17.2.15

Yo tuve dos soplillos. Mi abuela también tenía dos soplillos

Hay palabras que uno cuando las vuelve a encontrar se lleva al sorpresa del reencuentro y la chispa que ilumina los recuerdos. Esta vez fue soplillo en una tienda de Barcelona y la verdad, hacía mucho tiempo que no la escuchaba, menos que no la leía. Pero me gustó encontrarme con ella.

De pequeño, para mi soplillo fue un insulto como para muchos niños de pelo corto, tamaño justo y orejas salidas. Tenía orejas de soplillo y me lo recordaban para joderme. Y con musiquilla. Si te insultan con música y soniquete es más, si.

Con los años crecí bastante, me hice alto, siempre delgado pero alto. Nunca supe si el que me llamaran orejas de soplillo tuvo algo que ver en mi crecimiento desmesurado para la edad como forma de defensa, pero dada mi altura aquel canto se modificó como si en realidad las orejas hubieran menguado. Crecí muy rápido y los bobos ya no tenían orejas para llamarme nada feo.

Soplillo es además un instrumento que recuerdo de la casa de mi abuela en el pueblo de Soria, para azuzar los fuegos del hogar. No eran soplillos nuevos, eran siempre muy usados y con sabor a viejos, y los había de dos tamaños, me imagino que según tipos de fuego. Uno pequeño como pincel fino para dibujar llamas de olla individual y otro grande y más doblado para fuegos que nacen o se mueren. Soplillo. ¿Bonito no?

Dos formas de hacer políticas. Y de crecer o morir

Mientras algunos partidos cambian presidentes territoriales elegidos por los militantes junto a los bombines de las cerraduras como quien cambia el agua de las macetas, otros elijen a sus directivos entre todos y desde todos, derrotando democráticamente a los que salen en los medios, para demostrar que no siempre salir en la tele sirve para todo.

Me queda la duda ahora de si esta nueva política tan variada servirá para nombrar Presidente de un partido a alguien que no esté ni siquiera apuntado como militante al mismo, cosa que me parece simpática y que nunca se le hubiera ocurrido a Marx. El de los hermanos.

Se nos viene encima el cambio, cuando no la revolución al menos de las formas, pues parecemos tan tontos y con tan poca capacidad para entender lo obvio, que la leches van a ser de órdago, es decir completas y arrojando a las hogueras toda la mochila que nos queda que ya está casi vacía. Uff qué interesante tiempo. Hay que estar muy despiertos.