2.8.25

Bosnia 3: Plaza España de Mostar, Herzegovina


Qué impresión le causa a un aragonés visitar Herzegovina y su conjunto de ciudades-castillo o puente. La familiaridad es absoluta: quizá con agua más abundante.

Hay en ella un nacimiento de río extraordinario con monasterio chií adherido, un manantial que surge de un barranco calizo con una fuerza que solo he visto en la Fontaine de Vaucluse de Provenza. En su orilla dejando pasar el tiempo me tele-transporté a Vozmediano cuando de una corriente que atraviesa el magma del Moncayo brota el curso Queiles, ese regato que fecundiza las huertas desde Torrellas a Tudela productoras de una verdura incomparable. El muy caudaloso manantial, accesible la cueva en que brota hasta en bote, se convierte en río que engorda al Neretva, pasado Mostar, con más de la mitad de su caudal.

No muy lejos, en Kravice, el karst común a todas las sierras dálmatas ofrece un incomparable salto de agua semicircular. Cómo no disfrutarlo con una tableta de chocolate “Samo ti” y así hermanar el lugar con los saltos del Monasterio de Piedra, en que se introdujo el chocolate a la taza a las cortes europeas. Provocando todo un debate teológico acerca de si su estimulando consumo rompía o no el ayuno monacal.

El valle del Neretva es un prodigio de producción frutal y vinícola, dispuestas las parcelas en un muy bello minifundio –imagino las fotos de dron-. Compuesto por una retícula de parcelas extraordinariamente alargadas y poco anchas que tiene muchísimo sentido para no perder superficie en caminos y darles a todas acceso desde los principales. Vías que se aprovechan en servidumbre única para hacer pasar por sus taludes las acequias de aguas heladas que vines de los azudes del helado río citado. El Neretva nace en la cara sur de pinares de los Balcanes y desemboca en Croacia entre la única localidad costera de Bosnia, Neum, y la radiante y famosa Split.

El vino herzegovino es espeso e hijo de un clima nada semejante al de montaña de Sarajevo, próximo a los de Jaca o Ribagorza, y enteramente parecido al del Somontano de Barbastro o el Matarraña, con corrientes de bochorno que suben de las costas de Dalmacia. Ello supone tintos de cuerpo y mucho tanino, aunque por mayor lluvia registrada, más especiados y mentolados que los aragoneses en el caso de los de Blativa. Aunque yo disfruté en mayor medida de los blancos del varietal zilavka, tan cítricos y florales, aunque un punto minerales, que me recordaron enteramente a los macabeos de Calatayud. Y allí me dio otra llorera.

Directamente impresionado me quedé y allí vino la llorera mayor y el mejor rato leyendo bajo un granado en un corral, cuando el imam de la mezquita del extraordinario enclave histórico de Pocitelj me condujo hasta una placa recordatorio en su postigo de entrada del bastión (Pilavdzic Tablija) que conmemora que el primer documento histórico en que apareció la villa glosada fue una crónica y mapa descriptivo de Dalmacia encargado por Alfonso IV Aragón el Benigno en Nápoles.

La misma contuvo referencia al origen de la denominación Herzegovina: las tierras del duque –y apellido judío asquenazí de lo más común que portó el singular político transicionado Múgica Herzog-. Así pues, el nombre proviene de que este condado de dos valles se independizó de Croacia debido a la acción del duque Esteban Kotromanic que unió el valle del Neretva a Bosnia, quedando las tierras muy fértiles de Trebinje, muy próximas a Dubrovnic, siendo administradas por la familia serbia que poseía también Montenegro de los Nemanjic. No siendo de extrañar que desde sus montañas los chetnik destrozaran la joya veneciana de Ragusa o que hoy, muy orgullosamente, el valle del Trebišnjica sea un bastión serbio bosnio. Sin contar de que el este de Herzegovina fue el principal escenario para la resistencia partisana de Tito, abastecida por los ingleses desde Corfú y Malta.

El Neretva es el único río bosnio nacido en los Alpes Dináricos que desagua en el Mediterráneo, pues vira hacia el sur entre foces o congostos impresionantes que atraviesa entre túneles y puentes el tren de Sarajevo a la costa –un magnífico Talgo, qué recuerdos-. Los otros tres principales nacen en la cara norte de esta bella cordillera y desaguan en el Sava que muere en el Danubio en Belgrado, el río y el lugar que se planteó no conservar para Roma mi leído Marco Aurelio.

Se trata de los cursos Verbas, que embellece la capital de facto serbiobosnia: Banja Luka; el Bosna, que da nombre a la confederación entera y pasa cerca de Sarajevo, a la que atraviesa un arroyo llamado Miljacka; y mi queridísimo Drina, que baja hacia el norte del monte Maglic y cuya margen izquierda es bosnia y la derecha serbia en buena parte de su recorrido. Así como el Sava separa Bosnia de Croacia y genera dos ciudades que se llaman igual, no como Tui y Valença do Minho; sí como Pont de Montañana, a ambas orillas del Noguera Ribagorzana.

Que un valle sea frontera es tan artificial como que se la pueden saltar un pájaro y una trucha, los imaginamos con doble nacionalidad, constantemente. Qué no pensar de las pocas dificultades que le plantea su superación a la peor condición humana.

El puente principal de Mostar (el puente viejo que salva un arroyo podría estar en Santa Cruz de la Serós de lo hermoso y delicado), las pequeñas y fascinantes mezquitas al estilo Sinan, la arquitectura de corte internacional que superó a la bellísima turca en los ensanches de las ciudades herzegovinas son obras arquitectónicas de ningún modo inferiores a las ejecutadas por maestros croatas al servicio de Venecia en los palacios y catedrales de Istria, Sibenik, Split, Corluka o Dubrovik.

Estos afamados canteros, contratados o compelidos, llamados en el interior de los Balcanes y aun hablando la misma lengua eslava “los romanos”, dejaron un legado a la altura de los de caliza de Biscarrués, famosos en todo Aragón, o los escultores tolosanos en el Camino de Santiago aragonés.

No en vano son citados como maestros de obra y cinceladores junto con la generación veinte de los canteros de la Grecia clásica, también administrativamente turcos en la época, del asombroso puente del Drina de Visegrad por el imprescindible escritor, si queréis conocer el alma yugoslava, Ivo Andric. Amigo con el que he tenido el gusto de viajar.

Así como tuve el placer de bañarme bajo el puente de Mostar reviviendo tantas escenas de “Tiempo de Gitanos” de Kusturica en mi retina mental, tras trasegar una indescriptible sopa del bey con un tinto del país.

En Mostar, esa ciudad solo en parte reconstruida, que sufrió lo indecible y perdió su puente principal y precioso barrio turco por asedio croata. En la que todavía quedan edificios de excelente cantería horadados, enronados o mellados como testimonio.

Como también lo es su emotiva Plaza de España, cercana a su extraordinario parque y su gimnasio que recuerda al edificio de Correos del Paseo de la Independencia por neomudéjar y orientalizante. En ella se sigue honrando la decisiva acción del ejército español en Herzegovina, acantonado en Medjugorie, por ejemplar pero con el plus de implicada para bien.

Si el ejército democrático español que denostamos tanto en los años 80 y depuró Felipe González con mano izquierda, hubiera sido el responsable de la acción de la ONU en Srebrenica no hubiera acontecido la masacre.

Mostar lo sabe, agradece el humanitarismo y capacidad de mediación de los mandos españoles saltándose instrucciones para salvar vidas, como también la de la Legión francesa.

Allí teníais a este republicano de corazón emocionado ante esa gran acción por la que hace la passegiata todo Mostar, propia de un ejército extraordinario en labores humanitarias y estratégicas, consciente de su labor e importancia, que lamina tanta leyenda negra.

Si vais a Herzegovina y veis a tres mallos jugando un tremendo baloncesto de calle en las pistas del Gimnasio de Bosnia, aunque metáis menos canastas que el base royo del Unicaja, decís que sois españoles y os dejarán entrar poniendo la mejor de las sonrisas.

Qué decir de lo que se siente cuando le brillan los ojos a tu casera, un abuelo te para y te da un abrazo y en un velador, porque ven que lees a Andric en latino pero no italiano, buscan al fondo de la nevera y te ponen una Sarajevskó helada y te dejan leer en paz…

Cuando levantas la vista te preguntas, ¿esto no es Calatayud? Pero a poco que sigas mirando, los impactos de metralla o más allá en la calle el Museo del Genocidio de las Víctimas de Mostar y las tumbas de la Armija –la mayor parte combatientes de mi generación- en el jardín de la mezquita de la calle Mariscal Tito, te responden por sí solas.

Como el teatro de la ciudad ocupando el solar de la sinagoga demolida por la Wehrmatch en la Segunda Guerra Mundial, oficiando para la comunidad sefardí de judíos aragoneses expulsados.

De qué patrimonio llegó a disfrutar Mostar si todavía conserva el que tiene… Con qué patrimonio inmaterial de resistencia en la convivencia no estará horadada su alma…

Por último, quiero homenajear al arquitecto Josip Vancas de Sarajevo, un genio de concebir edificios utilitarios destinados al uso público al servicio de la administración austro-húngara de Bosnia que tanto me recordaron a la preclara obra en Aragón de los arquitectos Magdalena y Navarro Pérez.

01.08 Luis Iribarren

En Almería no pueden vivir sin inmigrantes


Este cartel puesto por un partido político en Almería es una muestra más de lo equivocados que estamos todos sobre el valor real de la inmigración en España. Lo malo no es que ese partido político esté equivocado, lo malo es que algunos españoles mal informados se creen sus mentiras.

Deberían irse una semana por Almería los que piensan que este cartel tiene solo un mínimo de verdad, de utilidad, de realidad social. 

Creo que nos falta formación social, económica, y sobre todo viajar mucho más, pero no a las playas de cubalibre por las noches musicales, sino a las múltiples realidades de nuestro país.

Almería sin inmigrantes y sin cine del Oeste en sus desiertos, sería una tierra vacía. De lo segundo ya no queda.

Lo malo de estas propagandas no son el poder que manifiesta un determinado partido político, lo malo son las personas que se creen esas fábulas, y dicen que les votarán. Lo malo no son las ideas que propagan (que sin duda, también y mucho) sino que hay millones de españoles y europeos que se las creen. 

Con mentiras no se logra mucho, pero si se es capaz de lograr algo es a base de que los que tienen las verdades no sepan explicarlas o se las callen por diversos motivos idiotas.

Por cierto. Yo sí soy inmigrante. Vivo en Aragón en donde nací, pero mi padre era soriano.

Nos podemos mear en la cama si seguimos jugando con armas nucleares


Ya no se trata de que Trump nos vaya diciendo que es el más potente en aranceles y comercio, ahora ya es capaz de advertir que se alguien declara contra los EEUU le manda unos submarinos nucleares, de momento solo para acojonar. 

Esto nos lleva a la siguiente pantalla. ¿Y si hay un tonto inútil que se equivoca en sus provocaciones, y da un pequeño paso más?

Estamos rodeados de tontos inútiles, que es otra categoría de los tontos útiles, y mucho más peligrosa. Ya no es que se dispara una bomba nuclear, que también es posible, sino que se produzca un accidente o se de sin querer un paso idiota más.

Cuando yo era niño me decía que no jugara con fuego, que luego me mearía en la cama. Y creo… creo que ya entonces eran capaces mis padres de imaginarse los 
momentos tontos de Guerras Frías mantenidas.

El presidente Donald Trump, ordenó este viernes desplegar dos submarinos nucleares ante lo que consideraba unas “provocadoras declaraciones” del expresidente ruso Dimitri Medvédev. No dijo dónde exactamente los mandaba, pero explicó que se trataba de una precaución ante las amenazas del hoy subjefe del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa.

“He ordenado el despliegue de dos submarinos nucleares en las regiones adecuadas, por si acaso estas declaraciones insensatas e incendiarias fueran algo más que eso. Las palabras son muy importantes y a menudo pueden tener consecuencias no deseadas. Espero que este no sea uno de esos casos”.