3.9.21

El Estado nos defrauda. ¿Quién es el Estado? ¿No somos todos?


Marsella en Francia es una ciudad muy dura, violenta en barrios que claramente tienen un significado de pobreza, de abandono y de desempleo. Sabemos los motivos que llevan a los enfrentamientos con armas blancas o de fuego, de bandas de jóvenes que se creen dueños de la calle cuando no se les ofrece nada que no sea eso mismo, sentirse arropados dentro de un grupo violento.

Durante más de 2.500 años Marsella ha sido el hogar del otro lado del Mediterráneo al que llegan los que buscan mejores futuros y nunca los encuentran. El bandidaje y el crimen del infra mundo siempre han prosperado allí, en la Francia más plural y compleja; pero a diferencia de otros lugares, sus barrios problemáticos no están en las afueras de la ciudad, sino en el corazón de la urbe.

En España empezamos a tener pequeños detalles de problemas similares. Pero la culpa —a diferencia de lo que dicen algunos políticos de medio pelo y pocos libros— no son de los jóvenes sin futuro, sino de la propia sociedad que no es capaz de dotarlos de esperanza, de educación, de trabajo y posibilidades de integración. 

La pintada de la pared es clara: "El Estado nos defrauda".

Confundimos los motivos de la violencia de los jóvenes. No se resuelve quitándolos de la calle, pues simplemente se cambiarán de ciudad. Es un problema de integración estudiada y bien programada. Las pandillas son un enorme problema para la sociedad, pero sobre todo para estos mismos jóvenes, que entran sin saber que es muy complicado salir sin secuelas de por vida de algún grave peso.

Hoy las pandillas logran atrapar a los jóvenes para atarlos con droga o con deudas, con miedos y amenazas o con secuestros mentales. El comercio de la droga se ha convertido en un lastre para ellos mismos, que a veces son robados para tener que soportar luego deudas que deben pagar con tremendos intereses a costa de acciones cada vez mas violentas. 

Estas pandillas juegan con las propias leyes, con la minoría de edad para hacer algunos tipos de delincuencia programada, con la falta de colegios o el cierre de estos, con la pobreza familiar, con el desarraigo, incluso con el hambre y la falta de recursos para poder comprar algunos elementos que los jóvenes consideran imprescindibles.