9.6.18

¿Por qué se suicida una persona? Hay que entender mejor el problema

Ayer (junio 2018) se suicidó Anthony Bourdain que para la mayoría de vosotros no es nadie conocido, pero lo traigo aquí no por él, un tipo en apariencia simpático y muy válido en su trabajo televisivo, sino por lo que representa su suicidio como un tema callado, escondido, triste, doloroso por inexplicable, y al que le prestamos menos atención de la debida. NO hablo de publicitar más o mejor el suicidio como una decisión libre y personal, sino de analizar las causas e intentar mediar ante ellas.

¿Por qué se suicida una persona? Pues normalmente no se dice, admitiendo en silencio que dar información atrae a más posibilidades de suicidios. Algo que también sucede en las violencias contra personas cercanas, sobre todo contra los padres. Se publican muy pocas informaciones y en algunas sociedades católicas la propia familia intenta disfrazar los suicidios para que no se contemplen como tales, por el estigma religioso que lleva dentro tomar una decisión que solo le corresponde a Dios según los católicos.

Anthony Bourdain tenía dinero y varias empresas, trabajo y una familia con una hija joven y una esposa conocida, viajaba por su trabajo más de 250 días al año, se reunía con lo mejor de su profesión de cocinero y periodista, triunfaba en su actividad, tenía 61 años y era guapo e inteligente. 


¿Cuál es el motivo de que una persona acabe con su vida en una decisión libre y personal irremediable?

Somos complejos, enfermamos de todos los órganos del cuerpo, incluido el cerebro. Nuestra sociedad es muy dura y no nos permite bajar del carro cuando lo necesitamos. El triunfo tiene muchas caras y modos. No sabemos frenar. Y sobre todo la medicina y la salud en las enfermedades mentales van muy por detrás de la mayoría de las enfermedades que afectan al resto de órganos. 


No hay suficientes servicios de calidad para tratar la salud mental, y la propia sociedad no comprende de forma positiva que a veces la mente también enferma como lo hace el riñón, el estómago o las cuerdas vocales. 

No debe ser un estigma agravado que una persona tenga éxito y felicidad aparente y además empiece a sufrir de problemas de pensamiento, dudas y depresiones. Hay que trata cuanto antes los problemas, y buscar alternativas a la excesiva carga de pastillas.

Es mucho más fácil tratar una rotura de huesos o una próstata que una depresión. Y una depresión puede estar disfrazada de tantos matices que para la mayoría de los que nos rodean puede parecer una tontería o una enfermedad imposible. 


Lo más grave es que la propia sociedad no sabe distinguir ni reconocer una depresión y sus vecinas enfermedades y variables e intensidades, lo que agrava aún más la sensación del enfermo de que en realidad son cosas suyas y las debe resolver él. Y cuando no sabe de qué manera resolverlas, cuando el dolor del alma es grave, se toman decisiones contra esa enfermedad, que son irremediables.