8.6.21

Aragón y África. De Goya a Soyinka


Si esto fuese un juego de
encuentre usted las diferencias entre Aragón y África, aunque en este caso sería lo contrario, encuentre usted las similitudes, empezaríamos diciendo o escribiendo que, a priori, estos dos territorios empiezan por -a y que tienen cada uno seis fonemas. Esto sería en cuanto a su significante. Si hubiera que abordar el significado, las percepciones serían variopintas cuando menos. Porque, en esta vida, ya se sabe que hay una clara diferencia entre lo que ves y lo que en realidad es. El ojo clínico que tú tengas, en cuanto a profundidad, te dará el valor exacto de personas, hechos y verdades.

 

Llevaba tiempo queriendo saber más sobre África y, en concreto, sobre su literatura e historia más allá de tópicos, opiniones simplonas y prejuicios que, desde luego, dan poca veracidad a casi nada. Y fue así, por casualidad, cuando vi un cartel en el centro de Historias en Zaragoza que informaba sobre un curso de literatura africana. Había empezado hacía unas semanas, pero llamé para ver si me podía incorporar y la respuesta fue que sí. Dicen que, según los maestros que tengas, así tendrás la pasión o entusiasmo por aprender y saber más. El profesor, espero que no se enfade, Maxi, tiene las cualidades de los grandes pedagogos, estoico, falta de ampulosidad, conocimiento profundo de África no solo intelectual sino emocionalmente. Es un buen profesor, sin lugar a dudas.

 

Todos los que tuvimos la suerte de acudir a estas reuniones los viernes descubrimos, gracias a él, un continente alejado de las ideas primarias y primitivas con las que siempre nos han hecho pensar en África. Su realidad oscila entre la brillantez y la tenebrosidad de una pintura goyesca. Porque África se asemeja a las pinturas de Goya desde sus inicios en la Real Fábrica de Tapices hasta las Pinturas Negras encontradas en la Quinta del Sordo y que se salvaron in extremis.

 

África es ese continente que jugaba y disfrutaba en una pradera de San Isidro donde confluían desiertos, cataratas, ritos y dioses, ríos caudalosos, tradición oral de su historia y leyendas, tierras fértiles en materias primas, animales exóticos de porte fiero y/o elegante sin saber que sus risas y vidas despreocupadas, en las que sin duda habría tragedias intermitentes, guerras, inquinas como en todos los continentes (que se lo diga a esa cultivada y ¿pacífica? Europa), darían paso a la esclavitud, sometimiento, aniquilación de sus lenguas, derrocamiento espiritual y vital que se asemejan a las pinturas finales Goyescas.


¿Hay salvación para África? ¿Qué hubiera contestado Goya a esta pregunta de haber asistido hoy a la demolición de África? Sí, digo bien, demolición. Así lo veo y así lo escribo. Probablemente, el genio de Fuendetodos habría dicho, con un tono más grave y somarda, las mismas palabras que, el sociólogo Zygmunt Bauman, al final de su vida pronunció y que tanto me impresionaron por lo identificada que me sentí con ellas: El final de mi vida es un cementerio lleno de esperanzas.

 

Y puestos a formular preguntas: ¿Dejarán a África buscar su salvaguarda por sí misma? Goya, diría que no. Y Wole Soyinka tal vez piensa lo mismo. El autor nigeriano de la etnia yoruba y de la misma nacionalidad que el escritor, Chinua Achebe, pero diferente etnia (igbo) y con el que no tenía afinidad personal en modo alguno, fue el primer escritor africano ganador del premio Nobel de Literatura. Nunca ha negado la cruda realidad de África y la nefasta colonización que esquilmó a las tierras africanas y a sus gentes, pero es certero cuando dice que, al producirse la independencia de los países africanos, los representantes políticos tuvieron que alejarse de la avaricia y corrupción y, esta es mi opinión, se diferencian poco de los colonizadores que actuaban de la misma forma. 

 

Si alguna vez hubiera que establecer una semejanza entre Aragón y África, se debería tomar como referencia a Goya y Soyinka. Sí, dos pesimistas. Uno viendo, al final de su vida, su propia decrepitud física y moral ante la visión de una España sumida en la ignorancia de hipócritas beatitudes y pomposas e incultas autoridades administrativas que impedían la modernización de una sociedad que se descalabraba a garrotazos. El otro sintiendo cómo África es esquilmada de nuevo por esa tragedia de su tierra, demasiada riqueza golosa para multinacionales extranjeras junto a unos políticos que se enriquecen empobreciendo al pueblo. El desastre del cambio climático, la guerra y la aplicación de una política cruenta arrastra a miles de subsaharianos a jugarse la vida por tener una vida digna en Europa; pero, de nuevo, los antiguos colonizadores les dan latigazos legales y existenciales que los devuelven a su miserias mientras nos quedamos con su riqueza. 

 

Goya y Soyinka no están alejados a pesar de mediar entre ambos dos siglos en el tiempo y dos continentes. Aragón y África han tenido en ellos, por medio de cuadros y libros, a los representantes de la barbarie, insolidaridad, cinismo, crueldad, inhumanidad y dando un mismo mensaje final: No esperéis finales felices. 

 

Tal vez, el pueblo africano sin diferenciar etnias, religiones, latitudes debería tener gestos rebeldes como el carpintero que reivindicó a Ramón Acín a través del tiempo. 

 

Estos gestos rebeldes de millones de africanos no serán ensordecedores ni tampoco silenciosos. Serán necesarios. ¿Lo lograrán? Que cada uno se responda según su grado de confianza en la humanidad. Las praderas de San Isidro solo están en nuestros ensueños. 

                                                                                                          

                                                                                                         OLGA NERI