22.10.21

Un Mundo Líquido 1ª.: Del perdón de Otegui a la falsedad mundana


Mis padres siempre me repitieron la misma matraca de pequeña: Cuando alguien te comente algo sobre alguien o algo, que por un oído te entre y por el otro te salga.
Así que, con esta costumbre sana de ver más allá de las apariencias, una, y no es por ponerme medallas, es poco dada a las manipulaciones y menos aún influenciable. Observo que a mi alrededor desde las cuestiones más cotidianas a las más trascendentales las personas son carne de manipulación. Y aquí es cuando hace acto de presencia la política. 

No haré sesudas reflexiones sobre qué es la política ni la evolución desde los tiempos de Grecia. Solo diré que los líderes políticos tienen más de bote de detergente que de representantes del pueblo que deben resolver los problemas con eficacia. Se vende a un líder, antes se hacía pero con unos límites exactos y correctos, pero ahora es todo marketing y juego de trileros que hace entender la desidia de la gente por la política o la rápida evolución de un entusiasmo a una decepción en cuestión de meses.

Hace unos días terminé el libro de Varoufakis, Comportarse como adultos, donde a cada página que pasaba le entendía y me confirmaba las percepciones íntimas que tengo acerca de la deriva del mundo. No niego que me sulfuraba y me pillaba unos enfados introspectivos, lo diré así por no usar palabrotas, que me hacían recordar a todas las personas falsas que han pasado por mi vida. Se obraba el efecto de la magdalena de Proust. 

Si autoridades y representantes políticos europeos se comportaron así con los negociadores griegos, que dios o quién sea libre a Europa de una caída al precipicio sin paracaídas ni arneses de seguridad. Si las artimañanas, mentiras, abusos verbales, gritos, malos gestos, amenazas eran los elementos negociadores de unos politicos europeos para ¿salvar a Grecia?, hubiera sido preferible negociar con un clan mafioso que de seguro habrían sido más civilizados.

Así que una vez digerido las más de 700 páginas del libro de Varoufakis donde la maldad y la manipulación, en su más extensa acepción, son elementos trágicos de una mezquina política actual me encuentro con las palabras de Otegui donde pide perdón y entiende el sufrimiento de las víctimas. 

Me parecía estar viendo al ministro de finanzas alemán, Schäuble, al presidente del Eurogrupo, Dijsselbloem y a un personaje oscuro con poca relevancia pública pero que era quien dirigía en la sombra las actuaciones en la pasada crisis europea, Thomas Wieser, frente a unos representantes griegos que pecaron de ingenuos. 

Porque yo siempre digo y hago que, cuando tienes que enfrentarte al diablo, debes ser más diablo y no tener compasión. No debe haber perdón ni conmiseración con los falsos y abusones.

En definitiva, no me creo a Otegui. Ni perdón, ni remordimientos. Táctica política pura y dura. Limpieza de imagen. 

Ya dije antes que los políticos actualmente se venden como botes de detergentes. Cómprelo y verá que ropa más limpia tendrá sin frotar. Es el mundo líquido o modernidad líquida que vaticinó el sociólogo, Zygmunt Bauman, y que se extiende hacia todas las capas de la sociedad.

Otegui es actualmente el político más líquido del panorama actual español.

Cuando lo vi en su comparecencia, me vinieron a la mente las palabras que la gran periodista, Oriana Fallaci, escribio en su libro Un hombre de su pareja y líder griego, Alekos Panagoulis, que sufrió las más cruentas torturas por luchar contra el régimen militar en Grecia: Si para defender una ideología, tienes que matar, esa ideología no sirve. ¿Alguien se lo puede decir a Otegui?

OLGA NERI