20.7.10

Riqueza real o efectiva: La diferencia entre oriente y occidente (entrada de 2010)

La filosofía de vida se traduce no sólo en términos políticos o sociales sino también económicos, aunque estos no siempre nos los dejen conocer bien. Con el despegar de China muchos nos mantenemos a la expectativa de la creciente potencia en su inapreciable movimiento hacía el resto de continentes.

Pero hay un cosa que nos diferencia del todo, una pequeña guerra fría económica que se está gestando hoy en día y que dará que hablar cada vez más. La globalización es el método por el cual un país tiende a adquirir por el comercio y la expansión social y cultural las formas de vida extranjera. 

Bajo esa suposición nos podemos preguntar: ¿Acabará en un futuro una forma de vida (la Oriental o China) superponiéndose a la otra, o podrán mantenerse las dos? Y si una debe ser la única vencedora, ¿Cuál será?.

La diferencia radica en una primera división del método de uso del dinero, ya sea para consumir bienes en el corto plazo o ahorrar la capacidad adquisitiva para un futuro. Las economías occidentales tenemos una gran proporción de consumo sobre ahorro. Somos más propicios a consumir y a ahorrar menos. Eso tiene dos consecuencias.

En primer lugar, tenemos una menor riqueza real, no guardamos mucho para el futuro. Por otro lado para seguir consumiendo pedimos prestado cada vez más, inventado dinero financiero para mantener nuestro nivel de vida. La conclusión es que llevamos un nivel de vida por encima de nuestras posibilidades. Llevamos un nivel de vida parecido al de los bancos, que están continuamente endeudados, pero ganando dinero.

Esta realidad económica es muy propicia a los vaivenes, a los ciclos económicos, en tanto en cuanto una disminución de este nivel de vida, un traspiés, echa por tierra todo el castillo de naipes, para tener que volver a construirlo. Pero no todo es malo.

El hecho de estar continuamente endeudados también hace que las empresas vean un potencial en la demanda, tal que poco a poco los procesos productivos van mejorándose. 

Existe un esfuerzo económico por avanzar poco a poco, y esto es potenciado por la sobrecapacidad. Aunque existen ciclos, aunque estamos muy endeudados, no podemos negar que ha aumentado mucho nuestro nivel de vida.

Por otro lado, las economías orientales son más ahorradoras. Esto hace incrementar la riqueza real de estas potencias emergentes. Pero claro, su consumo es tan débil que sus empresas tampoco tienen un gran dinamismo. Es decir la riqueza no vuelve a la economía generando una mejora continua. En muchos casos se crean fondos de inversiones que van destinados al exterior. China y Japón son los grandes acreedores de Estados Unidos, siendo los que facilitan que occidente mantenga el modelo antes descrito.

Podemos decir, por tanto, que vivimos en el mundo de los excesos, en los extremos, en dos polos opuestos. Una parte se sustenta de la otra, pero no podemos hablar de simbiosis económica, porque la acumulación de riqueza real en los países orientales es cada vez más patente. No hay una retroalimentación que haga volver a la situación a un status quo.

El hecho de que una se sustente en la otra nos da pistas sobre el final de la historia. Ninguna puede ganar, ninguna puede vivir sin la otra. Sin embargo, tampoco pueden mantenerse así por siempre.
Una fusión es por tanto necesaria. 

Pero esto puede dejar entrever uno de los peligros de nuestra economía global, y es que la realidad puede ser más ficción de lo que pensamos, pues gran parte de nuestro sustento, nuestras bases, parten del aprovechamiento de otras economías. 

Ya sea por el aprovechamiento indiscriminado de recursos naturales o recursos humanos, está claro que una vez que la economía empiece a homogeneizarse no tendremos una economía más débil a la que explotar. Sí, nos quejamos de los chinos. Pero llevamos décadas viendo el “Made in China” en una gran parte de nuestros productos, basados en mano de obra barata para poder ser baratos.

No sólo “los chinos o su zona de influencia” querrán mas de nuestros bienes, incrementando la demanda y los precios. Tampoco se dejaran explotar tan fácilmente, y sus sueldos tenderán a aumentar, incrementando aun más los precios de sus bienes. Finalmente despertaremos de nuestro sueño y viviremos en una economía real, donde, a pesar nuestro, tenemos una alta probabilidad de ir a peor.

Y el problema no es algo a solucionar. El problema es que hemos vivido durante mucho tiempo en una nube desde la que no hemos querido ver nuestro alrededor. La diferencia de esta fusión, y con esto acabo, es que mientras las economías orientales van a acercarse a la nuestra y van a mejorar queriendo hacerlo, la nuestra va a acercarse a la suya, por obligación.