29.7.25
Bosnia 2: Remember Srebrenica
Las redes sociales me han dado, en cuanto a lo que te acontece como parte de los grupos en que aceptas meterte, más sinsabores que satisfacciones. Incluso aunque te lo tomes como experimento sociológico y te digas que vas a gastar el humor de Buñuel para soportar emoticonos.
Quién sabe quiénes nos han unido por cariño ingenuo y tras el paso de treinta años a compañeros de colegio, adolescentes nostálgicos que dejaron de verse a los dieciocho años que fueron al pueblo de al lado un par de veces en remolque, compañeros de facultad del paso de Ecuador que bailaban separados y de los que en quinto de carrera actuaban como si ya tuvieran una salida “profesional”, más bien una corriente eléctrica, y miraban por encima de los hombros.
Ha pasado tanto el tiempo que alguno de los abogados de casa buena se ha atrevido a salir del armario; otra aparece de las que ante la cortedad de miras y machismo latente de sus dos primeros novios de la cantera vive en las nebulosas inglesas de los extrarradios de la Londres de Coixet –y se ha jurado no reincidir en machos ibéricos- y los del pueblo se meten en el grupo cuando quienes disponen sus vacaciones o que se aburran, por simple aritmética, son sus parejas al menos al cincuenta por ciento. Que a su vez gravitan sobre los grupos y redes sociales de otros pueblos, otros institutos y compañeros de trabajo.
Ello es aquí como en Bosnia o Chile. Hay grupos de verdaderos amigos, de redes sociales o contactos por afinidades y admiración. La mayor parte de las veces, no. Correspondiendo la labor de administrador de grupo y regulador del tráfico, en el caso específico de Aragón, en general a un español de bien.
A un mandador de tetas de anuncio de taller mecánico, cuando ya no hay, y libertad carajo. Con los mensajes divulgados hasta centenares de miles por estos conductos para dar escarmientos a desconocidos inmigrantes en Murcia. Como decía Bertold Brecht, primero serán los de colores, después los forasteros, luego los catalanes hasta quienes piensen así como fuego amigo, acto seguido los que compongan canciones que contengan alguna metáfora y por último, tú. Hay antiguos amigos por tu bien que cuídate de ellos hasta en el infierno.
En mi actual calle favorita del mundo, la Avenida Tito de Sarajevo, en una medianera hay un grafiti de arte urbano pintado –como son los que prefiero- sobre tocho de ladrillo. Es una margarita que cosen las familias musulmanas de Bosnia y llevan las niñas y quien la compra en la solapa: rezando la pintura “Remember Srebrenica” y significa, hoy paseas con un helado de pistacho en la mano pero ten por lo menos esa pequeña memoria histórica.
La de un genocidio perpetrado en una localidad que no fue limpiada étnicamente –pues en Yugoslavia la etnia y lengua es la misma- sino de infieles. Efectuada por determinados comandos serbios contra quienes les acusan de ello por sus siglos de no conversión al Islam. Cristianismo irreductible que les costó vivir en las montañas, sus mejores tierras, perder a sus hijos en levas obligatorias para el ejército turno, escarnio absoluto, y vivir enrocados en Montenegro.
A los fogones, la venganza serbia la cocieron los serbobosnios condenados Karadzic, Mladic y Krstic y necesitaron a cuatrocientos soldados holandeses de la ONU en directa por pasiva connivencia. Con las fuerzas de los países más que nunca bajunos pensando en Rotterdam, las serbobosnias y su legión llamada “Escorpiones”, sobra explicar la selección del nombre, se pulieron a más de ocho mil antiguos vecinos de esta ciudad próxima a Tuzla de la carretera entre Sarajevo y su sagrado Belgrado. Tierra, por consiguiente, a expropiar para dejar de tener vecinos turcos.
Se han cumplido este pasado 11 de julio treinta años, ha habido compungidas visitas de líderes europeos al memorial que han molestado a todas las partes implicadas. Ya expuse en mi anterior entrada bosnia que por mucho que la comunidad internacional aliente, según los serbobosnios, a la Federación musulmana, lo hace por la mala conciencia y la omisión de aquel destacamento holandés de este país hoy en manos de una extrema derecha completamente inclasificable y errática.
Hay que reconocer que como redención a las humillaciones permanentes de los bajalatos turcos contra los campesinos serbios, al menos éstos tienen en su cancionero, folklore y literatura una justificación no racista pero que sí se transmite de generación en generación. Directamente basada en su historia de vengarse a sangre y hostias.
Genocidio viene de género pero el tipo penal internacional fue ampliado a exterminios de otros sujetos, antes vecinos, de la misma raza pero por razones ideológicas o de religión. Al considerar, en el caso que nos ocupa y como diría el psiquiatra serbio condenado a cadena perpetua Radovan Karadzic, ese afán permanente de dominio y extensión de la comunidad musulmana de Bosnia como algo intolerante, bipolar y de resultados esquizoides. Dicho por el hijo de un chetnik, un resistente del primer ejército yugoslavo.
Remember Sbrenica, remember Gernika, remember que Alcañiz fue asolado dos veces por ambos ejércitos contendientes.
La receta es: no odies. Nunca por motivos ni religiosos, ni de clase, ni políticos o te ciscas en los principios de la Revolución Francesa que, integrados en tu Constitución, no se ha creído ni uno solo de los miembros de tu familia. Si te ha faltado trabajo, lo que has visto existir ha sido tu clan, pues ello lo tienes que pagar en libertad.
O ya pensará y pasará el colador por tí, filtrando conveniencias y tolerando unos u otros mensajes, el administrador de tu grupo de whatsapp o te lo exigirán para darte financiación para reconstruir. Pregúntate por qué a ti no se te ocurre crear ni administrar grupos.
Y si te parece suficiente una rosa de ganchillo en la solapa de tu nieta, te lo parecerá lo que está haciendo la comunidad internacional, hoy, a tres horas de vuelo de tu casa, para parar a Netanyahu. Y cuando lo decidan, con la excusa del procés o la que busquen, el siguiente serás tú. No digamos la siguiente.
28.07 Luis Iribarren