Los carismáticos y únicos Morrissey, Neil Tennant (Pet Shop Boys), Van Morrison (protestante de Belfast), Ilegales de Gijón o Germán Coppini tienen relato y vigencia aún hoy porque más kafkiana es la vida es cuanto más te alejas de la familiaridad, la solidaridad y el echar un ojo o grito de los familiares fuera del barrio.
A la política de incorporación de España a Europa, partidos liberales latioamericanos o gestión del socialismo francés y demócratas americanos, incluso a la presidencia de las Cortes de Aragón por Podemos llegaron otros: no precisamente cantautores o compositoras de rap como la Mala de cinturones obreros sino los pequeños burgueses que gestionan la democracia directa y vivieron mayo del 68, o lo contaron, porque se lo pudieron pagar.
Así cada generación se revuelve contra el postureo de los que dejan el barrio buscando la sospechosa vida mejor de los condominios sin personalidad, y… dónde está la revuelta de creación latina de Zaragoza que nos permita afirmar que el mestizaje solo se produce por conveniencia de la estrella que se mezcla (se llame Paul Simon, Ry Cooder en Buenavista o cualquier grupo folklórico aragonés fusilando, ya no van a tener material, la última tonada de la última abuela neolítica).
Hoy en cada barrio de las ciudades del frente contra Putin apenas quedan zapaterías, comercios de proximidad ni tiendas, panaderías que no sean franquicias y bares con tapas replicantes que son sean de emprendedores chinos o fruteros del Indo, y por cierto muchas gracias.
Los cascotes o las islas, los árboles que no dejan ver el bosque, los ocupan el bar Cervino de la Almozara que ha virado a shin, el Fausto del Barrio Jesús lleva el mismo camino y precios, y el Amblas de la calle Caspe que allí sigue con sus mesas de formica y neveras con tirador, en su b año puedes echar al suelo una manzana y comértela en costra de lejía. Su relato ya no es exactamente de barrio: es aparecer en una letra de Sho-Hai, después en el dominical del Heraldo y que vaya algún hipster el domingo a buscar América, a nuevamente colonizar. Atención, en el mismo idioma.
Así que a eso fui yo también pero sin entrar en ninguno de los baretos de ferroviarios escasos que aún quedan y me encaminé a la Calle Delicias de Zaragoza una mañana cualquiera a recibir una ducha musical y a ver qué se cocía y con cuanta salsa. Porque demasiada salsa para tanto pescao dio origen al nombre que se ha quedado reservado para que los blancos que no bailaron de niños muevan el esqueleto al SON (de rodillas ante este género musical cubanoI de las romanticadas incurables de Gilberto Santa Rosa, el bachatero que canta sweetie, y sin poder oír un solo merengue de Guerra ni una tonada de la Cruz en la Sonora Matancera.
Según expertos a los que acabo de leer, Willie Colón por tratarse del creador de la salsa consciente, el género dulcificado por Anthony e introducido en el cine por Jay Lo (la López) tradujo la expresión musical de “El Barrio”, las manzanas al oeste de Harlem en el Upper East Manhattan en que se arracimaron los caribeños desde principios del siglo XX. Formando comunidad cerrada y gueto al sentirse fuera de onda. Creándose un sistema de vida y música propios en español ante las dificultades de integrarse en la vida en inglés del resto del NY y refugiándose en su comida y estilos musicales, mezcladas y adobadas las peculiariedades de cada país bajo el patrón musical de la cubana. Esta resistencia cultural dio lugar a que hoy en los países de origen de estos abuelos, todos por la amalgama parida en Nueva York se sientan “latinos”, más o menos desde la costa Caribe colombiana hasta más arriba de Florida.
Lo asombroso del caso es que este barrio refugio, con restaurantes o discotecas propios, impenetrable, exista en cada ciudad española para nuestros vecinos que hablan el mismo idioma. O será que no tanto o que no oímos sus radios propias.
En Delicias añoré a una nueva generación de músicos de origen latino pero aragoneses no solamente administrativos, esperemos, a lo Rozalén o Yupanqui: que den una vuelta desde aquí a su cultura rebozada en nuestro panko, como los músicos africanos Ndour y Keita, ho t Baloji y Stromae, los considero por necesidad el relevo necesario de los poetas sociales franceses. Que nos den una máster class de letras sobre lo que les pasa en el instituto y entorno familiar y lo refleje un artículo de Matías Uribe.
En vez de eso, el noventa por ciento de lo padecido fue reggaetón machista por castigo del devastador (cómo echaremos de menos a Daddy Yankee), adormecimiento del que no despertaba ni una sola canción de Calle 13 o su líder Residente y que parece que ha convencido como única opción de música joven hasta a Santa Rosalía.
Y los colombianos de Aragón, los últimos grandes maestros de imponer la salsa porque se baila y que se sienten incómodos en la denominación “latino”, enrocados cincuenta años después en la salsa romántica sin contenido social alguno de Joe Arroyo, las orquestas Niche, Guayacán, las cumbias de Vives que tan poco ponen, los vallenatos versión “la maté porque era mía y fui arrecho” de los años 80 de Valledupar, y el Gran Combo de Puerto Rico. Eso se lo ves bailar hasta a niños de 15 años de los institutos de Jaca o el Picarral, perfectamente peluqueados que parece que si les pones una canción del “London Calling” de los Clash te puedas llevar una hostia con la mirada.
Las grandes canciones de Willie Colón y Rubén Blades las aceptan a regañadientes y únicamente por orgullo exagerado latino, son azotes en la conciencia que ya no quieren escuchar. Porque para bailar mejor ser en la vida pirata y aquello de que te señalen en el barrio por la procedencia de tu dinero, ya pasó. Y cuando cambian a rápidas, meten perreo y letras de estos líderes a los que ya no se les entiende el español.
Por esto cuando se remedó la última letra propia de Rubén Blades pero rebajada en contenido social cual si de una narración de desamores de Shakira se tratara, se hizo nuevamente desde cuba a cargo de, cómo no, “Gente de Barrio”. Y se formó la gosadera, también para el que no pueda bajar el culo hasta el piso pero, como a mí, le guste oír himnos de lo cotidiano sin recordarnos murgas de revoluciones, con ron añejo con hielo en mano. El que nace pa martillo, del cielo le caen los clavos y esas cosas…
Y porque en Delicias se cuece unaa mezcla a fuego lento de carne desmechá de la que aún no sabemos el sabor por falta de reposo… nos vamos con ellos y aunque el estribillo lo canté el siniestro y presunto caballero Marc Anthony:
Y la tambora merenguera, Dominicana ya repicó
Y del Caribe somos tú y yo
Repicando
La cosa está bien dura, la cosa está divina y el mundo se está sumando
A la fiesta de los latinos…
Pues a ver si invitáis mejor, aragoneses del oeste de Zaragoza, del este de Huesca, de la hostelería de Sabiñánigo y Jaca que vais a la discoteca de Iruña de San Juan y los turolenses que bajais a la playa pública de Castellón.
Que se note que nos queremos y cómo dijo San Rubén Blades, de vocación no presidente y culminada la tarea se despide el ministro:
Tiburón qué buscas en la orilla tiburón
Qué buscas en la arena
Tiburón que buscas en la orilla tiburón
Lo tuyo es mar afuera
Tiburón que buscas en la orilla Tiburón
Eh Tiburón el canto de sirena
04.06 Luis Iribarren