (abajo) un artículo de 2010 sobre los peligros que lleva recortar el déficit por la vía del gasto, en periodos de estancamiento económico, con unos planteamientos totalmente distintos a los que estaban decidiendo los gobiernos europeos. Sobre economía o sobre educación, salud o justicia, temas que dirigen nuestras vidas, hay distintas escuelas y formas de entender lo que aparenta ser lo mismo. Y que no lo es. 


Texto del Artículo:

Sin duda hay diversas formas de entender la economía y de actuar sobre los problemas. Que nadie nos asegure que la tomada por Europa es la única ni incluso puede que la correcta.

Mucho se habla de recorte del déficit público en estos días pero, ¿cuáles serían las consecuencias económicas de una decisión así en un momento como este? 

"La respuesta es que un programa de reducción del déficit destruiría la economía, o lo que queda de ella tras dos años de Gran Crisis", afirman desde la revista norteamericana The Nation.

Así, señala que la fobia de Wall Street, la prensa, algunos economistas y prácticamente todos los políticos "es uno de los mayores peligros a los que nos enfrentamos", puesto que reducirlos sin reconstruir primero la economía es un billete seguro hacia el "estancamiento, la recesión de doble dígito e incluso una segunda Gran Depresión", advierte la publicación.

Aparte de "ajustes a corto plazo", como la innovación financiera o el incremento de las exportaciones netas, hay dos formas de conseguir que la economía crezca: una requiere que aumente el gasto del Gobierno; la otra, que los bancos presten. 

Así, para que las naciones avancen, "uno de estos grandes motores financieros, el déficit público o los préstamos privados, deben estar en funcionamiento".

En general, el común de los mortales prefiere la solución pública, pese a su mala prensa, ya que es a la larga la que proporciona salud financiera a las familias. Sin embargo, esta solución compite con el crédito bancario "y esto explica la fobia de Wall Street, los medios y los economistas más conservadores" al déficit público.

Protección pública

Entre las múltiples ventajas que tiene el déficit público frente al crédito privado, es que los deudores de los bancos pueden incurrir en default o declararse en quiebra, lo que puede poner en serios aprietos a las entidades. Sin embargo, con el Gobierno, ese riesgo no existe, puesto que no necesita tener cash de la misma forma que lo necesitan los bancos para hacer inversiones.

Cierto es que el Estado puede gastar de forma imprudente, lo que puede propiciar el incremento de la inflación y agotar los recursos públicos. Sin embargo, los default públicos se producen "sólo cuando los países no tienen el control sobre la divisa en la que se endeudan, como sucedió con Argentina y el dólar. Para los verdaderos (Estados) soberanos, el concepto de quiebra es irrelevante", apunta The Nation.

No es una carga para futuras generaciones

Otro de los motivos que esgrimen los que critican el abultado déficit público es que es una herencia envenenada para futuras generaciones, idea que rechaza la publicación. Y es que esta deuda "no tiene que ser repagada, y en la práctica nunca lo será. 

La deuda personal generalmente se liquida durante la vida del deudor o a su muerte, ya que difícilmente se le podrá cargar a otro. Pero la deuda pública no tiene por qué ser liquidada. Los Gobiernos no mueren", recalca The Nation.

Así, la deuda pública sencillamente aumenta de un año al anterior. "En toda la historia de EEUU así ha sido, con el déficit público y la deuda creciendo todos los ejercicios salvo en seis breves períodos. Y lejos de ser una carga, ese endeudamiento es el pilar fundador del crecimiento económico. 

Los bonos públicos aportan rentabilidad neta al sector privado, mientras que los títulos corporativos sólo transfieren el dinero de una parte del sector privado a otra", sentencia la revista.