23.9.25

Poliamoroso fluido… ¿y el futuro?


Voy a intentar ser serio, aunque el tema pueda parecer lo contrario. Y no, no lo es, es serio y con meollo reflexivo. Ayer en First Dates aparecieron dos personas sin género, una cita entre Wilka Baret y Capitano Barbaconyo. De género fluido y que es cambiante y temporal. 

Me avisó una amiga de la emisión, por lo tremendamente curioso de los planteamientos de ambos concursantes. Y en realidad no me lo pareció, excepto por el embrujo del presunto o posible contagio.

No es nuevo ni reciente que podamos ver en España o sobre todo en Berlín —por poner un ejemplo de mayor cantidad—, personas que han decidido que sus roles de género no existan, al menos durante una época de su vida, y se muestran casi desnudas por la calle, o tomando el sol en parques totalmente desnudos, en zonas acotadas para ello, pero perfectamente libres de paso y muy amplias.

La sociedad no podría existir si un número muy elevado de nosotros tuviera unos comportamientos sociales así, utilizando nuestra propia libertad para decidir y creyendo que nos la merecemos, pero navegando en sentido contrario a lo habitual o a lo considerado normal.

Estos comentarios pueden parecer carcas, reaccionarios, pero son simples gritos de supervivencia si estas decisiones personales se multiplicaran en exceso.

Somos seres sociales, es decir, vivimos en una sociedad con unas normas de género, y si no las queremos cumplir no sucede nada, excepto que otra sociedad nos reemplazará en unas décadas. Es ley de vida animal.

Podemos ser anarquistas en nuestros comportamientos sociales, podemos decidir que no queremos acogernos a ninguna de las maneras establecidas para relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, pero eso tiene un precio social.

El mundo que tenemos no lo hemos construido nosotros, ni en lo físico ni en lo espiritual, ni nuestra memoria ni nuestros avances tecnológicos. Todo viene construido poco a poco desde hace miles de años. No nos pertenece, no somos nosotros los dueños de nada. Hemos llegado un tiempo, y nos iremos más pronto que tarde. Y podemos dejar huella.

Con nuestras decisiones, si las realizamos en un número elevado de personas, sí podemos destrozar lo construido. 

Somos animales aunque llevemos bragas, taparrabos o corbata, y hay decisiones que inevitablemente deben seguir siendo animales. Por ejemplo la organización social. 

Podemos volvernos nómadas, asexuados, poliamorosos o no tener género, pero eso supone un cambio muy importante en nuestro futuro como sociedad.

Podemos ser como estas dos personas, poliamorosas fluidas, antisistema, experimentales, pero llegar a un espacio público y regalar excrementos humanos aunque sean de plástico, queda como poco transgresor y cochino. 

Y el ejemplo, si se contagia, nos llevará a donde todos nos imaginamos, aunque seamos muy felices durante unos pocos años de nuestra juventud. 

22.9.25

La autocensura es contraria al trabajo



La autocensura es la forma más asquerosa de censura que existe. Bueno, excepto la violenta, claro. Cuando nosotros mismos somos los que nos coartamos la libertad de opinión, de expresión, de decisión, estamos dejando de hacer algo importante, cercenando la posibilidad de que algo crezca y se desarrolle, tome vida y libertad.

La libertad tiene que ser total, pero…
…pero a veces, inevitablemente, es necesaria esconderla un poquito para cuidarla.

El silencio público no es contrario al silencio privado, no es contrario a la utilización de los mecanismos necesarios para “hacer cosas”.

No todo se debe decir en voz alta, no todo se debe hacer con luz y testigos, porque en todo tipo de partidas de ajedrez, las jugadas sólo se conocen según se van realizando, nunca se le avisa al que tienes sentado enfrente de la mesa, qué es lo que buscan con ese movimiento tonto, qué es lo que exploras con esa pérdida de calidad o de pieza.

El contrario, al que se le supone una inteligencia igual a la tuya, debe detectar los futuros movimientos, esas son las reglas del juego, y debe saber defenderse de tus ataques. Pero en este caso como en muchos otros, el silencio y el trabajo intelectual soterrado tienen que ir acompañados el uno del otro.

La autocensura es una barbaridad mental a veces inevitable.

El trabajo en silencio es el antídoto que evita la autocensura.

Gracián, Gracián, siempre Baltasar Gracián.

Relato pedante de lunes frío

EL NIÑO

Llevaba varias horas sentado, ensimismado y pendiente de mis vecinos de asiento, observando como bajaban y subían tras la puerta del autobús o desaparecían sin saber bien cual era el motivo por el que después de estar un tiempo esperando en las filas, cambiaban de rumbo. Yo quieto por fuera, vigilaba el mundo que se movía en la parada e intentaba que no se fijaran en mi.

Mujeres maduras, jóvenes escondidos en su música, ¡un niño sólo!, ¡un… ¿qué hace este diminuto chaval caminando de la mano de un libro tan grande?

Se quedó sentado a mi lado, en la bancada de la marquesina que no dejaba lugar para muchos, y en una posición maravillosa para leer el título del libro algo viejo y de tamaño incómodo para él, con el que descansó a mi lado.

“La insoportable levedad del ser” leí dos veces… dos. 

—¿La qué…?, —me pregunté sin pestañear para no denotar que me preocupaba el hallazgo. 

Este chiquillo no tiene ni idea de lo que lleva entre sus manos, pero sujeta el libro como si fuera su vida, con la delicadeza poderosa del hombre seguro.

Pero mi sorpresa fue a más cuando, ya asentado y tras mover su cuerpo dulce varias veces hasta encontrar la posición cómoda, abrió el libro por su marca páginas y se puso a leer en la página 59…

…nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente de encuentros casuales de personas y acontecimientos a los que llamamos coincidencias…

Me pregunté por su edad, busqué en su cara detalles de adulto, revisé su atavío, miré sus zapatos. No era un adulto encogido, era un travieso chaval de unos 8 años con cara de párvulo iletrado, pero estaba leyendo lo imposible. 

Revisé otra vez su lectura, y moviendo ligeramente mi cara, intenté adivinar si efectivamente leía o simplemente disimulaba una espera o jugaba a ver letras, ¡yo que sé!, pero seguía en la página 59…

…el hombre llevado por su sentido de la belleza, convierte un acontecimiento casual en un motivo que pasa ya a formar parte de la composición de su vida…

Y con mi mano le toqué levemente en el hombre como si de un adulto fornido se tratara para reclamar su atención. 

El se giró levantando la vista del libro y mirándome como con desgana (lo que me sorprendió pues esperaba encontrarme una mirada infantil), y le pregunté casi preocupado…

—¿Estás leyendo este libro? —le pregunté casi preocupado. Pero su respuesta me preocupó más todavía.

—He vuelto para demostraros que el mundo sigue siendo tan feo como imaginé —me respondió con voz muy fina— y que los hombres somos incapaces de levantarnos entre los muertos sociales para reclamar dignidad…, te asombra mi aspecto ¿verdad? Simplemente es que me da asco volver de adulto. Soy el autor y he venido a corregir mis escritos, que no mis desesperanzas.



19.9.25

Las profesiones peligrosas en este 2025


En periodos violentos como este, año 2025, hay profesiones más peligrosas que otras, que se han ido convirtiendo en peligrosas con arreglo a lo que nos va pidiendo esta realidad social violenta.

Hoy es peligroso ser periodista, médico, maestro, payaso, niño, incluso a veces ser militar y político. 

Las verdades joden y molestan, las críticas mucho más. 

Todo lo que sea estar en el espacio que no tiene armas ganadoras es peligroso, y se tiende a ese ejercicio aberrante de hacerlo callar, y para eso hay diversos métodos.

Las hemerotecas seguirán existiendo cuanto todo esto pase, y los hijos y nietos de muchos les dirán a la cara o de tapadillo a sus padres y abuelos, que no estuvieron a la altura, que la jodieron bien jodida y que fueron cómplices. 

Los silencios siempre tienen un valor, sean del tipo que sean, vengan desde donde vengan. 

No podemos ir los domingos a misa (quien vaya) y mucho menos creernos cristianos, si nos callamos ante estas barbaridades, en las que lo de menos es que las llamemos de una forma o de otra.

Lo de Gaza es Genocidio, pero me daría igual el nombre, lo importante sería pararlo y buscar luego responsabilidades. A todos los niveles. Lo repito. A todos los niveles.