6.6.21

Pandemia (33) La Economía enferma será la siguiente pandemia

El comportamiento de la economía cuando salgamos definitivamente de esta pandemia paralizante será el primer dato que iremos observando como definitivamente distinto al del año 2019, año precedente donde todo cambió en todo el mundo. No sabemos todavía —en estos inicios del 2021— si será a finales de este mismo año o será ya en el 2022 cuando vayamos observando una vuelta a lo que llamamos con una notable inconsciencia en el verano de 2020 “La Nueva Normalidad”

Esa situación de “NUEVA” no sabemos todavía cuando se producirá, pero sí sabemos que será nueva pues estamos perdiendo —en este caminar que van a durar bastante más de un año— muchos item que nos han servido durante décadas para funcionar como sociedad.

¿Qué comportamiento tendrá la sociedad cuando definitivamente y de forma libre pueda volver a viajar, tenga permiso para ir a los campos deportivos, pueda volver a los Museos o a los Teatros, tenga ya permiso para entrar a comer y cenar a los restaurantes? 

¿Qué nos estaremos dejando en el camino y ya no volverá a la posición del 2019?

La economía es el motor de la sociedad aunque no nos guste, y la realidad de estos meses ha supuesto una distribución de la economía totalmente distinta a los tiempos anteriores. Sectores enteros han dejado de facturar, o lo han realizado a unos niveles de quiebra, y por mucho ayuda que se ha intentado hacia personas y empresas, la distribución de los ingresos ha sido totalmente diferente.

A su vez el nivel de ahorro de los españoles ha crecido al no poder gastar o consumir en las mismas opciones que antes de la pandemia. Se calcula en unos 65.000 millones el aumento en los depósitos bancarios durante el año 2020 y un crecimiento de la capacidad de ahorro sobre el neto recibido, que ha pasado de un 8% de media a un 20% de media. 

Los españoles tienen más dinero ahorrado, por consumir menos o por consumir de forma totalmente diferente. Ese remanente en los ahorros tendrá una importancia complicada de poder determinar en cuanto salgamos de la crisis. ¿Irá a un consumo desenfrenado? ¿Se mantendrá ahorrado por temor a rebrotes?

Es cierto que Europa está invadiendo de nuevos billetes las economías europeas, de forma directa o de forma contable. De esa manera con menos ingresos los países puede soportar ayudas públicas a sectores muy debilitados, a trabajadores en ERTE o a servicios públicos que necesitan refuerzos. peo estos sistemas lógicos para hacer frente a la crisis están todavía por diseñar del todo.

¿Qué parte de esas ayudas serán a fondo perdido? 

¿Cuántas de esas economías serán préstamos aunque se entreguen con intereses muy bajos? 

¿Cuántas ayudas serán simplemente parte de una contabilidad europea que se verá con más calma y menos control? 

¿Lo admitirán todos los países, aunque en esto ya juega a su favor el hecho de que la pandemia no ha respetado a ningún país?

Pero en cualquier caso sin ayudas, el dinero "real" sigue siendo el mismo, solo que repartido de otra manera. Hay más ahorros en algunas personas a costa de tener menos ingresos en sectores enteros. Si las ayudas se reparten de forma muy importante en realidad estamos haciendo crecer el número de liquidez de Europa pero distribuido de otra manera.

Y eso lleva siempre a una inflación y a una minusvaloración de toda la liquidez. Los que han sufrido la crisis recibirán ayudas para compensar una parte de lo perdido, y los que tienen ahorros verán perder poder adquisitivo de sus propios activos. Tendrán más “numericos” ahorrados pero menos valor para comprar.

Pero estos son solo los primeros pasos lógicos de la crisis, los que más o menos podemos predecir con arreglo a las decisiones tomadas y a los desfases que ya tenemos dentro del Sistema. Quedan un buen montón de decisiones económicas que irá tomando la sociedad sin querer o queriendo, y que además de afectar mucho hoy no vemos fácil detectarlas. 

¿Cuál será el comportamiento de miles de empresas que ya estaban regular, viviendo al día, al mes, y que han tenido que cesar sus actividades por la crisis? 

Lo lógico sería que no volvieran a poder abrir, pero en muchos casos son el modo de vida de muchas personas, no saben hacer otra cosa que intentar sobrevivir aun a costa de endeudamientos nuevos. ¿Encontrarán financiación? ¿Deberían recibir ayudas aun a costa de que ya se detecta que son empresas zombis?

¿De qué manera se comportará el consumidor con sus ahorros? 

¿Volverá a comprar a las tiendas del 2019 o ya habrá aprendido a comprar por internet y en muchos casos no volverá a lo tradicional? 

 ¿Qué deseará comprar y consumir con similar ansia a la de 2019? 

Hay sectores que son estratégicos como la vivienda, el hogar, el turismo, el ocio, la cultura. Sectores que todos ellos han visto como se movían sus cimientos.

Pero también hay Servicios Públicos de gran valor económicos de los que hemos visto sus enormes debilidades y hacia los que hay que destinar recursos casi sin medida. Por ejemplo Sanidad, pero también Educación e incluso Justicia con unos retrasos insoportables. La modernización y puesta al día de estos servicios supone unos costes tremendos.

También hay que plantearse una nueva economía productiva, un abastecimiento básico de auto defensa ante problemas de este tipo y no depender de una globalización de mercado. Y sin duda trabajar mucho más en investigación, en innovación y por ello mucho mejor en las relaciones con las Universidades. El trabajo pendiente ya era tremendo en el 2019 y ahora en el 2021 se muestra urgente, imprescindible y eficaz en el corto plazo.

Por otra parte hay una gran duda sobre el comportamiento social con una juventud entera que tras el 2008 no ha podido encajar en los mercados laborales de España y llevamos así 13 años. Su formación en algunos casos ya no sirve igual que servía una década antes, su incorporación actual al mundo laboral es compleja y por ello su emancipación personal es complicada. 

Y es toda una generación de jóvenes a los que hemos orillado. 

Unido esto a que otra generación de personas mayores de 55 años van a ver sus pensiones penalizadas por estos años de crisis, vamos a entender mejor que el trabajo de reactivar las economías (en plural) es un trabajo de orfebrería fina.

Las fusiones de entidades bancarias es una realidad básica en estos años, pero con los consiguientes problemas añadidos de estar en manos financieras mucho más fuertes y con mucha menos competencia. 

Si en estos momentos es imposible (o casi) saber quien manda realmente en las economías europeas, españoles en suma, con unas pocas empresas dominando el mercado financiero pueden convertir su poder en imprescindible para hacer funcionar los países, y por ellos sus opiniones y decisiones ser las más tácticamente imprescindibles en el funcionamiento de los países. 

¿Quién controlará a los Gobiernos, o dicho de otra manera… quién controlará a estas enormes entidades financieras, siempre privadas?

Pero la pregunta clave es… ¿quién controlará la salida de la pandemia? 

A nivel político en España hoy gobierna la izquierda y su gestión tiene muchas lagunas. Crece el populismo en todo el mundo y el ejemplo que puede curar esos males sería el asalto al Capitolio de los EEUU con 5 muertos. pero mientras tanto China y algunos otros países de su entorno saben que es su posibilidad para asaltar el poder mundial.

La economía del mundo girará hacia una recolocación de industrias que se han ido de los países más ricos buscando solo rentabilidad pero que se ha demostrado que es un riesgo insoportable si hay crisis. Pero estos países “escondidos” ya han tomado posiciones dentro del mercado de Bolsa y no sabemos en realidad de qué son dueños, qué poder de influencia tienen sobre el mundo occidental o capitalista clásico.

Y a su vez tampoco sabemos el papel que ejercerá la sociedad hoy hipnotizada con el problema del COVID pero que despertará en algún momento de su letargo y empezará a exigir responsabilidades. De forma directa o indirecta. No va a resulta fácil la transición hacia esa Nueva Normalidad, pues por el camino se van a ir quedando pedazos de la antigua normalidad y no van a querer perder su aprte de las economía viejas.

¿Qué sucederá con el trabajo no presencial ya impuesto durante muchos meses en numerosísimas empresas de todo tipo, incluidos servicios públicos esenciales? 

Cambiar la presencialidad en sectores eternos por semi presencialidad es un trabajo muy sencillo pero que influirá en numerosos sectores aledaños. Los sectores de la economía y del mundo laboral que se vean modificados hacia estados no presenciales mueven a su ver un numerosos grado de actividades secundarias.

Si no hay oficinas no hay limpiadoras, no hay garajes que se alquilan en barrios para los operarios, no hay café de las 11 h., no hay papelerías que viven de las oficinas de su entorno. 

Pero baja también la importancia del coche privado, el consumo de gasolina o de incluso trajes de oficinistas. Actividades económicas de muy segundo nivel pero que sin duda afectan al consumo y a las diversas actividades que ya estaban funcionando bien. Es un poco la teoría del aleteo de las alas de la mariposa, de la que hoy es imposible saber hasta dónde será capaz de llegar con sus nuevos aires.

Entendemos todos estos detalles desde el marco de pensamiento de reformas y cambios sobre el sistema económico actual. Pero podríamos estar a las puertas de un nuevo sistema económico que tuviera más en cuanta la sostenibilidad, la economía del bien común, la circular o la repartida con otro parámetros. Y eso de producirse no sería en el corto plazo sino al menos en el medio plazo y tras constatar los errores de querer sostener con reformas un sistema ya agotado, e incapaz de prevenir futuros problemas graves.

Si nos fijamos en los EEUU el número de pobres es tremendo, y además esa pobreza ya no se reparte exclusivamente entre personas de otros segmentos sociales distintos a los clásicos blancos no latinos. Hoy ya existen en las zonas rurales o en las localidades medianas un gran número de ciudadanos norteamericanos de todo la vida que están anclados en un escaso futuro, en una pobreza que aumenta y que se dejan engañar por la tesis de que son los latinos y negros los que se están llevando sus riquezas.

Por una parte cada vez decrecerá su número en importancia pues el resto se va dando cuenta de lo importante que es votar y participar. Y por otra parte la pobreza entre los segmentos sociales que creen que no se merecen ser pobres es mucho más peligrosa que la pobreza entre capas sociales que ellos mismos admiten que salir de la pobreza es costoso.

Pero además si acudimos a las grandes ciudades de los EEUU vemos capas sociales totalmente abandonadas, que viven de su propia organización de caridad, de trabajos que son migajas, de encerrarse en sus propias sociedades. Es alimentar en un mismo país muy distintas sociedades cerradas que se autoabastecen ellas mismas. También de esos deseos de libertad y de justicia social, que son como es lógico el caldo de cultivo de claras diferenciaciones que llevan a la violencia. 

Detectar los problemas, y no saber (o querer) resolverlos nos lleva a otros problemas, casi seguro que más graves.

Entroncamos aquí con el compañerismo clásico de Economía=Sociedad, y con la clara constatación de que cuando enferma la economía se enferma la sociedad (o al revés). pero en estos meses del 2020 ya acabado hemos asistido también a la mayor de las tonterías sociales que se podían prever.

Creer que este problema de la pandemia, como era un problema de salud debía gestionarlo y resolverlo exclusivamente la Sanidad, ha sido un error que pagaremos muy caro. 

Es un problema transversal donde la política debe gestionar la situación, pero ayudada por la economía, la sociología, el análisis social y estadístico de los problema laterales, la psicología social y la sanidad. 

Si dejamos a la Sanidad que gestione las soluciones al problema que ya dura más de un año, simplemente tenderemos soluciones sanitarias, que siendo muy importantes no resuelven los problemas que viven debajo de la enfermedad.

Y si al menos todo el engranaje sanitario hubiera sido capaz de resolver la pandemia pues podríamos estar de acuerdo en que los tiempos siempre son relativos. 

Pero llevamos más de un año y no hay solución a la enfermedad, se empiezan a poner muy lentamente unas vacunas que se han fabricado de forma urgente y que son complejas de conserva, no sabemos de qué forma se contagia la enfermedad, no hay sistemas de profilaxis excepto el confinamiento personal, no hay medicaciones que mitiguen los síntomas graves ni que impidan los contagios antes de que se produzcan los síntomas, y si acaso hemos logrado bajar el número de fallecidos sobre el de contagiados a costa de aprender en la defensa de los casos que llegan a las UCI y al trabajo intensísimo de los profesionales de base de la Sanidad.

Siendo que la Sanidad ha gozado de todo el poder de gestión en casi todos los países, suena a poco éxito lo conseguido, pues por el camino se han ido perdiendo sectores imprescindibles. 

¿Supo acaso gestionar la Sanidad los meses de marzo a septiembre de 2020 sin colegios presenciales en España? 

¿Cuánto tiempo se tardó en obligar al uso de la mascarilla? 

¿Cuántos meses pasaron desde el inicio de la pandemia hasta que se empezó a sospechar y a explicar que el contagio por aerosoles (por el aire ambiente) podría ser más contundente en número que el contagio por contacto o el contagio por las gotículas que por explosión nos pueden mandar las personas cercanas?

Pero en realidad no tenemos que fijarnos tanto en nuestra capacidad de compra, de consumo o de ahorro, sino en nuestra futura capacidad de producción en calidad. 

¿Seremos un país capaz de ofrecer los servicios o las producciones que se van a necesitar tras esa Nueva Normalidad? 

De entrada en este año hemos perdido mucha calidad de servicio en lo público, se han puesto en entredicho muchos servicios que pensábamos ya engranados totalmente en nuestra forma de vivir, pero a su vez no escuchamos reflexiones ni proyectos de cambio que supongan nada nuevo.

Esa hipnotización de la que ya he comentado algunas veces también afecta —faltaría más— a las clase dirigente, a los que deben tener ideas nuevas. No parece que exista recambio, de momento. 

¿Desapareceré el concepto —antiquísimo— de funcionario español, por obsoleto y caduco tras la crisis?

Es casi seguro que los ciudadanos nos volveremos más exigentes, que nos estamos dando cuenta —de momento en silencio— que parte de los errores que observamos y nos afectan, son culpa nuestra por no exigir o por no saber elegir. 

De ser cierto este cambio, faltaría que se presentaran nuevos actores a la política, con nuevos valores, ideas y calidades de gestión social. No sirve de momento para nada, estar de acuerdo que los actuales dirigentes no sirven, si no somos capaces de entender que todavía sería peor no tener a ninguno. Algo imposible.

Si la economía gira alrededor del trabajo, este ya había cambiado antes del final de 2019. Ahora simplemente vamos a notar una aceleración de esos cambios. 

Los jóvenes necesitan por lógica liderar el futuro, pero además de no dejarles entrar, los hemos preparado más para un Mundo de Sueños donde todo está engranado, que para un mundo en donde todo está en cuestión, en ese entredicho que nos obliga a buscar nuevos caminos de salida. 

Incluso en estos 13 años últimos los hemos acostumbrado en exceso a depender de sus padres que eran los que tenían los ingresos, lo que dificulta ya no su emancipación real, su vuelo en busca del peligro real, sino simplemente les imposibilita por edad que corre sin dudar, a querer buscar ese futuro que les pertenece.

¿Qué patito se va a querer tirar al río, al agua fría, a las corrientes peligrosas, si no es empujado por la pata madre? 

¿Quién va a querer madrugar a las 5,30 de la mañana para hacer turnos en una empresa, si a sus 30 años no ha trabajado nunca y siempre se ha levantado a las 9 de la mañana, sin que le falte un dinero para cerveza? 

Si en los años del inicio de la productividad, en los años en los que el ser humano, la persona, tiene que escribir los primeros renglones de su futuro, lo hemos acostumbrado a la calefacción del hogar familiar, a una Zona de Confort irreal para su futuro, será muy complicado engranarlo en un sistema laboral que exige esfuerzos, dureza, y a veces pocas recompensas.

El instinto les mandará por comodidad al hogar de los progenitores pensando que es lo lógico, perdiendo su capacidad natural de pelear por nuevos objetivos. Pero los culpables no son ellos, sino todos los demás que a su alrededor hemos construido una cárcel hermosa y cómoda, y donde no les hemos facilitado la salida aunque les dejáramos la puerta siempre abierta.

Las sociedades más paternalistas pagarán más caro este problema. Y se puede ser paternalista desde el papel de los progenitores, desde el Gobierno e incluso se puede dejar que te tengan atrapado en la cárcel de papel por comodidad.


Julio M. Puente Mateo