1.4.21

¡Yo, también soy puta!



    Habla una mujer. Hablan millones. Hablan las putas. Me dirijo a todas las mujeres que, al fin y al cabo, siempre nos han puesto este epíteto en algún momento de nuestra vida, cuando querían humillarnos, vejarnos o simplemente hacernos sentir mal. Ni siquiera nuestras madres se libran del insulto. Si no somos putas, somos hijas/os de puta. La cuestión es ser puta. Algunos se escandalizarán por utilizar esta palabra tan corta, cuatro fonemas, pero afilada como un cuchillo que apuñala desde hace siglos la conciencia y la femineidad de las mujeres.

Como putas se nos trata cuando, en situaciones de guerra, los soldados violan porque saben que es la mejor vejación a una mujer. No nos pegan un tiro en la cabeza. Nos pegan un tiro en nuestra esencia como mujer. Y la verdad de esto, por desgracia, es que aciertan en la diana.

Pero una vez conseguida la diana, que no se da solo con las violaciones, sino con las palabras, actitudes, ideas y prejuicios machistas, qué hacer. Las mujeres hemos pasado por todas las fases. Lloras, te indignas, hablas tímidamente, te encolerizas justamente, después alzas la voz, ríes y, por fin, contestas con fuerza en tus actos y palabras. He dicho fuerza, no violencia. 


¿Les suena Fadela Amara? ¿Conocen su lucha? Ni putas ni sumisas


En otra ocasión, hablaré de Fadela Amara y sobre, lo que muchos consideraron, la politización del movimiento Ni putas ni sumisas. Me gusta el origen de una idea justa, la que germina y se mantiene sin envenenarla. Luego, ya se sabe, la vida engorrona todo, pero para eso lean el Criticón del aragonés Baltasar Gracián que lo dice y explica mejor que nadie. 


Si de algo sabe la mujer es de la podredumbre de la vida. Somos licenciadas cum laude.


Ni putes ni soumises, daba en la clave del problema al utilizar como lema cuatro palabras que resumen la visión maniquea que se ha tenido y se tiene de la mujer. Todo parte de una idea clara: sexo. Es este el que ha determinado la actitud y aptitud de la mujer; es la meta de salida desde la cual la mujer, desde niña, tiene que hacer una carrera de fondo. 


Cinturones de castidad, la honra no mancillada o la deshonra de la familia, pureza maternal, no hay término medio, de eso se pasa a la mujer fácil, la buscona, la de la falsa moneda que de mano en mano va y nadie se la queda. Al final, se llega al papel principal. ¿Imaginan cuál es? Exacto, puta.


El sexo no es biología, es ideología. El sexo no atiende a sentimientos, emociones ni conciencia cuando hay que definir a la mujer. Para nosotras, el sexo es la letra escarlata que se nos lleva poniendo desde hace siglos. Si hasta Simone de Beauvoir tuvo que oír palabras despreciativas de Albert Camus, cuando definió su libro El segundo sexo como una obra pornográfica, qué no debemos esperar el resto de mujeres. 

El movimiento, Ni putas ni sumisas, surge con más de medio siglo de distancia a la publicación de El segundo sexo, sin embargo, la esencia permanece. Una mujer en 1949 no podía hablar sobre la mujer y menos sobre su sexualidad, pero Beauvoir lo hizo. Varias mujeres de los pobres suburbios parisinos no podían manifestarse sobre su cruda realidad como mujeres, pero lo hicieron. Tanto en un caso como en otro lo que dejaban claro es que una mujer independiente y libre ni es puta ni sumisa. 


Así que, cuando a una mujer se la llame puta, no se la definirá. La estarán alzando a los altares de una femineidad desconocida, porque cada letra de la palabra tiene para ella un significado distinto. 


P ureza de espíritu

U nión de mujeres y hombres para superar el machismo

T enacidad en el día a día

A mante respetuosa con su pareja y, sobre todo, consigo misma


Demos un cambio al lema Ni putas ni sumisas por el de Putas e insumisas.


Termino este artículo con una reflexión sobre la fotografía que encabeza este texto. Estaba cerca de donde vivo este graffiti y me gustó, sobre todo, porque, hasta para hacer arte urbano o cualquier arte, hay que tener intelecto y ciertas dotes contestatarias; la sorpresa vino cuando, pasados los meses, me encontré el cambio de musa a puta


Quien lo hiciera quería despreciar el mensaje inicial. Sin embargo, no se dio cuenta de que estaba reforzando el contenido primero. Desde luego que se quiere a la mujer como puta, en la acepción  machista, porque se le teme como artista o como insumisa. Estuve a punto de comprar un bote de pintura en spray y escribir debajo, ¡Gracias, nos das la razón! ¡Yo, también soy puta! 



Olga Neri