12.3.15

No he visto la sangre. Y me han tenido una hora. No lo entiendo bien

Hoy he pasado por el quirófano en lo que pensaba iba a ser una tontería de cinco minutos y que se ha convertido en un ejercicio de una hora. Había calculado muy mal el tiempo del corte y los pespuntes. El trato personal maravilloso, los mecánicos del bisturí eléctrico un lujo si no fuera por el olor, los pasillos y el quirófano impresionantes.

Impresionantes por lo que impresionan. Uno en un hospital puede entrar como yo hoy que debe ser la forma más amable, o hecho unos pingos. Pero la parafernalia y el procedimiento es casi similar. Calzas verdes, pelo cubierto, desnudo totalmente, frío, silla de ruedas, nada de metal, cara de circunstancia cuando no de miedo y amabilidad. Vacío y mucha luz.

Alrededor de mi mesa de quirófano estaban nueve personas empujando mi pecho y mirando por dentro, poniendo luces o añadiendo con un spray un producto que olía mal, hablando de mis cortes y poniendo en mis tobillos agarraderas controladoras. Solo había un maromo, el resto chicas azules o verdes de incierto rostro. Solo vi el de una de ellas y era dulce. Pero lo vi al final del todo, cachis.

Yo estaba despierto como se nota, pero encima de mi cabeza se agolpaban los brazos que empujaban la pieza que me tenían que retirar junto al corazón mientras mi cabeza se encontraba tapada por telas verdes. De vez en cuando abría los ojos entre los trapos verdes y contemplaba un hierro pulido que sujetaba la tela para que yo pudiera respirar casi sin sufrimiento. Era mi único contacto con la realidad venial. El resto eran voces que no quería escuchar pues aunque hablaban en casi raro, iban explicando los cortes y los arreglos desde el experto al alumno. De vez en cuando me preguntaban en voz alta si yo iba bien. Jodo, como para quejarse. Yo buscaba con la mirada si mi sangre ya inundaba la tela verde, pero nada, no encontraba nada raro. Con el tiempo que están empleando todos estos en empujar mi pecho y no debo sangrar tanto, me preguntaba yo en silencio. O al están recogiendo en pozales para que no la vez.

Yo enseguida observé que aquellos cinco minutos me los había inventado sin motivo y que el tiempo era enorme. Casi una hora y sin reloj mientras te cortan y cosen, se hacen eternos. Sobre todo cuando tras coser el interior te tienen que coser la piel y eso escuece. No dudas de nada, pero empiezas a pensar que la anestesia se está acabando y que los sufrimientos van a ser brutales como no acaben pronto. Pero piensas en tu edad y te callas, para no alarmar a las nueve personas. Al fin, eres un bloguero, y los blogueros somos valientes.

Al terminar e incorporarme sentado he pedido ver la pieza, una pijada del tamaño de un USB. Era una manera de observar por un instante todo aquello en busca de las enormes manchas de sangre. Ni una tú. ¿Y para qué han estado una hora pues?

¿No estaremos cambiando solo las sillas? Pregunto con dudas

Hace seis meses parecía que España se partía por el lado Este y ahora el silencio más absoluto sobre este tema solo se rompe con las declaraciones judiciales de los miembros de una familia de sátrapas.

Llevamos un año sabiendo que la política en España va a sufrir o gozar de un renovado impulso con la entrada de nuevos partidos y el decaimiento de otros. Pero el miedo guarda la viña y alimenta las esperanzas de otros. También saben que nada es definitivo hasta que ya sea definitivo.

Pero la corrupción y el desempleo siguen allí, aquí, dentro de nosotros, atenazando a los jóvenes en silencio, sin que nadie nos demos cuenta —y lo digo en serio— de los estragos que está produciendo en toda la sociedad. Cuando todos perdemos calidad, sea mucha o sea poca, todos perdemos mucho, pues hay que sumar a lo que se pierde, lo que dejamos de ganar.

Lo curioso es que no se escuchan suficientes soluciones, nuevos planteamientos, ideas renovadoras, revoluciones ideológicas, conceptos nuevos, imposibles innovaciones. Si acaso nuevas palabras, viejos discursos con más o menos pedagogía de laboratorio, gestos y sonrisas. Estoy seguro que se han dado ustedes cuenta que ya todos sonríen al hablar. Hemos perdido la seriedad pues no vende. Dirigirse en serio a la sociedad no sirve para engañar.

En lo políticamente profundo no hemos cambiado nada. Todavía. Seguimos sin saber hablar a las personas desde los púlpitos del poder. Seguimos sin saber plantear la pedagogía básica para explicar los motivos que llevan a tomar una decisión u otra. Seguimos sin hacernos creíbles, sin lograr que se vea a los políticos con capacidad y limpieza. Y así es imposible tan siquiera caminar. Y si nos quedamos quietos, aunque creamos que hemos logrado la revolución, esta será callada e inerme. Ella se podrá mover, pero nosotros no y se caminará al vacío.

Hace unos meses cientos de miles de españoles decidieron participar en Círculos nuevos, votando, suscribiendo su nombre al proyecto nonato, participando. Ahora estos ímpetus han bajado notablemente. Volvemos a querer seguir estando políticamente parados. Curiosamente en esos Círculos los más activos son personas que vienen desde otros lares políticos, desde otras siglas. No son nuevos cabreados, sino indignados de antaño que fueron incapaces de resolver las situaciones desde sus anteriores puestos. Mal vamos pues, ya que lo que vemos es que son las mismas personas que han cambiado de despacho o de silla.