10.11.25

El Rey Emérito y sus memorias

El libro del Rey Emérito es una de esos errores absurdos que en otros siglos no se hubieran podido producir. En aquellos siglos de los Reyes idiotas, estos no debían saber ni escribir.

El libro del Rey Emérito parece una mentira pues no dice toda la verdad y solo la verdad. El escribir de encargo habrá hecho un trabajo de órdenes, como suelen encargar todo y siempre los Reyes, y no ha podido decir toda la verdad. Un mal libro que más merecería no haberse escrito nunca, para no decir nada.

Cuando alguien importante en la historia de un país, si decide escribir una Memorias, como poco le pedimos que sean de verdad, que no se deje en el tintero nada, pues si es excesivamente obvias pierden el valor histórico.

Podría parecer un libro para mandar recados, pero eso ya no son unas memorias válidas. Lo podría hacer por Facebook. Por la edad que tiene, en realidad se está despidiendo, y las despedidas on importantes hacerlas bien. No hay que lanzar sanguijuelas, ni se debe esconder parte de la historia, ni se puede jugar a decir que no le han reconocidos su valía, sin preguntarse por los motivos.

Como es lógico no lo pienso leer, me parece un ejercicio absurdo para la historia, y eso sí es una pena, y hay otros libro sobre el Re Juan Carlos, no escritos por él, y más interesantes. 

Podría haber sido sincero, con todo, y haber ayudado a la Monarquía a mantenerse, por puro sentido común para defender en lo que él ayudó a mantener. Hay que imaginarse que el Rey Emérito sí será monárquico, pero eso tampoco parece dejarlo claro en el libro.

Desde el punto de vista gráfico, la portada no tiene desperdicio. Recurre a una fotografía de hace unos años, vestido de militar y con el título Juan Carlos I, y el subtítulo Reconciliación. La portada ya dice casi todo.


7.11.25

Hablamos de Soledad y de soluciones


Hablaba antes en dos artículos sobre la Soledad no Deseada, el primero con pequeño apuntes sobre el problema en España y el segundo haciendo comparativas. Ahora voy a escribir un poco sobre las posibles soluciones y la importancia de la familia y entorno en este problema.

Las redes familiares influyen de forma decisiva en la soledad no deseada, tanto en España como a lo largo de Europa. Allí donde los vínculos familiares o de amistad son más estrechos y frecuentes, los niveles de aislamiento tienden a ser menores, especialmente entre jóvenes y mayores.

En países del sur de Europa (España, Italia, Portugal, Grecia) el apoyo familiar es clave. La convivencia prolongada con los padres y la alta frecuencia de interacción diaria reduce el aislamiento social, particularmente entre jóvenes y mayores.​ Pero este modelo ha ido decayendo en las últimas décadas, produciendo una ruptura del sistema.

El "modelo familista" se caracteriza por la confianza en la familia como principal fuente de apoyo, incluso sustituyendo el rol del Estado en protección social y cuidados de larga duración.​ Si falla o se convierte más débil por determinadas circunstancias y no entra el Estado o las instituciones a paliar el cambio, hay un serio problema.

Sin embargo, cuando la familia no puede ofrecer este respaldo —por motivos económicos, conciliación, conflictos familiares o salud— las desigualdades y el malestar emocional aumentan, lo que puede agravar la soledad, especialmente en hogares monoparentales o personas sin descendencia.

En el norte y centro de Europa (Suecia, Dinamarca, Austria), la familia cumple un papel más reducido en la vida cotidiana, pero existen amplias redes comunitarias y un mayor soporte estatal, por lo que la soledad se mitiga por el acceso a servicios públicos y actividades sociales organizadas, aunque las familias no funcionen como lo hacían en el Sur de Europa en el siglo XX.

El número de hogares unipersonales es mucho mayor en estos países del Norte, pero el riesgo de soledad se compensa con intervenciones proactivas y políticas de integración social, mientras que la dependencia exclusiva de la familia suele ser menor.​ Han aprendido a defenderse de estos problemas tras décadas de convivencia con la soledad, y también allí el voluntario funciona de otra manera.

La convivencia intergeneracional y los cuidados dentro del núcleo familiar (como el rol de los abuelos) pueden ser un factor protector frente a la soledad en el Sur de Europa, aunque también pueden generar sobrecarga y riesgo psicosocial con las personas mayores si no existe un equilibrio adecuado.

Las desigualdades económicas y la reducción de la estructura familiar tradicional (más hogares unipersonales, menos hijos) son factores que elevan el riesgo de soledad no deseada en toda Europa, especialmente cuando el apoyo familiar no puede compensarse con redes sociales o comunitarias alternativas.

En resumen, los países europeos con redes familiares estrechas (tipicamente mediterráneos) tenían menor aislamiento social, pero también mayores riesgos cuando la familia no puede suplir las carencias de apoyo estatal o comunitario, mientras que en los países con sistemas de bienestar fuertes, la protección social formal, mitiga la soledad aunque los vínculos familiares sean menos frecuentes.

Las políticas de apoyo familiar que inciden en la reducción de la soledad varían significativamente entre países europeos, con los modelos nórdicos y centroeuropeos mostrando los mejores resultados, gracias a una combinación de transferencias económicas hacia los cuidadores, servicios universales y programas comunitarios que refuerzan las relaciones familiares y sociales.

Destacan por un elevado gasto público en prestaciones familiares, conciliación laboral, permisos parentales y servicios de cuidado infantil universales, junto con programas de fortalecimiento de la parentalidad y acompañamiento socioemocional.

Finlandia, Noruega o Suecia ofrecen asesoramiento familiar, apoyo psicosocial y servicios de mediación; la Federación Väestöliitto en Finlandia proporciona desde terapia hasta herramientas digitales para mejorar la comunicación intrafamiliar.​ Son un buen ejemplo para copiar.

Estos sistemas reducen la soledad facilitando la integración social, el acceso a redes de apoyo y la conciliación de la vida familiar y laboral, tanto para padres como para cuidadores de personas mayores.

En los países mediterráneos (España, Italia, Grecia), aunque la familia es el principal pilar de apoyo, en estos países el gasto público en políticas familiares y de conciliación es notablemente inferior al de Europa central y del norte, lo que limita el impacto a gran escala.

Iniciativas recientes, como el Sello EFR (Empresa Familiarmente Responsable) en España y campañas de sensibilización, buscan promover la conciliación y el apoyo mutuo. Sin embargo, su cobertura y recursos son más limitados comparados con el norte.

El apoyo público a cuidadores y programas de acompañamiento para personas mayores como el “Hilo de Plata” en el País Vasco aportan valor, pero suelen depender más de la sociedad civil y de voluntarios.

Francia implementó en 2017 el programa nacional MONALISA, que coordina entidades públicas y voluntariado para acompañar y conectar a personas mayores en riesgo de aislamiento.​ Alemania destaca por el subsidio parental, apoyo financiero a largo plazo para familias y servicios de asesoramiento, combinando apoyos económicos con acompañamiento individualizado.

La UE promueve la creación de estrategias nacionales alineadas con una futura Garantía Europea para Mayores, reforzando tanto las ayudas directas como la innovación social en el fomento de redes familiares y comunitarias.​ Pero está en gran medida por desarrollar por diversos factores de estrategia incluso. 

El éxito depende de combinar políticas universales (transferencias económicas, servicios de conciliación), apoyo emocional y programas locales de acompañamiento y socialización, especialmente intergeneracional.

En conclusión, las políticas más efectivas de apoyo familiar contra la soledad son las que equilibran el respaldo financiero a políticas activas de ayuda para que la soledad no sea un problema, el acceso a servicios universales de calidad y la implicación de la comunidad a todos los niveles, adaptando las soluciones al contexto cultural y demográfico de cada país europeo.

Y hay que insistir para que no se nos olvide, que aunque cuando hablamos de Soledad, todos tenemos en mente la de una persona mayor, solitaria, dependiente crónica, sin familia, y en realidad la fotografía no es esa. Hay mucha soledad en la juventud, y la hay en persona mayores con recursos y familiares, que se ven casi abandonadas.

No es suficiente con una llamada de dos minutos al día, no es suficiente con una visita a la semana de una hora. La soledad se produce en el resto de días sin contacto de ningún tipo, sin comunicación, sin poder hablar y escuchar. 

Julio Puente