9.6.25
Los jardines alemanes de Rehovot
Los estados coloniales trazaron en América, Asia y África las fronteras en líneas rectas. España y Portugal se repartieron Sudamérica según un paralelo en Tordesillas, se fijaron las de Irak para retener los pozos petrolíferos kurdos y de Basora, se incluyeron en Etiopía a los oromo que pegarían más en Kenia y se dividieron los países medio lago. Del mismo modo, el Imperio Británico separó a Israel de Egipto arbitrariamente en la Península del Sinaí. Asignado a la primera una cuña del desierto del Negev, pastoreada por idénticos beduinos de la Ruta del Incienso, y dándole así un escape en Eilat. Un puerto en el Mar Rojo en bahía que se comparte con la única salida al mar de Jordania por Aqaba, para sacar ambos los minerales del Mar Negro.
No es de traca, como dicen los valencianos. Es de mascletá la cosa.
Las fundaciones sionistas de judíos askenazíes pelirrojos o mezclados con magiares, alemanes y eslavos –muchos antropólogos y especialistas en ADN en Israel sosteniendo que no forman parte del pueblo de Moisés pues se convirtieron al judaísmo pueblos de los Urales, como existen tártaros budistas de donde provienen como Kirk Douglas- fueron subvencionando a los más esperanzados, atrevidos o cautelosos en su marcha inicial de Europa que les instaló en la llanura de Dan.
Entre el Mediterráneo y los montes entonces pelados, que repoblaron, de Samaría y Judea. Y se la curraron de sol a sol, la reforestaron y amaron como hacían con su jardín de Cracovia, van por la quinta generación y el proceso ha sido en progresión geométrica, además de la mística de que no les han echado, como para considerar que han redimido su pecado original de la ocupación a cambio de cuatro chavos a las élites turcas y palestinas que no daban valor por pereza a sus terrenos. La cuestión es que no se vendieron pueblos enteros musulmanes ni las huertas de sus entornos, propiedad que las guerras les ha ido arrancando a zarpazos de chacal.
La película “El Brutalista” aborda en una parte no menor de su insufrible metraje el tratamiento despectivo incluso en los USA de las élites económicas republicanas hacia los artistas judíos, propios o emigrados. Aparente lo que aparente Trump, ciertas páginas de Ellroy delirantes ponen en boca de policías sin escrúpulos el pensar no disimulado de los duros sajones de Hollywood sobre arrojar la siguiente bomba atómica contra la pagana y judía Nueva York. Mismo pensamiento que tenía Hitler respecto de Berlín, a la que intentó reurbanizar para quitarle la desgracia de no ser suficientemente alemana, como hoy afirman los holandeses de Wouters de Amsterdam o los zaragozanos no aragonesistas con apartamento en La Pineda, de Barcelona y Tarragona ciudades (que son putas pero no putos, con lo que se auto denominan).
Tras ver tan incómoda película y no sucumbir nuevamente a los encantos del tan valorado Adrian Brody que cuenta con un inapelable físico de perro abandonado; después de soportar mediáticamente en silencio la exterminación por Eretz Israel de cualquier presencia filistea, beduina, en Gaza, he virado mi mirada a varios libros que poseo como oro en paño, como aragonés de origen sefardí con la conciencia perdida, de Amos Oz.
En sus memorias, libros de cuentos y primeras novelas se describe, con el mismo alejamiento y dolor propio de peregrino desencantado porque el Camino de Santiago sea una marca comercial gallega, las experiencias de los primeros colonos que nunca abandonaron expresarse en yidish, alemán o ruso, futuras y actuales élites del estado de Israel. Pues todavía se creían élite cultural germánica y añoraban de las primaveras el olor a flor de tilo.
En ellos se narran sucesos y acontecimientos extraordinarios. La planificación del barrio de Rehovot, actual centro de Jerusalén oeste, en dos colinas fuera de la ciudad amurallada por los turcos como envoltorio del legendario Hotel Rey David. Los urbanistas centro europeos de primeros del siglo XX crearon una ciudad jardín sombreada por árboles ornamentales, con parcelas para que los judíos del Imperio Austro Húngaro y Alemana no echasen de menos la humedad relativa y verdor de sus verdaderos orígenes en esa tierra de trasplante en que se instalaron. En los pocos kilómetros de país que les dejaron, se siguen sintiendo incómodos sin cabalgar: como buenos magiares, búlgaros y pueblos de la estepa que son. Mal rollo, contrario al sefardí de vivir dentro y exponiéndose poco.
Fui a Rehovot por Amos Oz. Es un barrio lleno de escuelas talmúdicas, casitas de ciudad jardín y estancias con piano, librerías repletas o equipados consultorios médicos. Al frente, los mejores médicos europeos oficiando como presuntamente locales. Todos ellos se visten como cuáqueros y a rezar por la noche. Las mujeres con pelucas, como a nadie le sorprende que las monjas sigan en toca pero entonces qué pasa con el pañuelo femenino musulmán… Qué es una invasión o que no estamos acostumbrados a que se lleve desde adolescentes…
Los wadi que circundaron Jerusalén en dirección Belén no pudieron ser colonizados por falta de agua, extensión y población. Se mantuvieron en tiempos de Oz repletos de chacales, búhos y otra fauna propia de la cicatriz que comienza en el Jordán y se llama Valle del Rift hasta Tanzania. Escorpiones y culebras anidando en los oscuros acebuches y olivos que los judíos alemanes no consideraron árbol de jardón, en ramblas secas abancaladas. El paisaje de nacimiento del niño Jesús de Belén patrimonio de la humanidad en Hebrón, que se precipita en pocos kilómetros hacia la cubeta de la no vida del Mar Muerto por el desierto.
Hoy estos valles regados con el agua desviada en tuberías del Hermón y Golán (asegurada en guardias nocturnas de Uzi de los drones que persiguen reventarlas, ayer de los comandos de los pastores con sed) aglutinan al parlamento y varias instituciones en una zona ajardinada. Antes de la Guerra de los Seis Días fueron serpenteante y arbitraria frontera; y causa de la clausura de casas con portones y contra ventanas para acastillar las urbanizaciones de los europeos en cada puesta de sol, ganando tiempo hasta el amanecer que viene de Jordania.
Oz describe cómo nadie cómo Israel se convertía cada día en Palestina por la noche con la fauna referida mudándose a los árboles del vecindario de los judíos europeos, molestos por estar en Oriente, temerosos de que sus hijos comenzaran relaciones con los bellos orientales cuando son adolescentes. Incluidos los de origen mediterráneo sefardí, en los que bien observados los personajes de origen lituano del maestro afirman que se pueden advertir desde niños las señales de su próxima decadencia en forma de echar tripa, celebrarlo todo comiendo, no saber disponer la casa a la espera de un invitado. Susurrando mientras oyen aún después del Holocausto las noticias en alemán de Radio Viena, rematadas por un fragmento de ópera.
Pensemos en la forja del pensamiento del Likud que todo ello representa sin meter a los ortodoxos de los tirabuzones con una docena de hijos cada uno y día a día mayor poder electoral en la ecuación.
El autor describe el cansancio asambleario de los fundadores, su malestar porque los hijos ilustrados de esta comunidad asentada en Jerusalén tuvieran que padecer con la muerte el sarampión de los kibutz y asegurar la frontera. Israel, película de Ford con su propia épica, asentando colonos de explotaciones de fruta en, sin saberlo, rutas históricas de trashumancia de los beduinos cuando se secan las fuentes de Petra: que es casi todos los años. Misma huída de la sed narrada en el Viejo Testamento que provocó el asentamiento en el entorno de los montes de Judea del pueblo semita de los judíos (denominación geográfica reducida entonces a pocos kilómetros cuadrados en los que están Ariel y Ramallah) y que subieron con sus rebaños desde la península arábiga. Lo que queda en su compleja lengua bíblica que ha tenido que convertirse en lengua franca parcialmente inventada de colonos de todas las razas y culturas, simplemente con una confesión determinada.
Sus relatos describen cómo la presencia judía previa como élite de los guardianes de los templos judíos de Jerusalén fue la de los sefardíes expulsados de Aragón y Castilla. Gentes con tan pocos escrúpulos para los judíos alemanes y eslavos, que vivieron sin barrio propio, mezclados entre toda la chusma oriental en la misma y lastimosa convivencia –entonces, de la que forman parte como no colonizadores y ciudadanos turcos-.
La inercia del hombre es guardar rencor y es el que desprenden los modos y actitudes de princesa Karenina de la protagonista del relato “Fuego Extraño” del maestro Oz. Su nombre indisimuladamente germano es Lily Danenberg. Descrita como una beldad aria con mucho más picante goza de una corte de aduladores que incluye a los gobernantes del nuevo estado que se postran ante su belleza, la detienen los taxistas nocturnos de la calle Yafo llamándola “La Reina de Saba” y detesta cómo pasan sus vidas lo que llama los hombres desdichados, entre sus muebles viejos llenos de libros, su ajedrez, las asambleas políticas en queja permanente sin voluntad de acción y sus manías (yo touché tres veces). Levita en una ciudad en que “las ventanas y contraventanas están cerradas, las bocas de las alcantarillas, enrejadas”.
Como hoy y mañana, representa la sofisticación de los ladrones legales de la nueva propiedad basada en el Talmud y no en la sharía. Engendrada como en España de la concentración parcelaria, la conversión a regadío del desierto, el control de la vida privada de los teléfonos de los presidentes de gobiernos que supongamos hostiles. Los de los países sefardíes con los que no quisimos mezclarnos.
Los hombres virulentos y elegantes, el olor a pino vigorizante en el barrio cuyas calles portan nombres de los intelectuales medievales judíos de Iberia. Hay mucho de Cracovia en Rehovot, hay tanto de Bagdad en Belén y Gaza… Oz describe tan bien el racismo y clasismo judío del norte como para pensar que nada tenga arreglo. Porque la inercia del hombre es guardar rencor, los que hemos padecido la casa del Pirineo sabemos perfectamente que hay que evitar vivir sobre paredes medianeras, siempre que se pueda o si no, se resuelve y no suele importar cuándo ni cómo. Se deja en conserva porque ningún ayuntamiento elige entre clanes o lo hace por imposición numérica, calculemos la comunidad hebrea universal o el sufismo.
El mundo corrompido del pensamiento anglosajón, que extiende sus fronteras poniendo bases junto a la frontera rusa y habría que ver la reacción si China lo hiciera en Groenlandia, ha desvirtuado la rabia como protesta tonta de niño consentido camino de una jubilación en que el paraíso es cansar a una comunidad rural con tu pose de cascarrabias.
No estamos hablando de venganzas de clase, de envidia de que otro nazca con cincuenta hectáreas y no haga nada con ellas, de privilegios ni de creer en las universidades u otras burocracias para tramitar compensaciones.
Es solamente una jodida ocupación de una cabañera beduina y matar de sed a los animales, electrocutados en las vallas de los naranjales. Esas que hicieron el capital para la primera revolución industrial. Israel es el primer caso de imposición de un pueblo sedentario, acantonado, sobre otro ganadero de la historia de la humanidad. Para compensar su desventaja, se han convertido en los pastores nómadas de la nube: esperemos a sus siguientes tablas de la ley porque el Mesías que llegará tiene mucha pinta de ser un hacker con oratoria.
De momento Netanyahu y quienes le apoyan se limitan a ser meros registradores de la propiedad del desierto. Y han cambiado los camellos por lo que se ponga por delante porque desconfían de que cualquier escudo no sea humano, y jurídicamente aciertan.
08.06 Luis Iribarren