6.4.21

Pandemia (19) ¿Estamos ya dentro de una sociedad líquida?


Una de las ya constantes aseveraciones que nos vamos haciendo a la hora de reflexionar en estos tiempos históricos de pandemia es si no estaremos ya dentro de una sociedad liquida, donde todo se adapta a su contenedor, donde todo cambia de forma según los movimientos, donde incluso puede cambiar de estado (hielo, agua, gas) según la presión a la que sometamos a la sociedad. 

Los detalles que vemos nos indican que sí, que es posible que ya se haya logrado doblegar la sociedad por burbujas geográficas, para poderlas trabajar, cambiar de aspecto, reconvertir según como vayan necesitando los que realmente mandan y que no conocemos.

Durante siglos cuando algo se convertía en una explosión de cambio, simplemente explotaba y se producía ese cambio, fuera a mejor o a peor. 

Pero ahora da la sensación de que las fuerzas dominantes han logrado crear unos sistemas mucho mejor preparados, para poder dominar el punto de explosión y dominarlo, retrasarlo, hacerlo girar hacia otro punto mucho más suave. 


Y esos sistemas muy hábiles de conocimiento de la sociedad, de sus propias inteligencias emocionales de defensa, hace que sea mucho más sutil dominar los procesos de cambio, de ruptura sobre todo, de explosión.

Y por ello además de convertir en líquida la sociedad, convertimos en líquido cualquier otro elemento, sean mercados, empresas, ciudades, familias, relaciones, amistades, etc.

No hace tantas décadas se tenían los amigos para siempre, y los enemigos también para siempre. Incluso se heredaban los amigos y los enemigos. Todo parecía mantenerse en el tiempo durante décadas. Ahora ya todo es distinto y por ello más peligroso, pues tendemos a no fiarnos de los amigos o familiares o parejas, pues sabemos que pueden pasar en cuestión de momentos a convertirse en tus enemigos más feroces. 

En tu empresa sucede lo mismo, y con tus clientes o tus proveedores. Antes un Banco era un lugar donde te conocían y te trataban con arreglo a lo que habías sido y lo que creían que podían lograr ser. Ahora un Banco es un lugar donde siempre hay personas distintas atendiendo al cliente para que no haya relaciones duraderas y donde tú, como empresa, eres unos números escritos en una pantalla a la que no tienes acceso. ¿Cuantas casillas de tu ficha no conoces?

Junto a tus números activos, tienen unas claves que le indican al que lee si eres de fiar, si hay que tratarte con dureza, si eras positivo o peligroso. No necesitan conocerte, ya te han puesto la etiqueta y eres eso, simplemente eso: Lo que pone la etiqueta. 

Eres líquido pues dependes de esa etiqueta que desconoces, pero en cualquier momento te pueden cambiar los datos y sin saberlo convertirte en Reserva o en Granel. 

¿Quién tiene el poder de chequear tu etiqueta y cambiarla?

Durante décadas (o siglos), al menos teníamos claro qué eran las ideologías, las religiones, los modos de las ciudades Estado, las formas de relacionarnos, nuestra vida laboral. 

Quien era carpintero lo era para toda la vida. Quien estudiaba para escribiente lo era hasta morir de no se sabía qué. Ahora puedes estudiar química, estar dos años de camarero temporal, para estar luego otros tres de repartidos de pizzas y terminar de contable en la oficina de un cuñado que se dedica a los viajes de novios. Esto tampoco durará mucho, hay que prepararse para otro oficio en el mismo momento en que entras en el siguiente.

Los católicos se dividen en decenas de distintas familias diferentes, los de izquierdas ya no son tan sociales como antes y los de derechas a veces son pobres y trabajadores que madrugan más que las calles. Un periódico es de una forma de pensar hasta que lo compra otro dueño distinto y empieza a comentar las noticias desde otra óptica. Y lo curioso es que los clientes no cambian de periódico, sino que cambian de opinión a la vez que el periódico.

No han comprado esos empresarios una empresa de comunicación, han comprado a una parte de la sociedad que como es líquida se ha convertido en “otra” cosa. 

Es una de las ventajas de la sociedad líquida, y es que en su capacidad de adaptación, lo hacemos tan rápido que a veces no pensamos lo suficiente. 

¿Ya no venden churros con chocolate? pues los compramos sin chocolate, pero no vamos a buscar otra tienda en donde los sigan vendiendo con chocolate. Nos adaptamos con suma rapidez.

Una sociedad líquida es la que está formada por personas líquidas, por gente que pueden cambiar de color por la moda, que no tienen unos cimientos fuertes o no los tienen de cemento sino de goma de mascar. 

Para los terremotos es bueno tener cimientos flexibles, pero fuera de esos extremos puntuales es mejor tener unas ideas más o menos estables, para que el mundo esté estable.

Pero lo curioso es que los que ya somos líquidos —casi todos— lo somos porque nos van programando poco a poco para serlo. 

Hay que estar adaptado a la realidad y hoy se necesitan modos y modelos de liquidez en casi todas las funciones vitales. Compramos lo que nos dicen y eso es ser líquidos pues nos adaptamos al envoltorio que nos han montado “otros”. No compramos lo que necesitamos, sino lo que nos hacen creer que necesitamos.

Un ejercicio complejo pero maravillosamente eficaz para los que lo practican. Ya no se trata de dominar a las personas como si fueran esclavos sin opinión, sino de darnos la libertad de tener opinión aunque no la escuchan, pero a cambio sentirnos libres para consumir lo que ellos programan que consumamos. 

Todo el sistema se afianza ya, no en trabajar mucho y gratis sino en consumir mucho lo que produces. El beneficio está en la diferencia de precio entre lo que cuesta y a lo que se vende. Entre lo que te pagan por producir y lo que puedes comprar y consumir con esos dineros. Es un juego de sumas y restas.

Y es una pelea contra otros productores, contra otros iguales que también producen e inciden en el mercado del consumo. El beneficio se obtiene en la pelea con la competencia.

Y para esa pelea necesitan tener unos mecanismos moldeables que faciliten las interacciones de los que realmente dominan todo. Tenemos que ser líquidos todos los demás. Los que consumimos, los que producimos, los que opinamos, incluso los que criticamos para moldearnos a las necesidades de los que realmente mandan y gobiernan, que ninguno de ellos está en el Gobierno de ningún país.

Tras la pandemia de la COVID nos necesitarán más líquidos que nunca. 

Ahora ya nos necesitan muy adaptables a las órdenes del confinamiento, de quedarnos en casa sin consumir, simplemente porque saben que cuando abran las vallas saldremos raudos a comprar con todo lo ahorrado en estos meses encerrados.

Dicen que en España se ha aumentado el ahorro familiar en 47.000 millones de euros. Eso para los que dominan los procesos es fabuloso. Nos conocen y saben que empezaremos a consumir como posesos, que ese dinero nos escuece, y recuperarán los ritmos de facturación de forma rápida. 

Pero… pero no todos por igual. Quien domine sus sectores de influencia, lo conseguirán hacer mucho mejor, más barato y más beneficioso para sus intereses. Y para ello no quieren encontrarse rocas enfrente, sino líquidos que quieran amoldarse a sus botellas de referencia.

Lo curioso es que no hay ninguna garantía de que sepan utilizar bien nuestra capacidad de modulación. No siempre están los que gestionan con la inteligencia social para saber gestionar bien todas las facilidades que tienen para hacerlo. Ni con pandemia ni sin ella, menos ahora con ella pues hemos dejado en manos de los técnicos en Sanidad la capacidad de gestionar, cuando el problema sanitario requiere soluciones científicas en el plano sanitario y soluciones sociales en el resto de planos que son muchos más. 

Pero hemos entregado la gestión de la pandemia a Sanidad y sus técnicos. ¿Te imaginas si la producción de leche o pan se la dejáramos gestionar sin controles externos a los ganaderos de vacas y a los panaderos? ¿A qué precio nos saldría el litro de leche y la barra de pan?

Julio M. Puente Mateo